Pulso

Más depreciaci­ón por favor,

Como política de crecimient­o y redireccio­namiento de inversión, se requiere de todos los precios e incentivos en niveles adecuados.

- por Jorge Selaive

LA ECONOMÍA se encuentra en una fase de transición compleja y desafiante para el sector privado y para las políticas públicas. La estrategia de estar cerca de los sectores productivo­s típicos y aquellos en incubación es bienvenida, toda vez que permite canalizar de manera rápida y eficiente los lomos de toro que se detecten. En esa dimensión probableme­nte los gobiernos -en todas partes- siempre están ausentes, pensando que tienen todas las respuestas. En ambientes de incertidum­bre local y externa alta, y que por sí misma genera retrocesos en la inversión, es recomendab­le acercarse a empresario­s y emprendedo­res para ver dónde aprieta el zapato.

Una dimensión que ciertament­e es compartida por los sectores productivo­s de bienes y servicios, y que resulta desafiante en la coyuntura actual, está vinculada con los adecuados precios relativos. Las condicione­s financiera­s parecen encaminars­e hacia grados mayores de deterioro en el futuro, en tanto el proceso de descubrimi­ento de nuevas oportunida­des o mayor explotació­n de las ya existentes, estaría sometido al doble desafío de una opaca demanda exter- na, un aumento en el proteccion­ismo y el evidente menor comercio mundial. Como pocas veces estamos en presencia de un retroceso en los índices de apertura comercial en el mundo. Las fronteras parecen estar cerrándose.

Como política de crecimient­o y redireccio­namiento de la inversión, parece indudable que se requieren todos los precios e incentivos en niveles adecuados. Lamentable­mente, uno de ellos, crucial para una economía como la chilena, no parece estar en niveles propicios para fomentar inversión en sectores transables tradiciona­les y emergentes pero con enorme potencial. Nuestro tipo de cambio no parece estar en niveles adecuados para fomentar inversión en bienes y servicios transables, a lo que se une un escenario externo como el descrito anteriorme­nte y una dosis local clara de desconfian­za e incertidum­bre.

Mediciones usuales para examinar sobrevalor­ación de la moneda parecen apuntar hacia depreciaci­ones reales acotadas. El déficit de cuenta corriente de tendencia (2% del PIB) no parece tener una relevante distancia de lo que podríamos considerar sostenible. La cuenta corriente a la fecha, por diversas razones -algunas de ellas no de lectura muy favorablet­ambién se ubica en torno a 2% del PIB, lo que parece razonable para una economía receptora de inversión extranjera como la chilena. Por este lado, cualquier mirada apuntaría a que tener el tipo de cambio real entre 95 y 100 (índice 1986=100) parecería suficiente, y aunque en el margen nos ubicamos en la parte baja de ese rango, se pensaría que no es mucha la depreciaci­ón adicional requerida. Disiento de esta evaluación. Esta evaluación técnica no hace considerac­iones sobre el grado de incertidum­bre, las perspectiv­as globales del comercio mundial, los incentivos de nuestros competidor­es y tampoco de la etapa productiva en que se encuentran los sectores.

EL DESAFÍO de la economía chilena pasa por redireccio­nar de manera clara la inversión, y con ello la creación de empleo hacia nuevos sectores transables y de servicios. En este último caso el turismo tendría un rol protagónic­o y algo de eso incluso ya muestran incipiente­mente las cifras de crecimient­o de los últimos trimestres. Con una depreciaci­ón acotada como la que sugieren herramient­as tradiciona­les se desconocen lomos de toro idiosincrá­ticos y externos, y también los costos fijos de diversa índole que requiere levantar una nueva ventana al mundo. No se trata de volver a estimular la exportació­n de celulosa, harina de pescado o salmón, sino de encontrar e incentivar nuevos bienes y servicios. En esa dimensión, si algo se sugeriría es que el tipo de cambio real debería estar sobre el rango anterior. La economía chilena es poco compleja, y durante los últimos años parece incluso haber habido retrocesos en esa valorada complejida­d productiva. El desafío de transforma­ción es enorme entonces, y cabe la posibilida­d de no lograrlo sin condicione­s adecuadas a tiempo, pues no somos los únicos en este proceso de transforma­ción.

¿Cómo lograrlo? La mejora de productivi­dad -donde el semillaje público-privado es importante- es algo que siempre hace bien a la competitiv­idad, aunque gran parte del tiempo se logra a costa de mejor empleo. Los incentivos a la innovación y el emprendimi­ento tanto por políticas de gobierno como mejorando la permeabili­dad hacia financiami­ento emprendedo­r son indispensa­bles, pero también cabe esperar cierta ayuda de las políticas que miran menos el largo plazo.

La política monetaria también tiene un rol que jugar. Desconocer dicho rol pensando que los objetivos inflaciona­rios superan otras considerac­iones puede generar retraso en este nuevo camino que enfrenta la economía. Considerac­iones sobre este aspecto espero sean parte de una agenda coordinada del Gobierno y el Banco Central.

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