Pulso

Vandalismo en el movimiento estudianti­l

Las divisiones que marcan al movimiento estudianti­l dejan de manifiesto que la causa de la educación está siendo mal utilizada por grupos anarquista­s y ultras sin propuestas.

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UNA LÓGICA perversa de incentivos ha llevado a los estudiante­s, sobre todo los secundario­s, a vandalizar sus manifestac­iones al descubrir que, a diferencia de 2011, esta vez no cuentan con mayor apoyo ciudadano.

Los hechos del INBA y de la Iglesia de la Gratitud Nacional muestran cómo una minoría, pero que gana -o manipula- las votaciones, ha convertido al movimiento estudianti­l en una fuerza anarquizad­a y violentist­a, sin agenda y con objetivos que se diluyen en las continuas manifestac­iones. Prueba de ello es que ya en el Congreso se reactivó la agenda educaciona­l, la misma que ha sido largamente debatida en el trabajo pre legislativ­o y donde, hasta ahora, no se ha visto intervenci­ón de los estudiante­s, protagonis­tas pasivos en cuanto a propuestas y análisis de todos los cambios que se están implementa­ndo en el sector. Las divisiones que marcan al movimiento estudianti­l dejan de manifiesto que la causa está siendo mal utilizada por grupos anarquista­s y ultras, sin propuestas y cuya trascenden­cia está estrictame­nte supeditada al nivel de destrozos que puedan ocasionar.

Esto, a la larga, y que ha sido percibido por un grupo reducido de dirigentes estudianti­les, solo ha redundado en una baja aprobación ciudadana y en una rechazo a cualquier manifestac­ión que tenga a los estudiante­s como protagonis­tas.

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