El extraño giro de Alemania contra el comercio,
La oposición germana a un tratado económico de la Unión Europea con EEUU refleja un sentimiento populista y nacionalista.
Por cierto, Alemania -cuyo progreso se debió a su constante apertura al comercio internacional y la integración económica- estaría entre los principales beneficiarios de la ATCI.
Se proyecta que la ATCI aumentaría el ingreso anual per capita en Alemania un 1%-3% (o €300-€1.000) por año para 2035. Es más, considerando que casi 50% de los empleos alemanes están asociados, directa o indirectamente, al sector comercial, el acuerdo también ayudaría a proteger el empleo. Y, al impulsar la capacidad de EEUU y Europa para fijar estándares comerciales globales, la competitividad internacional de las empresas alemanas aumentaría. No todos los individuos o empresas ganarán con la ATCI, pero el efecto sería positivo. ¿Por qué, entonces, tanta gente en Alemania se opone al acuerdo?
Una razón es que el aparente éxito económico de Alemania ha aumentado la aversión al cambio. El país no solo sorteó la crisis financiera global de 2008-2009 y la crisis de deuda soberana europea; en verdad, prosperó en los últimos años, experimentando un crecimiento sólido del PIB y enormes alzas salariales. La tasa de desempleo se ha reducido a la mitad desde 2005, alcanzado un mínimo récord de 4,6% en la actualidad, y su excedente de cuenta corriente se disparó a un impactante 8% del PIB.
La sensación de ser la superestrella económica de Europa ha generado una inercia política, que llevó al país casi a un alto total en materia de reformas económicas. Los alemanes ven pocos motivos para juguetear con un ostensiblemente próspero.
Desafortunadamente para Alemania, su sendero actual no es tan tranquilo y seguro como la gente tiende a pensar. De hecho, desde su década perdida como el “hombre enfermo de Europa” en los años 2000, Alemania alcanzó a otras economías avanzadas solo en algunas áreas. Todavía tiene una de las tasas más bajas de inversión pública y privada entre los países de la OCDE, y se verá afectada más que la mayoría por un drástico cambio demográfico en los próximos diez años.
statu quo
sis. Algunos temen que la ATCI sea solo otro ardid, destinado a aprovecharse de la fortaleza y generosidad de Alemania. Una tercera razón es que el país ya está inmerso en una batalla por la redistribución de la riqueza. Alemania tiene la desigualdad más alta de riqueza privada en la eurozona y ha experimentado un marcado incremento de la desigualdad salarial los últimos 20 años. En verdad, muchos alemanes anticipan un incremento de la desigualdad. No solo muchas veces se elude el pago del salario mínimo; algunos políticos han capitalizado los temores de la llegada de refugiados para ganar votos. A la desilusión de los alemanes se suma la sensación -compartida por muchos en Europa- de que el sistema está “manipulado”. Por ende, los argumentos de que la ATCI beneficiaría principalmente a los ricos ha tocado la fibra sensible de los sindicatos, entre otros.
Una economía dependiente del comercio tiene mucho para ganar con el libre comercio, en especial con un mercado tan grande como el de EEUU. Alemania debería estar utilizando su influencia política para convencer a sus homólogos europeos de sellar el acuerdo. Por el contrario, con la vertiginosa caída de la popularidad de los dos partidos políticos más importantes del país, la Unión Demócrata Cristiana y los socialdemócratas, es poco probable que los líderes de Alemania hagan presión para que se firme un acuerdo que no sea popular. Estas son malas noticias para todos y, en especial, para los alemanes.