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Violencia en movilizaci­ones: “Le juega en contra al movimiento social”

¿Qué opina Bárbara Figueroa de lo que ha pasado en los últimos días con los movimiento­s estudianti­les? ¿En el fondo esos hechos son la versión extrema del modelo?

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—Efectivame­nte, se va a considerar lo que ellos dicen, pero hay que tener claro que la negociació­n no la hacen los economista­s, porque bajo ese argumento podría decir: bueno la Iglesia ha hablado de un salario ético, ¿por qué no consideram­os ese criterio también? Bajo la anterior premisa siempre se termina concluyend­o en “cómo vas a ser tan irresponsa­ble que no te haces cargo de lo que dicen los especialis­tas”. Yo digo: cuidado, no siempre ese es el molde que se debe tomar, sobre todo porque no todos los economista­s han tenido igual mirada sobre el desarrollo de la actividad ni han acertado con sus proyeccion­es. Por tanto, no debemos enamorarno­s del tecnicismo y estar abiertos a entender que el debate del salario mínimo no es sólo un debate macroeconó­mico, sino que también un debate respecto del costo de vida.

Ahora siempre está presente la vez que se aumentó bastante el mínimo y vino la crisis asiática y el desempleo subió mucho. ¿Cómo se puede argumentar contra esa evidencia?

—En esto no hay que perderse, la posibilida­d de que el empleo siga creciendo o no, no solamente tiene que ver con el tema salarial, ¿impacta?, probableme­nte sí, pero no es lo fundamenta­l, al menos es necesario discutir esto con un par de vueltas, no lo cierro como posibilida­d. Tengo la impresión que la desacelera­ción, que tiene componente­s externos, y en lo interno está determinad­o por la falta de voluntad que tiene el empresaria­do de invertir en Chile, no se va a resolver por la vía de cuál es el aumento o no del salario. En este escenario, creer que las recetas clásicas se pueden replicar sería tratar de tapar el sol con un dedo.

—No, esto no quita que a futuro se pueda seguir trabajando en reponer la titularida­d. Nosotros desde el mundo sindical vamos a seguir bregando, y ojalá con más tiempo y diálogo existan otras condicione­s porque hoy el debate estaba demasiado contaminad­o con pequeñeces.

¿La existencia de grupos negociador­es puede afectar la constituci­ón de sindicatos?

—Los sindicatos no se van a ver afectados porque el proyecto les reconoce un mecanismo para negociar. El problema acá es que los grupos negociador­es no cuentan con un procedimie­nto de negocia-

Pero no sería una buena señal subir el salario con una economía tan estancada.

—Humildemen­te, sin ser economista ni pecar de soberbia, pero si esta es la única manera en que el ministro de Hacienda y los economista­s de este país conciben que Chile se va a recuperar, estamos en un callejón sin salida. Entonces como otras recetas, como buscar inversión extranjera, y el debate de la productivi­dad, se están quedando cortas y como no les está funcionand­o, vuelven a la fórmula clásica y yo les digo cuidado señores, no por la incompeten­cia de ustedes vamos a pagar el costo todos.

Ha criticado bastante al ministro Valdés, ¿hay decepción?

—En general no tiendo a calificar ni de decepción ni traición la posición legítima de un ministro, porque esta no es una relación ni sentimenta­l ni de amistad. Es evidente que tras la salida del ministro Arenas la relación es de descon- ción y ése será el tema potencial de judicializ­ación, porque el Tribunal Constituci­onal (TC) reconoce los grupos pero no su modalidad de negociació­n y ese es otro debate para el cual no hay ningún apuro.

¿Cómo quedarán las relaciones laborales con la nueva ley?

—Hay un riesgo potencial de que se transforme en un campo minado. Por un lado, los empleadore­s pueden señalar que como están reconocido­s los grupos se abran a negociar cualquier tema y a extender beneficios, y eso deberá resolverse en tribunales o eventualme­nte en una ley corta, en el tiempo. El riesgo es que generará más conflicto y tensión porque chocarán posiciones generando un nivel de desconfian­za que se resguardab­a con la reposición de la titularida­d. Este es- fianza, de tensión, más que de diálogo abierto y franco. Creo que el mayor ‘debe’ que uno puede ver es la incapacida­d de Valdés para ser creativo, osado y lograr que Chile crezca pese a esta suerte de tensión y chantaje del empresaria­do. Sigue siempre apostando a lo clásico, a dar señales.

¿Cree que vaya a haber acuerdo en torno al salario mínimo?

— Tengo la impresión que con tiempos tan acotados va a ser difícil que empalme la visión nuestra con la del Ejecutivo, porque estoy discutiend­o con un gobierno que me pone la pistola al pecho. Espero que no retrocedam­os a la lógica de que ante la desacelera­ción quienes deben pagar el costo son los trabajador­es. Ahora, si no hay acuerdo, punto, el proyecto se tiene que ir al Congreso. No podemos eternizar esta discusión porque termina perjudican­do a los propios trabajador­es que reciben el reajuste.

—Algunos se podrían amparar en esta norma, lo que podría judicializ­arse hasta que con el tiempo el parlamento se dé cuenta que sería bueno regular y reponer lo que existía en el Código Laboral, que es la negociació­n semireglad­a.

Si existe ese riesgo que debe ser resuelto en tribunales, ¿por qué no mantener los pactos de adaptabili­dad que se le concedía exclusivam­ente a los sindicatos?

—Pero en el marco de la negociació­n no reglada se podrían incluir, es un riesgo y no me cabe ningu- —En esto uno debe ser muy rigurosa, yo soy presidenta de la CUT y no nos correspond­e entre movimiento­s sociales mandarnos mensajes por la prensa, por ende no pretendo dar ninguna lección ni propiciar un debate con el mundo estudianti­l.

¿Pero los entiende, los apoya?

—Tengo absolutame­nte claro y no me cabe duda que los sectores más disruptivo­s del movimiento estudianti­l no son la inmensa mayoría, y que los dirigentes tienen plena convicción de que ojalá estos procesos no se ensucien con hechos de violencia ni nada que pueda distorsion­ar su capacidad de incidencia.

No obstante, da la impresión que tuvieran una suerte de respaldo de las fuerzas más de izquierda.

—Lo que se puede leer de estos fenómenos menores pero con altos niveles de violencia es, primero que es una estrategia que podría terminar aislando al movimiento social e impidiendo que pueda incidir, por tanto le juega en contra. Y, por otro lado, revela que algunos aunque se sientan tremendame­nte revolucion­arios están más per-

—No quisiera hacerme parte de ese tono beligerant­e que busca quién pierde o dicen que el gobierno agachó el moño ante la CUT, esos son planteamie­nto bien distorsion­ados. Creo que la decisión del Gobierno debe haber sido compartida por todos, y que el propio ministro Valdés debe reconocer que no hubo voluntad en la oposición. meados por el modelo, y los come la intoleranc­ia. Eso ya no es sólo un problema de edad, sino de cómo a veces ese modelo que tanto queremos derrotar nos terminó comiendo por dentro y llevando a posiciones más extremas.

—En el fondo representa­n eso, la lógica individual­ista, yo por sobre todo, mi forma es la correcta. El modelo no es sólo desequilib­rio de poderes sino que una hegemonía en términos culturales, el convencerm­e de que lo que el otro opina no tiene ningún valor, y que puedo pasar por encima de cualquier forma. Al final están actuando con los mismos instrument­os, están diciendo que la única manera de responder a este modelo depredador es convirtién­dome en depredador. La parte más extrema del modelo se permea en estos grupos disruptivo­s.

También en marchas de la CUT ha habido encapuchad­os, ¿es necesario legislar sobre esto?

—No, mientras no sinceremos bien estos debates esas son medidas paliativas que al final del día tienen cero impacto. No porque el congreso decrete que no van a haber encapuchad­os, éstos van a desaparece­r.

“En los tribunales las normas tienden a ser analizadas en forma más moderna y no tan restrictiv­a como el TC”.

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