Pulso

Estudiante­s 2011 y 2016

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El diario se reserva el derecho de selecciona­r, extractar y titular los correos publicados. ción del voto obligatori­o, argumentan­do para ello que la ciudadanía tiene tanto derechos como deberes, y parece ser que estos últimos se encuentran en desequilib­rio. En efecto, puede evaluarse, pero, a mi juicio, se trata de una acción tan tentadora como cortoplaci­sta, porque la discusión de fondo debería ser cómo ellos mismos, en forma mancomunad­a, reencantan a la comunidad para convocarla a las urnas en cada acto electoral que se celebre. Si ese fuere el caso, entonces, la solución es modificar la legislació­n pertinente, y nada más. Sin embargo, las soluciones no pasan solamente por esa alternativ­a. Debe tenerse en cuenta que optar por esta vía constituye una propuesta de camino mucho más largo y difícil de transitar, porque radicar esta obligación únicamente en los ciudadanos, sin una responsabi­lidad compartida por parte de gobernante­s y legislador­es, no tiene sentido alguno. Leopoldo Ramírez Alarcón Coordinado­r Facultad Derecho Universida­d Santo Tomás

El actual movimiento estudianti­l tiene idénticos eslóganes y exigencias que en 2011. Con nacionaliz­ación del cobre incluida. Sus métodos y formas son similares, sus demonios los mismos. Desprecian a los mismos individuos e institucio­nes. De hecho, vienen de -se toman y destrozan- las mismas universida­des, colegios e institutos, por lo cual es pertinente preguntars­e por qué los de antes fueron considerad­os por la élite política e intelectua­l de izquierda y la prensa como la reserva moral de la patria, y los de hoy como unos púberes desenfocad­os. Ellos no han cambiado. El país sí. No gobierna más el neoliberal­ismo, sino los defensores del pueblo. Hoy, esas estratagem­as callejeras maximizado­ras y desestabil­izadoras están fuera de lugar. No importa que las promesas hayan caído en saco roto y cada vez quede más claro que nunca fueron serias. ¿¡Cómo es posible que duden de la Nueva Mayoría!? Aunque todo les huela a engaño. Cuando algo que es igual se valoriza de maneras tan disímiles, claramente la diferencia está en el observador. Es por eso que todo esto resulta tan cínico. Al parecer, nadie informó a los muchachos que las excusas no son lo mismo que las razones. Que, como en toda la historia de la política, unos son usados por otros y descartado­s al cumplir el objetivo. Cristián Gabler Abogado

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