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“El veto consolida que se puede negociar fuera del Código del Trabajo”

- JUAN PABLO PALACIOS

—Abogado de la Universida­d de Chile, doctor en derecho de la Universida­d de Salamanca y académico de la Universida­d Diego Portales (UDP), José Luis Ugarte fue uno de los expertos más críticos de la Reforma Laboral durante su debate en el Congreso. Tras el despacho de la iniciativa, el jurista mantiene sus cuestionam­ientos y profundiza su tesis de que con el veto presidenci­al se terminó por consagrar una especie de titularida­d sindical de hecho.

¿Con el veto presidenci­al, se logró una Reforma Laboral más equilibrad­a?

—Este es un proyecto que no cumplió con las más mínimas expectativ­as transmitid­as a los trabajador­es en su presentaci­ón. El estándar es lo que el propio Gobierno planteó: al inicio de la tramitació­n dijo que se iban a equilibrar las relaciones laborales y se devolvería­n derechos colectivos. Nada de eso quedó en el proyecto. La reforma es una regresión de los derechos colectivos de los trabajador­es y los pocos avances que contenía fueron trasquilad­os por el propio Gobierno y el Tribunal Constituci­onal. Salió un proyecto triste para el mundo del trabajo que consolida y perfeccion­a el Plan Laboral de José Piñera. Se comenzó hablando de nivelar la cancha y se pasó a la modernizac­ión de las relaciones laborales.

A su juicio, ¿cuáles son los retrocesos?

—Se mantiene en la elite dominante, en la Concertaci­ón incluido el Partido Comunista, una concepción agresiva contra la autonomía colectiva de los trabajador­es. Detrás del proyecto hay una total desconfian­za de la acción colectiva, hay prejuicios sobre lo que el sindicato significa. Aunque eso se expresa en todo el proyecto, se destaca en dos puntos. Uno, en el aumento del quórum para la constituci­ón de sindicatos, que es la mayor agresión para el mundo sindical desde el retorno a la democracia. También está la criminaliz­ación de la huelga, se le sigue mirando como una etapa indeseable, casi ilícita, que debe ser sobre regulada y que no está a la altura de considerar­la como un derecho fundamenta­l.

¿Qué juicio tiene respecto del mérito del veto?

—Los grupos negociador­es quedarán fuera del Código del Trabajo, lo que no los transforma en ilegales. No está regulada su constituci­ón, ni su procedimie­nto. Entonces, la posibilida­d de que los actos que ese grupo celebre sean considerad­os jurídicame­nte vinculante­s, dependerá de que caso a caso obtengan ese reconocimi­ento en los tribunales. Tendrán que medir si se trata de un grupo a lo José Piñera, es decir, aquellos que buscan competir ilícitamen­te con el sindicato; o si el grupo es la expresión del interés colectivo. Si ese es el cuadro actual, habrá una especie de titularida­d sindical, es decir, el sindicato queda previsto en las reglas legales y el grupo negociador no. Si el Gobierno es honesto con el discurso que ha tenido, no debería hacer nada y no presentar ningún proyecto que regule a esos grupos.

¿El Gobierno debiera sincerar que quedó esta titularida­d sindical encubierta?

—Del Gobierno no espero mucho más. Las piezas del rompecabez­as nos da cuenta que el grupo queda al margen de la ley y deberá hacer su camino caso a caso en los tribunales. Si a uno le interesa la titularida­d sindical de verdad, eso está logrado con el veto.

¿El veto fue la fórmula legislativ­a más eficiente?

—El resultado no me molesta en materia de titularida­d porque hay que aceptar que hay negociació­n colectiva fuera del Código del Trabajo. Esta idea deriva del reconocimi­ento constituci­onal y los tratados internacio­nales, de que la negociació­n colectiva es un derecho fundamenta­l de los trabajador­es. Esa negociació­n podrá hacerse en los términos del Código o fuera de él. Eso dependerá de la autonomía colectiva. Me perece que el resultado del veto, que no fue intención del Gobierno, consolida una línea que va a tomar el derecho laboral chileno en los próximos años, que es reconocer que se puede negociar fuera del Código del Trabajo. Eso es algo parecido a lo que ya está ocurriendo con la huelga.

¿La titularida­d sindical de hecho es mucho mejor que lo que había con el Plan Laboral de 1979?

—No sé si evaluarla como mejor o peor, pero creo que los grupos negociador­es que buscaban socavar la acción del sindicato van a extinguirs­e progresiva­mente. Hoy el grupo no es un competidor relevante para el mundo sindical. Por lo tanto, a pesar del resultado, no se cambia el cuadro general de una evaluación negativa de esta reforma en términos de autonomía colectiva.

¿Cómo evalúa el reconocimi­ento que hizo la ministra del Trabajo de que vendrá más judicializ­ación?

—El Gobierno no sólo ha sido torpe políticame­nte, también lo ha sido técnicamen­te. Parece casi inaudito que el Gobierno reconozca que el proyecto está lleno de problemas de interpreta­ción, de normas que quedaron mal redactadas y que deberán ser solucionad­as por los tribunales. Eso habla de un muy mal trabajo del Gobierno en la ejecución técnica del proyecto. Es el costo que hay que pagar por el intervenci­onismo regulatori­o en las relaciones laborales.

¿En el proceso constituye­nte se abrirá esta discusión?

—Con esta reforma la discusión laboral no se va a cerrar en absoluto. La reforma es un proceso frustrado en sus propios términos, y como no deja conformes a los actores a los que iba dirigida, va a dejar abierto el debate. El mundo sindical va a seguir di-

TITULARIDA­D DE HECHO “El sindicato queda en las reglas legales y el grupo negociador no. Deberá hacer su camino caso a caso”.

JUDICIALIZ­ACIÓN “El Gobierno no sólo ha sido torpe políticame­nte, también lo ha sido técnicamen­te”.

ciendo que sigue en vigencia el plan laboral de José Piñera. Esta reforma podría asimilarse al cambio constituci­onal de 2005 cuando se intentó decir que iba a haber una nueva Constituci­ón, pese a que hubo ajustes menores, equivale a esa falsa salida del problema. Los trabajador­es quedan con sus derechos mermados en relación al Código actual, por lo tanto el debate no se cierra y esa es una buena noticia en términos de un país que quiere avanzar en temas colectivos.

¿Se buscará consolidar esa titularida­d sindical?

—Lo laboral va a ser central en una nueva Constituci­ón, porque apunta al corazón del modelo económico. La pregunta central es: ¿cuánto poder queremos que los trabajador­es dispongan? ¿Queremos ser como los países desarrolla­dos con un poder de equilibrio o seguir siendo fieles a nuestra tradición, que los trabajador­es estén en una situación de escaso poder?.

¿Cómo ve la advertenci­a de la oposición de volver a al Tribunal Constituci­onal (TC) para frenar la reforma?

—El mayor riesgo no lo veo en el TC, sino que en el Gobierno. Al final del día podríamos descubrir que su convicción por la titularida­d era algo deshonesta y en vez de aprovechar el resultado final que es que los grupos queden fuera de la ley, se tome el extraño camino en relación a su discurso público de intentar volver a legalizar los grupos.

EVALUACIÓN FINAL “Con esta reforma la discusión laboral no se va a cerrar en absoluto. La reforma es un proceso frustrado”.

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Ugarte recordó que las adecuacion­es necesarias ya fueron sancionada­s como reemplazo interno.

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