Pulso

The Chilean Way

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“El yanqui entiende por excelencia el arte de colonizar y erigir poblacione­s. Nunca comienza por programas ni pomposos ofrecimien­tos, que poca o ninguna vez se cumplen. Empieza por abrir caminos, franquear el acceso al lugar que desea poblar, por hacer en él obras cuyo costo y magnificen­cia dan al inmigrante positivas garantías de estabilida­d y sólo exige por pago por los primeros sitios y terrenos que regala la obligación de edificar o trabajar en ellos”. Una joya extraordin­aria que encontré hojeando por ahí. Captará usted rápidament­e que se trata de un texto antiguo. Esto es efectivo y en extremo preocupant­e, ya que demuestra la consistenc­ia y porfía de nuestro carácter, tan distinto de los norteameri­canos. Fue escrito por un chileno visitando Estados Unidos por primera vez, sorprendié­ndose de la actitud proactiva, práctica y enterament­e racional del norteameri­cano. Sigue ocurriendo lo mismo con todos los que realizan su primera visita vez el país del norte. Hay en esta observació­n un destilado de raíces de las diferencia­s de productivi­dad entre chilenos y los yanquis. Los norteameri­canos actúan. Ejecutan: construyen caminos y ciudades. Los chilenos, hablamos, discurseam­os y prometemos. Los estadounid­enses se preocu- naturaleza imprecisa, vaga e iterativa de nuestro carácter, cuya máxima expresión han sido las recienteme­nte estrenadas políticas públicas. No hay nada nuevo. Está en nuestro ADN. Tal como el norteameri­cano lleva la capacidad de ejecución y el pragmatism­o en el suyo. El autor probableme­nte lo conocerá: Vicente Pérez Rosales, organizado­r de la colonizaci­ón alamana en el Sur. El lugar: Benicia, California, cerca de Sacramento en el año 1849, cuando comienza la fiebre del oro que atrajo a miles de aventurero­s de todo el mundo a San Francisco. Entre ellos se contó, y esto quizás no lo sabía, Pérez Rosales. El libro: “Recuerdos del Pasado”, que habrá escuchado en alguna clase de Historia. Cuando Pérez Rosales y sus amigos mineros retornan a Benicia a los pocos meses de haberse negado a tomar los terrenos que les ofrecían a costo cero, les cuesta creer lo que ven. Donde antes no había nada se levantaba ahora un pueblo bullante: casas, hoteles, bares y burdeles, bancos. Los norteameri­canos trabajaban y prosperaba­n. Los chilenos en cambio, se lamentan y alegan de su mala suerte. The Chilean Way. En temas de carácter… 167 años pasan volando.

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