Segunda vía del Canal de Panamá
HACE POCAS semanas se inauguró la “segunda vía” del Canal de Panamá, que permite el paso de naves “post Panamax” o “neo Panamax”, es decir, naves que pueden transportar 14.000 TEU. Hasta ahora, las naves que pasaban por el Canal solo podían cargar hasta 5.500 TEU. Este es un hito histórico para nuestra república hermana. También para nuestro país, ya que el 50% de nuestras exportaciones pasan por esa gran vía marítima artificial. Hace poco se inauguró el túnel de baja altura de San Gotardo en Suiza. Hay algunas similitudes entre estos dos proyectos que vale la pena destacar, para ver si de estas y otras experiencias podemos identificar buenas prácticas en grandes proyectos de infraestructura. Ambos proyectos tardaron diez años en construirse y fueron sostenidos como política de Estado a lo largo de múltiples gobiernos. En ambos casos los proyectos no partieron mientras no fueron aprobados en sendas consultas nacionales. En ambos casos los gobiernos que impulsaron los proyectos tuvieron que adoptar medidas concretas para distribuir los beneficios entre la ciudadanía. En ambos casos se trata de obras de ingeniería de nivel mundial que amplían el límite de lo posible. Esto es, ambos tienen fines que van más allá del proyecto mismo. En el caso de Panamá, el proyecto de “largo plazo”, como diseño de política pública, es fortalecer su posición como un gran centro logístico mundial. Por ejemplo, Amazon y e-Bay están instalando grandes centros de distribución en Panamá. Lo importante para Chile es que no hay que ser Suiza para acometer proyectos como estos. Costa Rica acaba de inaugurar Reventazón, una planta hidroeléctrica de 300 MW que permitirá que 100% de la electricidad se genere con recursos renovables. Preliminarmente, podemos afirmar que grandes proyectos de infraestructura exitosos resuelven un problema bien identificado, son parte de un programa nacional de desarrollo, gozan de la aprobación explícita de la ciudadanía y conllevan un esfuerzo por compartir sus beneficios.