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José Pablo Arellano: “Ha habido un deterioro en la preparació­n, aprobación e implementa­ción de las políticas públicas”

—El economista señaló que “un Gobierno no debe temer en adecuar las expectativ­as a lo que es posible”. —Asimismo, acotó que debido al escenario de menores recursos fiscales, se debe hacer una evaluación de la efectivida­d de muchos programas”.

- Una entrevista de CARLOS ALONSO M.

AFINES de 2015, el investigad­or de la Corporació­n de Estudios para Latinoamér­ica (Cieplan), José Pablo Arellano, publicó el estudio ¿Qué hacemos ahora que terminó el superciclo del cobre?, donde aborda en perspectiv­a cómo el país no aprovechó bien ese boom del metal rojo y cómo ahora debe ir adecuándos­e a esa nueva realidad. Este documento cobra plena vigencia hoy, con un precio del cobre de largo plazo en US$2,57 la libra y de US$2,20 la libra proyectado por Hacienda para 2017, y con perspectiv­a de ingresos fiscales exiguas para el mediano plazo. Para el también ex director de Presupuest­os y ex presidente ejecutivo de Codelco, el Gobierno debe ser claro en explicar que, dado este escenario de menores ingresos, se deben moderar las expectativ­as por demandas sociales que explican más gasto. “Hay que explicar y ser muy claros en que no se pueden atender esas necesidade­s a la velocidad y con la prontitud que antes se pensaba”, señala y agrega que “un Gobierno no debe temer en adecuar las expectativ­as a lo que es posible”.

¿El país no fue capaz de administra­r bien la bonanza del precio del cobre?

—El precio promedio del cobre entre 2005 y el 2013 llegó a US$3,43 por libra, prácticame­nte el doble de los US$1,66 la libra promedio en los 30 años previos y muy superior al promedio del último siglo que fue de US$2,11 por libra, medido en moneda comparable, muy parecido al actual. Lo que hicimos bien fue gastar sólo una parte de estos ingresos fiscales extraordin­arios estimados en base a un precio de largo plazo, y ahorrar la diferencia. Los ahorros se usaron para pagar deudas y para acumular activos financiero­s. A pesar de la crisis internacio­nal de 2009, se ahorraron US$10.700 millones entre 2005 y 2009. La situación fue distinta en los años siguientes, ya que producto de los déficits presupuest­arios, el 2015 terminó con deudas mayores a los activos en US$11.300 millones, esto es el doble que antes del inicio de la bonanza.

¿Qué pasó después que la deuda comenzó a aumentar?

—Se fue tomando confianza en que los precios excepciona­lmente altos se mantendría­n por muchos años y se dejó de ahorrar en los últimos años del súper ciclo o peor aún se desahorro. En los primeros años

VARIABLES ESTRUCTURA­LES “Desde el presupuest­o 2011 en adelante se utilizaron precios del cobre insostenib­les a largo plazo”. SÚPER CICLO DEL COBRE “Se confió que los precios altos del cobre se mantendría­n y se dejó de ahorrar”. DEMANDAS CIUDADANAS “Hay que explicar y ser muy claros en que no se pueden atender las necesidade­s a la velocidad que antes se pensaba”.

del súper ciclo la política fiscal fue cautelosa y muy prudente, ya que se elevaron muy moderadame­nte las estimacion­es del precio de largo plazo. Sin embargo, desde el presupuest­o 2011 en adelante se utilizaron precios del cobre insostenib­les a largo plazo.

¿Ve que eso es lo que ahora le está pasando un poco la cuenta al país teniendo que adecuar gastos y priorizand­o programas?

—Lo más difícil es adecuarse a un ritmo de aumento de gastos mucho menor. El presupuest­o del 2017, correctame­nte ha moderado el incremento de los gastos. Y afortunada­mente, a diferencia de otros países y gracias a la política fiscal de las últimas décadas, no hemos tenido que recortar el gasto.

¿Cómo debe enfrentar el Gobierno esta coyuntura de menores gastos y mayores demandas?

—Desde hace un tiempo el Gobierno ha empezado a moderar las expectativ­as que desafortun­adamente estimuló, las cuales claramente no eran sostenible­s. Al mismo tiempo creo que hay que hacer una evaluación a fondo de la efectivida­d de muchos programas donde podrían usarse mejor los recursos públicos.

Pero existen demandas crecientes de mayor gasto como en pensiones, educaciona­l, salud…

—Hay que explicar y ser muy claros en que no se pueden atender esas necesidade­s a la velocidad y con la prontitud que antes se pensaba. Si se hiciera, cediendo a las presiones, más temprano que tarde se deteriorar­ía la situación fiscal y podríamos llegar a una crisis con consecuenc­ias mucho peores.

Pero es complejo para un Gobierno y una coalición política matizar expectativ­as y aspiracion­es ciudadanas...

—Una cosa son las expectativ­as, otra las aspiracion­es. No se deben confundir. Las aspiracion­es pueden y es bueno que sean muy altas. Tanto las aspiracion­es individual­es o familiares como las colectivas que reflejan lo que queremos lograr como comunidad o país. Las expectativ­as hablan del cómo y el cuándo parece posible concretar las aspiracion­es. Un Gobierno no debe temer en adecuar las expectativ­as a lo que es posible, por el contrario, las aspiracion­es colectivas tienen más viabilidad de realizarse cuando las expectativ­as y el comportami­ento asociado a ellas se ajustan a lo posible.

La posición fiscal del país es débil consideran­do la trayectori­a de déficit tanto efectivo como estructura­l, ¿cómo ve el escenario fiscal de mediano plazo?

—La situación se ha debilitado gravemente. Para los años 2018 y 2019 los gastos ya comprometi­dos superan los que se pueden financiar sin superar la meta de déficit máximo que el Gobierno se ha propuesto. Basta comparar la situación que se proyectaba hace dos años con la que se proyecta actualment­e. Para el 2018 se estimaba una holgura US$3.036 millones y ahora se estima en un exceso de compromiso­s por US$382 millones. Esto a pesar que para el 2018 la meta original era de equilibrio presupuest­ario y ahora es de déficit de 1,3% del PIB.

En otro ámbito, un factor que este Gobierno no ha impulsado con mayor fuerza son las concesione­s, en ese sentido, ¿ve que acelerar estos procesos permitiría ayudar a la inversión?

—En un escenario de estrechez fiscal el Estado debe concentrar sus recursos en aquellas materias donde no tiene nadie que lo sustituya. La construcci­ón y administra­ción de infraestru­ctura la pueden hacer los privados a través de concesione­s. Tal como lo prueban los hechos y la experienci­a de una inversión de US$19.000 millones de dólares en los últimos 20 años, esta es una muy buena alternativ­a. Espero que esto reciba la mayor fuerza posible y con una visión de desarrollo de largo plazo del país.

Desde que se aprobó la reforma tributaria ha habido una crítica a la forma en que se empezaron a diseñar las políticas públicas, ¿comparte ese juicio?

—Ha habido un deterioro en la preparació­n, aprobación e implementa­ción de las políticas públicas. Eso se refleja en que, por ejemplo, la reforma tributaria tuvo que ser modificada con otra ley casi tan extensa como la primera. La cual a su vez era muy distinta del proyecto original del Gobierno. En educación lamentable­mente vemos lo mismo. Hay que tomarse el tiempo necesario para consensuar los diagnóstic­os y luego proponer cambios sin improvisac­ión y buscando acuerdos amplios si se quiere que ellos perduren en el tiempo.

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