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La propuesta de Claudio Agostini para simplifica­r el sistema tributario sin bajar la recaudació­n

- CARLOS ALONSO M.

La visión de algunos expertos apunta a que el período de campaña presidenci­al forzará la discusión de volver a reformar el sistema tributario, ¿comparte ese juicio? —En enero empezarán los problemas porque las empresas ya estarán bajo algún sistema, lo que se verán más reflejado en la operación renta de abril-mayo del próximo año. Ahí empezará a entrar completame­nte en vigencia la reforma y comenzarán a aparecer los primeros problemas prácticos de implementa­ción, las que con el paso de los meses se hará cada vez más evidente. Todo esto llevará a que sea inevitable mejorar la reforma en algunas dimensione­s. Esto puede llevar a una discusión de fondo de cuál es una buena estructura tributaria para el país. Es decir, ¿ve como algo inevitable una modificaci­ón a la reforma? —La práctica forzará el cambio y ojalá lo haga en el sentido correcto. Todo esto lle- vará a que tengamos una discusión de política tributaria más profunda, en términos de cuál es la tasa adecuada; de qué regímenes especiales mantener y cuáles derogar, qué exenciones mantener. Pero existe el riesgo que la discusión se quede en una discusión chica, de cambios de formulario­s, de qué resolución del Servicio de Im- puestos Internos hay que redactar de nuevo. Por ello, esta deber ser una oportunida­d para hacer una Reforma Tributaria que ordene lo que ésta desordenó. Una de las críticas que se hace es que no hay incentivos a la inversión. —Sí, y eso lo dije desde que se aprobó la reforma. Por esto se debe crear un sistema para fomentar la inversión como la depreciaci­ón instantáne­a y también el sistema de Allowance For Corporate Equity (ACE) que reconocen una tasa de interés sobre las utilidades reinvertid­as y así incentivar la inversión. ¿Todo esto confirma que la reforma se hizo de manera desprolija? —La reforma tuvo dos problemas. Se hizo a espaldas del Congreso, en un café con galletas: no hay actas de lo que ahí se habló, y es complicado que en democracia se haya legislado un tema tan importante como el tributario entre cuatro paredes. El otro problema que tuvo es que si bien cada grupo de interés tiene su legítimo derecho a expresar sus opiniones en democracia, se terminó legislando a favor de cada grupo de interés y eso no puede ser, ya que finalmente se termina con un sistema más difícil de fiscalizar y más caro de administra­r. En ese sentido, ¿cuál sería la receta para elaborar una reforma para los próximos 20 años? —Como forma de hacer políticas tributaria­s me gusta lo que han hecho países como Australia, Inglaterra, y Estados Unidos. Esos tres países formaron un comité de expertos, todos independie­ntes, académicos multidisci­plinario compuesto por contadores, abogados tributaris­tas, economista­s expertos en temas tributario­s sin ninguna representa­ción política de interés. Ese esquema de trabajo se hace en base a datos, evidencia, estudios, experienci­a de otros países y luego se llega a un consenso. Esta me parece una experienci­a para seguir. ¿Y luego vendría la discusión más política?

—Claro, después se tiene que dar la discusión política, donde el lugar correcto es el Congreso, pero para enfrentar esa discusión uno quisiera que hubiera respaldo técnico, de evidencias, sin tener que escuchar a los grupos de interés defendiend­o su privilegio tributario con datos mentirosos y sin evidencia en sus argumentac­iones.

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