Cáncer
DONALD TRUMP es el epítome del cáncer que amenaza la democracia moderna. Así calificó David Brooks, de The New York Times, al candidato que, mientras escribo, tiene posibilidades de hacerse de la Presidencia de EEUU. El cáncer al que se refiere Brooks es el desprecio por la política. Encarnado en la irrupción de “outsiders”, en retóricas prepotentes, en el atropello al debate, en el desdén por políticas públicas sanas y en discursos odiosos. En Chile aún no estamos tan mal. El rotundo fracaso de Bachelet 2 dejó lecciones. Pues se explica por su renuncia a la acción política. Cómo no, si la retroexcavadora no fue más que una violenta imposición que derrumbó cualquier anhelo por armonizar, aunque sea de forma imperfecta, la diversidad nacional. Al arrancar, el Gobierno olvidó que vivimos en una comunidad de comunidades, donde conviven múltiples perspectivas de país. Aprendida la lección, la Presidenta explicó a los líderes de No+AFP que un acuerdo nacional requiere aunar muchas voluntades para que sea sustentable. Eso toma tiempo y diálogo. La práctica de la política es enredada, compleja y nunca deja a todos contentos. Es el peor sistema, exceptuando todos los demás, ironizó Churchill. Pero es la mejor vía que tenemos para vivir juntos. Porque reconoce la existencia simultánea de múltiples intereses, anhelos y opiniones. Los Luises Mesina o Trumps son reflejo del cáncer que acecha a las democracias modernas. Son victimarios que utilizan el insulto fácil, la mentira burda y la violencia para imponer su visión. Estos allegados a la política parten haciendo promesas irrealizables y, cosechados sus votos, entorpecen más aún el proceso democrático. En lugar de negociar y ceder para acordar una ruta común -la esencia de la política-, terminan quebrando mesas negociadoras y bloqueando acuerdos. Cuando los electores desilusionados pasan la cuenta, los dardos apuntan al sistema. Candidatos como Piñera y Lagos otorgan ciertas garantías, pero la irrupción de Guillier, Ossandón y ME-O, quienes se jactan de “no ser políticos” y pretender “quebrar con la vieja política” debe preocuparnos, pues nuestra democracia también es susceptible a los cánceres de esta época.