¿Locura?
TODOS ESTÁN locos. Tal como lo decían los Chancho en Piedra hace ya casi 20 años, hoy esa premisa vuelve a instalarse tras el triunfo de Donald Trump en EEUU. Es que no puede ser casualidad que las alternativas más excéntricas, o al menos más distantes del sentido común, estén predominando en procesos electorales tan disímiles como los comicios americanos, el Brexit del Reino Unido o los (rechazados) acuerdos de paz en Colombia. Ello también explicaría el expectante liderazgo de la ultraderecha en Francia, que enfrenta elecciones en abril del próximo año, o el auge del populista Movimiento Cinco Estrellas, el más votado en las elecciones italianas de 2013 y que tiene bajo fuerte asedio al Gobierno de centroizquierda. Esta inesperada seguidilla de batatazos al establishment demo
crático ha llevado a muchos analistas a teorizar sofisticadas construcciones sociológicas, en busca de explicaciones que permitan entender estos fenómenos. Así, algunos han planteado que las grandes capas medias se han vuelto caprichosas e insondables, fruto del proceso de modernización que han experimentado las sociedades en las últimas décadas. Otros, por su parte, han sugerido que esto no es más que la consecuencia del fin del poder como lo hemos conocido hasta ahora, el cual se ha transferido desde las viejas élites gobernantes a micropoderes veleidosos e inestables. Puede que estas y otras conjeturas algunas verdades contengan. Pero también puede que el punto sea más simple. Quizá estos episodios meramente reflejan los gritos de angustia de ciudadanos que, desesperadamente, buscan respuestas ante las dificultades y sinsabores de la modernidad. Temores y dudas que surgen de la globalización, de la inmigración, de la dilución de la identidad nacional, del terrorismo, de la corrupción, del estancamiento de las economías, del deterioro de los mercados laborales y los ingresos reales de los trabajadores, entre otros factores, que ya acumulan mucho tiempo sin soluciones efectivas. Ni de los gobiernos nacionales ni de los organismos multilaterales. Por eso, la única locura en realidad sería la de las élites que prefieran menospreciar o ignorar estas expresiones. Que por cierto en Chile, a nuestra manera, están muy presentes.