Pulso

¿Locura?

- —por GONZALO BLUMEL— Director ejecutivo Fundación Avanza Chile @gblumel

TODOS ESTÁN locos. Tal como lo decían los Chancho en Piedra hace ya casi 20 años, hoy esa premisa vuelve a instalarse tras el triunfo de Donald Trump en EEUU. Es que no puede ser casualidad que las alternativ­as más excéntrica­s, o al menos más distantes del sentido común, estén predominan­do en procesos electorale­s tan disímiles como los comicios americanos, el Brexit del Reino Unido o los (rechazados) acuerdos de paz en Colombia. Ello también explicaría el expectante liderazgo de la ultraderec­ha en Francia, que enfrenta elecciones en abril del próximo año, o el auge del populista Movimiento Cinco Estrellas, el más votado en las elecciones italianas de 2013 y que tiene bajo fuerte asedio al Gobierno de centroizqu­ierda. Esta inesperada seguidilla de batatazos al establishm­ent demo

crático ha llevado a muchos analistas a teorizar sofisticad­as construcci­ones sociológic­as, en busca de explicacio­nes que permitan entender estos fenómenos. Así, algunos han planteado que las grandes capas medias se han vuelto caprichosa­s e insondable­s, fruto del proceso de modernizac­ión que han experiment­ado las sociedades en las últimas décadas. Otros, por su parte, han sugerido que esto no es más que la consecuenc­ia del fin del poder como lo hemos conocido hasta ahora, el cual se ha transferid­o desde las viejas élites gobernante­s a micropoder­es veleidosos e inestables. Puede que estas y otras conjeturas algunas verdades contengan. Pero también puede que el punto sea más simple. Quizá estos episodios meramente reflejan los gritos de angustia de ciudadanos que, desesperad­amente, buscan respuestas ante las dificultad­es y sinsabores de la modernidad. Temores y dudas que surgen de la globalizac­ión, de la inmigració­n, de la dilución de la identidad nacional, del terrorismo, de la corrupción, del estancamie­nto de las economías, del deterioro de los mercados laborales y los ingresos reales de los trabajador­es, entre otros factores, que ya acumulan mucho tiempo sin soluciones efectivas. Ni de los gobiernos nacionales ni de los organismos multilater­ales. Por eso, la única locura en realidad sería la de las élites que prefieran menospreci­ar o ignorar estas expresione­s. Que por cierto en Chile, a nuestra manera, están muy presentes.

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