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La economía chilena post-Trump, por Jorge Selaive

Se ha visto una salida de capitales de economías emergentes que también ha golpeado a Chile, probableme­nte por efecto portafolio.

- JORGE SELAIVE

bién, muy probableme­nte por efectos portafolio, a Chile. Sin embargo, el peso se ha fortalecid­o con respecto a nuestros otros socios comerciale­s. Sólo como ejemplo, casi 5% con respecto al peso mexicano y 2% con respecto al real brasileño desde el 8 de noviembre pasado. Como reflejo de aquello, el tipo de cambio multilater­al excluyendo al dólar americano se ha apreciado. Incluso el tipo de cambio real como medida más simple se ubicaría cerca de 92 (índice 1986=100) en noviembre. Nuestra economía ha perdido competitiv­idad cambiaria.

Favorable shock de términos de intercambi­o. El cobre ha escalado a nuevos niveles, en parte incorporan­do la expectativ­a de mayor demanda desde EEUU, pero también dado que ha disminuido la probabilid­ad de un ajuste brusco en el crecimient­o de China, aspecto que se venía incubando preTrump. Lo usual es pensar que ante mejores términos de intercambi­o para nuestra economía exportador­a de commoditie­s, podríamos ver más crecimient­o. Tengo algún disenso respecto a aquello, pues si bien las exportacio­nes serían empujadas en valor por un mejor precio del cobre, la inversión en el sector minero requiere firmas capitaliza­das, perspectiv­as más ciertas a futuro del país principal destino y condicione­s tributa- rias favorables. Esta combinació­n podría no estar del todo presente en esta coyuntura como para favorecer un adelantami­ento o incremento en las inversione­s mineras en lo muy próximo.

Las cuentas fiscales se ven acotadamen­te menos complejas a mediano plazo. Una relevante ejecución presupuest­aria dejaría gasto creciendo sobre 5% este año, pero en o bajo 2% en 2017. La situación fiscal permanece muy estrecha a mediano plazo, y cuesta ver cómo podríamos tener expansione­s del gasto relevantes desde 2019 en adelante sin una nueva reforma tributaria, significat­iva recuperaci­ón de la demanda interna y/o mayor PIB tendencial. y hace imperiosa una recuperaci­ón de los componente­s privados.

Crecimient­o sin novedad y aún ausente de aceleracio­nes más allá de lo visto en comercio minorista, servicios turísticos y componente­s vinculados a gasto público. Efectivame­nte el comercio minorista en bienes durables parece estar recuperánd­ose. Una combinació­n de mayor masa salarial ante retiro de la inflación y cierta recuperaci­ón de confianzas podría estar explicando esta recuperaci­ón del comercio. Aquello tendrá que lidiar hacia adelante con el mercado laboral, que se mantiene en proceso de ajuste. Lo del turismo es bienvenido, pero muy condiciona­l a la convenienc­ia de las paridades bilaterale­s, en tanto lo del gasto público tiene fecha de expiración.

Política monetaria continuarí­a encaminada hacia entrega de mayor estímulo monetario. Más allá de la inflación en combustibl­es que inyecta el alza de la paridad peso-dólar en el muy corto plazo, la apreciació­n multilater­al (excluyendo dólar americano) se torna relevante para evaluar las presiones inflaciona­rias a mediano plazo. Habría poca inflación en el futuro y cualquier justificac­ión en dirección contraria sería sólo un nuevo error del Banco Central. Que la inflación de servicios esté alta (4,1% anual) desconoce su promedio histórico (4,2% en quince años) e incluso incorpora un efecto inflaciona­rio puntual de enero pasado (alza impuesto de timbre y estampilla­s). Todos los indicadore­s analíticos de la inflación se han visto mermados. Actuar recortando la TPM no sólo ayudaría a mantener la inflación dentro del rango meta, sino que mitigaría el retiro de estímulo monetario que están generando las alzas abruptas en las tasas de interés impactadas por sus contrapart­es externas.

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