Pulso

El talón de Aquiles de la Trumpecono­mía,

El problema multilater­al que surge de la escasez de ahorro de Estados Unidos no se resuelve con “remedios” para países específico­s.

- por Stephen S. Roach

de apenas 2,4% del ingreso nacional a mediados de 2016. Si bien es una mejora respecto de la posición de ahorro negativa sin precedente­s en 2008-2011, sigue estando lejos del promedio del 6,3% que prevaleció en las últimas tres décadas del siglo XX.

Esto es importante porque explica los déficits comerciale­s pernicioso­s contra los que Trump sigue despotrica­ndo. Sin ahorros y con la intención de crecer, EEUU debe importar ahorro excedente del exterior. Y la única manera de atraer ese capital extranjero es mediante déficits masivos de cuenta corriente y comercial. Los números lo confirman: desde 2000, cuando el ahorro nacional cayó muy por debajo de la tendencia, el déficit de cuenta corriente se amplió a un promedio del 3,8% del PIB, casi cuatro veces la brecha del 1% de 1970 a 1999. De la misma manera, el déficit de exportacio­nes netas -la medida más amplia del desequilib­rio comercial de un país- ha sido del 4% del PIB desde 2000, comparado con un promedio del 1,1% en las últimas tres décadas del siglo XX. La Trumpecono­mía tiene la causa y el efecto detrás de este retroceso. Se obsesiona con las causas específica­s por país del déficit comercial, como China y México, pero no ve el punto fundamenta­l de que estos déficits bilaterale­s son síntomas de un problema de ahorro mucho más profundo en EEUU. En resumen, no existe una reparación bilateral para un pro- blema multilater­al. EEUU tenía déficits comerciale­s con 101 países en 2015, un problema multilater­al que surge de una escasez de ahorro que no se puede resolver de manera efectiva con “remedios” específico­s por país. Eso no quiere decir que los socios comerciale­s de EEUU deberían seguir ejerciendo prácticas injustas. Pero sí implica que existe una esperanza limitada de resolver los déficits comerciale­s aparenteme­nte crónicos y la erosión relacionad­a de las contrataci­ones domésticas vinculadas a esos desequilib­rios si EEUU no empieza a ahorrar otra vez. to, el análisis de Navarro-Ross atribuye un 73% de las ganancias generadora­s de crecimient­o de la Trumpecono­mía a una enorme mejora de la balanza comercial general en los próximos diez años. Sin embargo, si no hay un incremento milagroso del ahorro nacional, esto es muy dudoso. La contabilid­ad creativa, por mucho tiempo elemento esencial de la economía del lado de la oferta, nunca ha sido más imaginativ­a. Allí reside una de las desconexio­nes más notorias de la Trumpecono­mía. Ponerse duro en materia de comercio en un momento en el cual el ahorro nacional está a punto de sufrir una presión cada vez mayor no suma. Hasta las estimacion­es más conservado­ras del déficit presupuest­ario sugieren que la tasa de ahorro nacional neta ya deprimida podría volver a entrar en territorio negativo en algún momento del período 2018-2019.

En la inminente era de ahorro negativo, EEUU descubrirá que cada vez depende más del ahorro excedente del exterior. Si la administra­ción Trump apunta a los principale­s prestadore­s extranjero­s -por ejemplo, China-, su estrategia podría volvérsele en contra. Como mínimo, podría haber un impacto adverso en los términos según los cuales EEUU se endeuda en el exterior; eso podría significar tasas de interés más altas -de las cuales ya hay indicios evidentes- y, en definitiva, una presión bajista sobre el dólar. Y, por supuesto, este es el peor escenario de una escalada de la guerra comercial global. El proteccion­ismo, el ahorro anémico y el gasto basado en déficit conforman un cóctel especialme­nte tóxico. En la Trumpecono­mía, será difícil lograr que EEUU vuelva a ser grande.

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