La reforma del Código de Aguas
LA REFORMA del Código de Aguas aprobada por la Cámara de Diputados tiene como grandes ejes concentrar la propiedad de los derechos de aguas en el Estado y aumentar las facultades y atribuciones del mismo respecto de la administración y distribución del recurso. Al analizar el proyecto, es posible concluir que los promotores del cambio asumen que ante la creciente demanda y escasez, el Estado puede administrar de mejor manera el agua. A partir de estas ideas se construye una nueva institucionalidad. Lamentablemente, la reforma va en el sentido incorrecto. Los usos, la imposibilidad de transferir libremente, el carácter de concesión administrativa y la temporalidad de la misma no son ideas nuevas. Fueron implementadas con desastrosos resultados en la Reforma Agraria de Eduardo Frei Montalva. El consenso de los expertos es que el pésimo marco jurídico e institucional de las aguas creado por la Reforma Agraria contribuyó a sepultar definitivamente el desarrollo de la agroindustria nacional. La falta de certeza jurídica, los complicados sistemas de asignación del recurso y la inexistencia de un verdadero mercado de aguas sólo se tradujeron en dificultades para pequeños y medianos agricultores, así como también para otros sectores productivos. El oficialismo se negó a escuchar razones técnicas que iban en sentido contrario de su reforma y, en la práctica, primó la ideología. En lo que dice relación con el aumento de las atribuciones de la DGA, es un peligroso retorno a una concepción de Estado omnipresente, donde la burocracia termina cooptando los derechos de los ciudadanos, y donde existe un peligroso espacio para la discrecionalidad y el favoritismo político. El gran desafío para los próximos 40 años será enfrentar la escasez hídrica y el aumento en la demanda. Chile necesita invertir en infraestructura, así como un sistema adecuado de asignación, administración y uso del agua. Las soluciones propuestas por los partidarios de la reforma son obsoletas, inspiradas en una ideología estatizante y en recetas fracasadas.