Las tentaciones de una China resiliente,
Ya que EEUU mira hacia adentro, los dirigentes chinos parecen reflexionar sobre la oportunidad de un cambio global de liderazgo.
OTRO TEMOR sobre el crecimiento llegó y se fue de la economía china. Esto, por supuesto, está muy reñido con la sabiduría convencional occidental, que ha esperado por largo tiempo un aterrizaje brusco de la economía en China. Una vez más, la visión occidental falló en entender el contexto chino, un sistema resiliente que otorga una alta prima a la estabilidad.
El primer ministro, Li Keqiang, lo dijo todo en sus últimos comentarios en el reciente Foro de Desarrollo de China. He asistido a esta reunión durante 17 años consecutivos y aprendí a leer entrelíneas el discurso que presenta el primer ministro. La mayor parte del tiempo los líderes chinos permanecen fieles a su mensaje, con declaraciones bastante aburridas sobre los logros, objetivos y reformas. Este año fue diferente. Inicialmente, Li parecía apocado en sus solemnes respuestas a las preguntas de la audiencia. Pero sus puntualizaciones finales tomaron más vida y brindó una declaración no solicitada sobre la fuerza subyacente de la economía china: “No habrá ningún aterrizaje brusco”.
La señal clara de Li estuvo en sintonía con datos de los dos primeros meses de 2017: solidez en las ventas al por menor, la producción industrial, el consumo de electricidad, la producción de acero, la inversión fija y la actividad del sector servicios. Mientras tanto, las reservas de divisas se recuperaron en febrero por primera vez en ocho meses, lo que indica una disminución de salidas de capital.
Al mismo tiempo, el Banco Popular de China tomó como señal el alza en las tasas de la Reserva Federal, impulsando las tasas de política monetaria de China en unos diez puntos básicos. El BPC no habría tomado ese paso si hubiera estado demasiado preocupado por el estado subyacente de la economía china. Pero la guinda del pastel provino de los datos de comercio -es decir, el crecimiento anual de las exportaciones en 4% en enero y febrero, tras una contracción de 5,2% en el cuarto trimestre de 2016.
Llámelo el efecto Trump: el resurgimiento de los “espíritus animales” de la economía mundial en los últimos meses ha proporcionado un alivio importante para una economía china que aún sigue dependiendo en gran medida de las exportaciones. Sin embargo, mientras que el pronóstico a corto plazo para la economía china es mucho más alentador de lo que la mayoría había esperado, una sensación escalofriante de negación, que bordea la arrogancia desmesurada, parece estar entrando sigilosamente dentro del grupo estratégico de China. Ya que EEUU está mirando hacia adentro, los tomadores de decisiones chinos parecen estar reflexionando sobre la oportunidad que podría surgir de un cambio sísmico en el liderazgo mundial. Es como si China se hubiera estado preparando para llenar el vacío que deja el EEUU de Donald Trump, que declara que “primero está EEUU”.
LOS CHINOS son diligentes estudiantes de la historia. Saben que los desplazamientos en el liderazgo mundial y el poder económico son glaciales, no abruptos. No obstante, tengo la sensación de que ven las circunstancias actuales de una manera muy diferente: Trump, el gran perturbador, ha cambiado las reglas de participación para lo que había sido una globalización centrada en EEUU. Muchos en China ahora se están preguntando si esta pudiese ser una oportunidad para hacerse de las riendas del poder mundial. Pero hay otra lección de la historia que los chinos deben tener en cuenta. Como sostiene el historiador Paul Kennedy, el ascenso y la caída de las grandes potencias se produce invariablemente bajo condiciones de un “esfuerzo trascendental geoestratégico”, cuando la proyección de poder mundial de un Estado se ve socavada por la debilidad de sus fundamentos económicos domésticos. El liderazgo mundial comienza con la fuerza en el propio país, y China aún se enfrenta a un largo camino de reequilibrio y reestructuración antes de llegar a la Tierra Prometida de lo que sus líderes llaman la “nueva normalidad”.
Sin embargo, en este punto hay otra importante desconexión entre la visión dentro de China y las percepciones en Occidente. La visión desde fuera es que las reformas, es decir, los medios para el reequilibrio, se han estancado los últimos cinco años. ¿Pero es esta realmente la manera correcta de evaluar lo que está sucediendo en China?
Los resultados importan más que los grandes pronunciamientos. Desde 2007, cuando el ex primer ministro Wen Jiabao estableció el guantelete de seguridad para el reequilibrio de una economía china que se había tornado “inestable, desequilibrada, descoordinada e insostenible”, la estructura económica de China ha sufrido una dramática transformación. La participación del PIB en el denominado sector secundario (manufacturas y construcción) disminuyó de 47% en el año 2007 a 40% en 2016, mientras que la proporción del sector terciario (servicios) aumentó de 43% a casi 52%. China está realmente progresando en el camino hacia el reequilibrio.
La combinación de una capacidad de resiliencia a corto plazo y un EEUU que mira hacia adentro parece ofrecer una tentadora oportunidad para China. Sin embargo, China debe resistir las tentaciones de proyección de poder mundial y permanecer centrada en la ejecución de estrategia interna. El desafío es llevar a buen puerto la “tremenda oportunidad” que Li pregonó al negar un aterrizaje brusco. ℗
El autor es académico Universidad de Yale y ex presidente de Morgan Stanley Asia. Copyright: Project Syndicate, 2017.