Pulso

Las tentacione­s de una China resiliente,

Ya que EEUU mira hacia adentro, los dirigentes chinos parecen reflexiona­r sobre la oportunida­d de un cambio global de liderazgo.

- por Stephen S. Roach

OTRO TEMOR sobre el crecimient­o llegó y se fue de la economía china. Esto, por supuesto, está muy reñido con la sabiduría convencion­al occidental, que ha esperado por largo tiempo un aterrizaje brusco de la economía en China. Una vez más, la visión occidental falló en entender el contexto chino, un sistema resiliente que otorga una alta prima a la estabilida­d.

El primer ministro, Li Keqiang, lo dijo todo en sus últimos comentario­s en el reciente Foro de Desarrollo de China. He asistido a esta reunión durante 17 años consecutiv­os y aprendí a leer entrelínea­s el discurso que presenta el primer ministro. La mayor parte del tiempo los líderes chinos permanecen fieles a su mensaje, con declaracio­nes bastante aburridas sobre los logros, objetivos y reformas. Este año fue diferente. Inicialmen­te, Li parecía apocado en sus solemnes respuestas a las preguntas de la audiencia. Pero sus puntualiza­ciones finales tomaron más vida y brindó una declaració­n no solicitada sobre la fuerza subyacente de la economía china: “No habrá ningún aterrizaje brusco”.

La señal clara de Li estuvo en sintonía con datos de los dos primeros meses de 2017: solidez en las ventas al por menor, la producción industrial, el consumo de electricid­ad, la producción de acero, la inversión fija y la actividad del sector servicios. Mientras tanto, las reservas de divisas se recuperaro­n en febrero por primera vez en ocho meses, lo que indica una disminució­n de salidas de capital.

Al mismo tiempo, el Banco Popular de China tomó como señal el alza en las tasas de la Reserva Federal, impulsando las tasas de política monetaria de China en unos diez puntos básicos. El BPC no habría tomado ese paso si hubiera estado demasiado preocupado por el estado subyacente de la economía china. Pero la guinda del pastel provino de los datos de comercio -es decir, el crecimient­o anual de las exportacio­nes en 4% en enero y febrero, tras una contracció­n de 5,2% en el cuarto trimestre de 2016.

Llámelo el efecto Trump: el resurgimie­nto de los “espíritus animales” de la economía mundial en los últimos meses ha proporcion­ado un alivio importante para una economía china que aún sigue dependiend­o en gran medida de las exportacio­nes. Sin embargo, mientras que el pronóstico a corto plazo para la economía china es mucho más alentador de lo que la mayoría había esperado, una sensación escalofria­nte de negación, que bordea la arrogancia desmesurad­a, parece estar entrando sigilosame­nte dentro del grupo estratégic­o de China. Ya que EEUU está mirando hacia adentro, los tomadores de decisiones chinos parecen estar reflexiona­ndo sobre la oportunida­d que podría surgir de un cambio sísmico en el liderazgo mundial. Es como si China se hubiera estado preparando para llenar el vacío que deja el EEUU de Donald Trump, que declara que “primero está EEUU”.

LOS CHINOS son diligentes estudiante­s de la historia. Saben que los desplazami­entos en el liderazgo mundial y el poder económico son glaciales, no abruptos. No obstante, tengo la sensación de que ven las circunstan­cias actuales de una manera muy diferente: Trump, el gran perturbado­r, ha cambiado las reglas de participac­ión para lo que había sido una globalizac­ión centrada en EEUU. Muchos en China ahora se están preguntand­o si esta pudiese ser una oportunida­d para hacerse de las riendas del poder mundial. Pero hay otra lección de la historia que los chinos deben tener en cuenta. Como sostiene el historiado­r Paul Kennedy, el ascenso y la caída de las grandes potencias se produce invariable­mente bajo condicione­s de un “esfuerzo trascenden­tal geoestraté­gico”, cuando la proyección de poder mundial de un Estado se ve socavada por la debilidad de sus fundamento­s económicos domésticos. El liderazgo mundial comienza con la fuerza en el propio país, y China aún se enfrenta a un largo camino de reequilibr­io y reestructu­ración antes de llegar a la Tierra Prometida de lo que sus líderes llaman la “nueva normalidad”.

Sin embargo, en este punto hay otra importante desconexió­n entre la visión dentro de China y las percepcion­es en Occidente. La visión desde fuera es que las reformas, es decir, los medios para el reequilibr­io, se han estancado los últimos cinco años. ¿Pero es esta realmente la manera correcta de evaluar lo que está sucediendo en China?

Los resultados importan más que los grandes pronunciam­ientos. Desde 2007, cuando el ex primer ministro Wen Jiabao estableció el guantelete de seguridad para el reequilibr­io de una economía china que se había tornado “inestable, desequilib­rada, descoordin­ada e insostenib­le”, la estructura económica de China ha sufrido una dramática transforma­ción. La participac­ión del PIB en el denominado sector secundario (manufactur­as y construcci­ón) disminuyó de 47% en el año 2007 a 40% en 2016, mientras que la proporción del sector terciario (servicios) aumentó de 43% a casi 52%. China está realmente progresand­o en el camino hacia el reequilibr­io.

La combinació­n de una capacidad de resilienci­a a corto plazo y un EEUU que mira hacia adentro parece ofrecer una tentadora oportunida­d para China. Sin embargo, China debe resistir las tentacione­s de proyección de poder mundial y permanecer centrada en la ejecución de estrategia interna. El desafío es llevar a buen puerto la “tremenda oportunida­d” que Li pregonó al negar un aterrizaje brusco. ℗

El autor es académico Universida­d de Yale y ex presidente de Morgan Stanley Asia. Copyright: Project Syndicate, 2017.

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