Revolución de las renovables en Latinoamérica
La nueva capacidad de generación eléctrica renovable que se instala en el mundo supera año tras año a la fósil desde 2012.
RECIENTEMENTE he tenido ocasión de participar en un foro en Madrid bajo el título “La revolución de las renovables en Latinoamérica”. Que este tipo de lemas cobre carta de naturaleza al analizar el actual momento del sector energético es una buena noticia: revela que está calando entre los creadores de opinión y, por su mediación, en la sociedad, un mensaje que los operadores energéticos hace tiempo que tenemos claro: nos encontramos ya inmersos en un proceso revolucionario -en lo que tiene de transformación profunda y en ocasiones disruptiva- de transición energética entre un sistema insostenible basado en los combustibles fósiles a otro descarbonizado y sustentable, cuyo principal ingrediente serán las tecnologías renovables.
Un dato: la nueva capacidad de generación eléctrica renovable que se instala en el mundo supera año tras año a la fósil desde 2012, con un récord de 70 GW fotovoltaicos nuevos en 2016, y una nueva potencia eólica de 56 GW. Otro dato: 173 países han fijado objetivos en renovables en sus políticas energéticas. Vivimos pues una revolución energética que es particularmente patente en las regiones donde la demanda de energía aumenta de forma consistente, como América Latina, cuyo consumo eléctrico va a crecer una media del 2,2% anual hasta 2040, frente al 0,7% de los mercados maduros (OCDE), según los últimos datos de la Agencia Internacional de Energía y donde la generación renovable se multiplicará por diez -con una inversión asociada de US$600 mil millonesen los próximos 25 años.
Por vinculación cultural y afectiva, celebro especialmente que Latinoamérica cuente con ingentes recursos renovables, como el viento y el sol, generosamente distribuidos por toda la región, lo que le permitirá basar su crecimiento y su prosperidad futura en una economía verde. Latinoamérica ha sido una región pionera en la organización de subastas energéticas, que se están revelando en todo el mundo como el mecanismo favorito de los gobiernos para promover la instalación de nueva capacidad eléctrica. Ello está permitiendo demostrar nítidamente la competitividad de las renovables -en algunos casos, como en Chile, en abierta competencia con las energías fósiles- y lanzar al mercado señales de precio muy bajas, en ocasiones -me atrevo a decir- artificialmente rebajadas.
La competencia en un mercado abierto es en sí misma un mecanismo eficaz de asignación eficiente de recursos, siempre y cuando exista crecimiento de demanda y, además, las reglas del juego sean adecuadamente diseñadas para evitar efectos indeseados.
LA CARRERA un tanto alocada de récords de precios a la baja en eólica y fotovoltaica que hemos vivido en los últimos meses es positiva en la parte que responde a la impresionante reducción de costos experimentada en ambas tecnologías. Pero no lo será tanto si se demuestra que pueda ser deudora de bajas temerarias especulativas o prácticas de dumping orientadas a tomar posiciones en mercados prometedores, aun a costa de que algunos proyectos adjudicados se retrasen más de lo razonable o incluso no lleguen a ver la luz porque no cuadren las cuentas de sus promotores.
Para evitar este tipo de consecuencias, que repercutirían en la credibilidad de todo el sector renovable, es importante que la regulación de las subastas incluya mecanismos ideados para garantizar que los proyectos adjudicados se materializan. Me refiero a que su diseño esté alineado con la política energética del país -lo que supone planificar por ubicación, cantidad de energía, horario, preciotecho y otros atributos específicos, como el techo de emisiones para el mix o el contenido local en los proyectosy que las ofertas sean sobre precio por energía generada, como criterio más claro y objetivo de comparación. Me refiero también a establecer requerimientos de calificación que validen la seriedad, capacidad, experiencia y compromiso de los participantes. Mecanismos que en la fase de selección apuesten por la eficiencia económica, aporten estabilidad adecuada a la inversión y eviten la adjudicación de ofertas temerarias. Y me refiero, finalmente, a un sistema adecuado de avales y/o penalizaciones que resulte disuasorio ante potenciales aventurerismos y permita exigir responsabilidades si los adjudicatarios no cumplen con los compromisos.
En Acciona hemos realizado una clara apuesta estratégica por América Latina, donde hemos superado ya la cifra de 1.000 MW eólicos y fotovoltaicos operativos (el 75% en propiedad y el resto para clientes) con instalaciones en México, Chile y Costa Rica, y donde pensamos instalar más de 1GW adicional hasta 2020.
Este compromiso con el desarrollo de las renovables en la región se encuadra, por lo demás, en la estrategia de crecimiento ordenado, sustentable y rentable que nos hemos fijado para los próximos años, con el objetivo de construir de aquí a 2020 unos 2.000 MW renovables adicionales a los casi 9.000 MW con que contamos actualmente, y que nos convierten en el mayor operador mundial exclusivamente dedicado a las energías limpias. La revolución de las renovables ya no extraña a nadie que analice la realidad con un mínimo de criterio y sin prejuicios. Latinoamérica, y Chile en concreto, está siendo un escenario central en la transición energética al modelo sostenible del mañana. Y en Acciona estamos muy satisfechos de contar con una posición de liderazgo en este ámbito. ℗
El autor es CEO Acciona Energía.