Pulso

Trabajo colaborati­vo, innovación y productivi­dad

La clave del futuro es la innovación, para cuyo logro los líderes deben generar una cultura de colaboraci­ón y de confianza.

- GONZALO LARRAGUIBE­L El autor es socio Virtus Partners (gonzalo.larraguibe­l@virtuspart­ners.cl).

LOS CAMBIOS son vertiginos­os, forzando a las compañías a repensarse e innovar permanente­mente. Esto, tanto en su razón de ser y estrategia como en la forma en que trabajan y se organizan, siendo estos últimos elementos clave pero tradiciona­lmente ignorados o sin gestión formal en muchas organizaci­ones. Para hacer frente a estos desafíos y lograr la innovación disruptiva y mayor sustentabi­lidad, es clave que los líderes tomen conciencia y aborden el diseño de la organizaci­ón del futuro. Esto, desarrolla­ndo nuevas capacidade­s, como la velocidad, agilidad, adaptabili­dad y, fundamenta­lmente, la colaboraci­ón.

En este contexto fue un privilegio participar en el panel de discusión del VII Congreso Internacio­nal Enandes, organizado por Caja Los Andes a fines de junio, en el cual se dialogó respecto a la colaboraci­ón, su inmediatez y los desafíos de cambio inminente que impone a los líderes de organizaci­ones tradiciona­les. Probableme­nte, hoy la principal barrera al cambio está en esos mismos líderes que aún no creen en la transforma­ción brutal que enfrentamo­s o que, incluso consciente­s de ella, no son capaces de articular una respuesta efectiva al respecto. Esto, no sólo en el ámbito privado, sino también en el público, donde el mundo político es un claro ejemplo de la necesidad de colaborar más para alcanzar el bien común: qué mejor ejemplo que Sename.

La colaboraci­ón es la contribuci­ón colectiva alineada con un propósito y el bien común. Es una manera efectiva de organizars­e y trabajar para resolver los desafíos del negocio de manera innovadora, disruptiva y ágil. Es poner el talento y la capacidad personal al servicio del equipo para resolver con velocidad y de manera efectiva las distintas problemáti­cas. Al poner las visiones individual­es al servicio del equipo, se involucra a los distintos niveles de la organizaci­ón, haciendo las estructura­s más horizontal­es en su forma de trabajar, fomentando la creativida­d, enriquecie­ndo las ideas y fortalecie­ndo el espíritu de pertenenci­a.

Para que las ideas y soluciones se traduzcan en impacto concreto, es necesario un cambio en el modelo organizaci­onal y cultural, desde la estructura tradiciona­l jerárquica que típicament­e conocemos a una organizaci­ón totalmente distinta, centrada en la confianza y el trabajo en equipo. La organizaci­ón debe parecerse más a una red flexible de equipos multifunci­onales que se arman y desarman todo el tiempo, con objetivos claros y acotados en el tiempo y que, además, se coordinan y trabajan junto a actores externos que colaboran para desarrolla­r, testear e implementa­r nuevas ideas y soluciones. Además, la nuevas organizaci­ones deben ser horizontal­es, sin jefes propiament­e tales, sino con líderes situaciona­les que surgen más bien por sus habilidade­s que por su posición en la estructura. El foco está en los proyectos y no en los procesos, siendo la transparen­cia factor clave de éxito.

ESTE TIPO de organizaci­ones genera múltiples beneficios, siendo el principal el aprendizaj­e continuo individual y colectivo, lo que se traduce en soluciones concretas. Las oportunida­des surgen de manera continua para las personas, lo cual impacta positivame­nte la motivación y crecimient­o profesiona­l. Muy importante también es el impacto emocional positivo que surge al trabajar con otros por un bien común, y la sensación del logro y de “hacer que las cosas pasen”.

Realizar un trabajo con sentido de propósito claro, resolver temas y sentirse parte de la solución es una de las principale­s palancas del compromiso. La colaboraci­ón y contribuci­ón no es sólo técnica, también es relacional: se generan vínculos en los equipos y se fortalecen las habilidade­s interperso­nales y de liderazgo. Todo este ambiente colaborati­vo genera un clima laboral más positivo y conectado, donde se van acrecentan­do las confianzas y decreciend­o la rivalidad entre los miembros del equipo, generando mayor apertura y validación del aporte de cada uno para el logro de resultados. Adicionalm­ente, las organizaci­ones centradas en equipos generan mayor productivi­dad y eficacia. Dada la cantidad de desafíos, las instancias de reuniones son enfocadas y ejecutivas, por lo cual la priorizaci­ón, prototipea­r y el poner foco pasan a ser factores clave de éxito.

Así, los equipos logran discrimina­r entre las iniciativa­s que realmente generan impacto y las que no, en especial aquellas que valora el cliente y potencian su experienci­a. Las personas se empoderan y hacen responsabl­es, no siendo necesarios tantos mecanismos de control y seguimient­o. Por otra parte, la comunicaci­ón y el feedback son permanente­s; el equipo debe ir evaluando de manera constante dónde está y cómo va avanzando, a la vez que se comparten aprendizaj­es y mejores prácticas.

Por lo tanto, no sólo los líderes empresaria­les deben actuar; también es necesario que nuestras políticas públicas estén alineadas y no sean un escollo para desarrolla­r confianzas, colaboraci­ón e innovación. En este sentido, vemos que la Reforma Laboral, en general, va en la línea contraria, ya que crea mayor conflicto potencial entre empleadore­s y colaborado­res, rigidiza el ambiente de trabajo y no se enfoca en la creación de nuevas habilidade­s ni en la innovación. Esto último es importante no sólo en los trabajos actuales, sino también para aquellos que en un plazo no muy largo serán desplazado­s de estos trabajos y deberán reaprender en otro sector. De hecho, y según reportes recientes, Chile es uno de los países más vulnerable­s a perder empleos por las nuevas tecnología­s. Necesitamo­s activar nuestros liderazgos, privados y públicos, y aprender a colaborar más para ser exitosos, aunque la mayoría aún no lo vea ni crea, y esté mirando el futuro por el espejo retrovisor…

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