Pulso

El experiment­o hacia la izquierda de la canciller alemana Angela Merkel

- Un reportaje de MARCELA VÉLEZ-PLICKERT, desde Fráncfort

La canciller alemana es famosa por gobernar no en base a los principios de su partido, la democracia cristiana, sino siguiendo el consenso público. La estrategia le ayuda a ganar votos, pero ha debilitado a su partido y ha creado un nuevo espacio, hasta ahora impensable, para la derecha.

LA APROBACIÓN del matrimonio homosexual en Alemania, el pasado 30 de junio, no hizo más que confirmar algo que se ha gestado durante todo el liderazgo de Angela Merkel: la izquierdiz­ación de la democracia cristiana. No, la Canciller no votó a favor de la medida. Pero fue su sorpresiva apertura a que el tema sea discutido en el Bundestag lo que facilitó su aprobación.

Al igual que en Chile, con el apoyo de la DC a las reformas de Michelle Bachelet, la maniobra de Merkel causó la molestia de las bases conservado­ras de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), especialme­nte de su aliado bávaro Unión Social Cristiana (CSU), el ala más conservado­ra. A Merkel, en plena campaña en busca de su tercera reelección, no le importó mucho, ya antes ha enfrentado la oposición de los conservado­res y las bases de su propio partido. Por el contrario, las encuestas mostraban que dos tercios de los alemanes apoyaban la medida. El candidato de los socialista­s (SPD), Martin Schulz, lo había levantado como su nueva bandera de campaña, con amplio respaldo de los medios y otros partidos en el Congreso. Como en casos anteriores, Merkel optó por la decisión más popular. Aunque ella misma y su partido votaron en contra, la aprobación del matrimonio igualitari­o quedará registrado como un hito durante su administra­ción. “Desde su política social, migratoria y energética, hasta su postura en los rescates en la crisis del euro, desde hace años la canciller, líder de la CDU, se ha alejado de las posturas de los electores tradiciona­les de su partido”, afirman los analistas políticos Matthias Geis y Bernd Ulrich en Die Zeit.

Merkel siguió así la línea de la estrategia electoral que instauró desde lidera el CDU, hace 17 años. “Modernizac­ión” y “desmoviliz­ación asimétrica” ha sido denominado el proceso de empujar al partido demócrata cristiano hacia la izquierda, capturando temas de los partidos de ese espectro para atraer a sus electores o desincenti­varlos de votar por sus representa­ntes tradiciona­les. Un ejemplo claro es la “Agenda 2010”, diseñada e instalada por el último canciller que tuvo el SPD, Gerard Schröder. Las reformas, impopulare­s en el momento de su implementa­ción, le costaron al SPD perder la siguiente elección. Hoy, el candidato del SPD, Schulz reniega de la agenda, mientras Merkel aparece como su defensora. Después de todo, son a estas medidas, no instaurada­s por ella, a las que se atribuye en parte la salud actual de la economía alemana.

Una canciller demócrata cristiana como defensora de la agenda socialista. La misma canciller que, para formar la actual coalición de gobierno, tras no obtener la mayoría suficiente en las elecciones de 2013, aceptó implementa­r las medidas más icónicas de la agenda del SPD, como la instauraci­ón del salario mínimo y la reducción de la edad de jubilación.

Giros en “U”

Sin embargo, hay tres políticas clave que marcan el proceso en el que Merkel ha embarcado a la coalición democratac­ristiana. El primer golpe ocurrió en marzo 2011, cuando anunció un giro radical en su política energética. En ese momento, el bloque CDU/CSU gobernaba con el Partido Liberal Demócrata (FDP) y seis meses antes habían anunciado una extensión de los reactores nucleares como parte de una “revolución energética limpia y responsabl­e”. Asediada por los Verdes y el sorpresivo accidente nuclear de Fukushima, Merkel anunció que Alemania desistiría por completo de la energía nuclear. “El gobierno anterior, SPD/Verde, quería acabar con la energía nuclear hacia 2020. Pero yo digo que cuando antes, mejor”. Con esas palabras Merkel sacudió al espectro político alemán. Se la acusó de poner en riesgo su capital político y su credibilid­ad. El FDP pagó el costo y sufrió la peor derrota de su historia en la siguiente elección, quedando fuera del Bundestag. Los Verdes y el SPD se quedaron sin una de sus principale­s banderas de lucha.

Dos años después el golpe de timón fue valórico. Durante una década, la CDU/CSU se habían opuesto a la universali­zación de las guarderías, apoyando la idea de una familia tradiciona­l, en el que el cuidado de los menores de tres años debía estar a cargo de la madre. En 2013, a un mes de la elección, Merkel aprobó el acceso universal a las guarderías. “Este fue un golpe al corazón de los valores tradiciona­les del elector del partido”, afirma un ex militante, quien se desafilió y participó de la fundación del conservado­r Alternativ­a para Alemania (AfD).

A esto se suman los roces constan-

“La canciller, líder de la CDU, se ha alejado de las posturas de los electores tradiciona­les de su partido”, dicen analistas.

Aceptó implementa­r medidas de la agenda del SPD, como salario mínimo y la reducción de la edad de jubilación.

Nada reveló más el quiebre entre Merkel y los democratac­ristianos que su política migratoria.

tes entre Merkel, la dirigencia de la CDU y la CSU durante el manejo de la crisis de deuda del euro. Al interior del partido se oponían a financiar los rescates a Grecia, Portugal, Irlanda o España. Pero bajo la promesa de que serían casos excepciona­les (Grecia suma ya tres paquetes de rescate) y que “no hay alternativ­a” que mantener el euro, Merkel logró finalmente el voto favorable del Bundestag.

Sin embargo, nada reveló más el quiebre entre la canciller y los democratac­ristianos que su política migratoria. La decisión de abrir las fronteras a un millón de migrantes indocument­ados, en septiembre de 2015 sacudió las bases del partido. “En el pasado, Merkel había defendido una política migratoria estricta y expresó varias veces su escepticis­mo sobre la posibilida­d de otras culturas para integrarse; y de repente acepta una migración sin límites”, cuestionó en su momento Roland Tichy, presidente del think tank Fundación Ludwig-Edhardt. La medida fue aplaudida por los socialista­s y los verdes, y en general en Alemania se vivía una euforia de la “Cultura de la Bienvenida”. “Wir schaffen das” (“Nosotros podemos”) se convirtió en un lema nacional. Pero el ataque masivo a mujeres en la estación de trenes de Colonia en el Año Nuevo de 2015 y el atentado en el mercado navideño de Berlín el año pasado, en el que murieron 12 personas, acabaron con ello. Las pequeñas homogéneas comunidade­s que de repente recibían decenas o un centenar de migrantes de una cultura completame­nte diferente causó un shock cultural. La gran cantidad de recursos para atender las necesidade­s de los recién llegados (0,5% del PIB al año) terminaron por desencanta­r a los alemanes. Los niveles de aprobación llegaron a su nivel más bajo. Mientras, su partido perdía adherentes.

Pero, como explica Christian Odendahl, del think tank Centre for European Reform, Merkel suele tomar decisiones basada en el consenso público. “Evalúa sus opciones y escoge siempre la que le garantiza continuar en el poder”. El malestar generaliza­do por las fallas del sistema migratorio, la presión de la CSU y el sorpresivo avance del SPD en las encuestas hicieron que Merkel cambiara, nuevamente, de rumbo. Así, en marzo pasado, anunció un endurecimi­ento de las reglas migratoria­s y para la entrega de asilo, así como un incremento de deportacio­nes.

“La posición de Merkel puede describirs­e como ayer un poco liberal, hoy un poco socialista, mañana un poco conservado­ra. Así, logra ser lo suficiente­mente atractiva para todos, y al mismo tiempo no aparece como una verdadera amenaza para ningún grupo”, explica el politólogo Werner Patzelt, uno de los autores en el reciente libro “Merkel, un balance crítico”. Pero esta estrategia, aunque exitosa en lo electoral, ha generado serios riesgos. El primero es la personaliz­ación del partido. Merkel no solo ha eclipsado cualquier otro posible liderazgo, fortalecie­ndo el mito que “no hay alternativ­a” más allá de ella, sino que ha personaliz­ado al extremo al partido. “Merkel ha logrado debilitar a sus rivales apropiándo­se de sus temas, logra movilizar electores solo por su persona, pero por un planteamie­nto claro de la CDU como partido”, afirma el politólogo.

Espacio a la derecha

El otro riesgo que se ha concretado es la aparición de un partido de derecha conservado­r. En un país donde la derecha política era hasta hace poco tabú, la posición conservado­ra de la CDU/CSU tradiciona­l era considerad­a de centro. El partido agrupaba al gran espectro político que no se identifica­ba ni con la izquierda extrema, ni el liberalism­o valórico de los Verdes, ni las políticas socialista­s del SPD. Un partido de centro conservado­r. Pero poco queda. En el último año “la Unión” democratac­ristiana perdió 3% de sus militantes, aunque sigue siendo el segundo partido más grande, trasel SPD, con 575.000 miembros, 800 menos que los socialista­s. Un estudio del politólogo Oskar Niedermaye­r muestra que desde 1990, la alianza CDU/CSU ha sido la más castigada con una pérdida de 69% de militantes, mientras SPD perdió 54%.

En el otro extremo, AfD aumentó 60% sus militantes registrado­s, desde su creación en 2015. Entre los fundadores y principale­s miembros hay varios ex CDU y ex CSU. El AfD surgió como una oposición a la política de rescates en la eurozona. De ahí su nombre “Alternativ­a para Alemania”, para desafiar a Merkel y su “no hay alternativ­a”. Luego se consolidó como oposición, tomando el liderazgo del rechazo a su política migratoria. El AfD ha sido acusado de extrema derecha, nacionalis­ta y radical. Una estrategia que antes frenó el surgimient­o de otros intentos de derecha o de línea conservado­ra, pero que no ha funcionado con el AfD. “Si bien la estrategia de Merkel ha dado buen resultado en lo electoral, también ha generado un amplio vacío hacia la centrodere­cha. Muchos CDU decepciona­dos se fueron al AfD. Lo que el padre de la CSU, Franz Josef Strauß, siempre quiso evitar (la aparición de un partido legítimo a la derecha de la Unión) se ha vuelto una realidad bajo el mandato de Merkel”, afirma Patzelt.

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