Calidad versus complejidad en universidades
UNO DE LOS supuestos de la reforma educacional es que la complejidad de las universidades va naturalmente a generar una mayor calidad. Sin embargo, la evidencia no lo asegura, y por el contrario, indica que la calidad promedio puede caer. Complejidad universitaria se entiende básicamente en dos dimensiones: 1) en las actividades que realiza para avanzar de las tareas de docencia de pregrado y extensión a tareas de docencia de posgrados de orientación científica e investigación y 2) se refiere a la diversidad de disciplinas en las que participa. Las universidades complejas por excelencia son la U. de Chile y la PUC (hay otras que tienen ese mérito en un contexto regional y nacional). No se trata de crear universidades más complejas por- que sí, sino evitar en primer lugar que sean de mala calidad en las tareas que actualmente realizan. La ley actual impediría soluciones naturales, como que universidades enfocadas en docencia de pocas carreras, en vez de especializarse en hacerlo bien, fortaleciendo su calidad docente tuvieran que invertir los escasos recursos disponibles en más complejidad. Se puede argumentar que parte de los problemas del sistema universitario es una elección errada y excesiva de complejidad por parte de algunas universidades. El efecto nocivo de esta confusión se expande con las creencias implícitas de la ley respecto de las bondades de la regulación versus la autonomía de las universidades. Las universidades complejas más competitivas lo son en gran parte por la autonomía que han tenido; por lo tanto, forzar a universidades que se conviertan en complejas es lo contrario a como surgieron las dos mejores universidades. Y lo peor es que este sistema puede atentar contra las principales fortalezas de esas universidades.