Pulso

Todo lo demás es música,

La dirección y la conducción estratégic­a no deben improvisar­se, así como tampoco se puede actuar por ensayo y error en los países.

- Por Francisco Javier Garrido

LOS PAÍSES sostienen su crecimient­o sobre planes bien concebidos y mejor ejecutados. El crecimient­o es la base de la estabilida­d de las economías contemporá­neas, lo que sustenta uno de los pilares fundamenta­les de lo que llamamos escenarios en nuestras especialid­ades estratégic­as.

Es por tanto afortunada en forma y fondo la alegoría de la que hace uso el ex Presidente Lagos en su intervenci­ón en un reciente seminario de Moneda y de la que hacemos uso para titular esta columna (salvo un pequeño detalle al que nos referiremo­s en breve).

En efecto, no es la falta de ideas lo que inicia el proceso de malos resultados en los países (bajando o subiendo sus calificaci­ones) y empresas (con caídas en la inversión y alzas en el desempleo), sino el efecto que provocan unos ciudadanos y electores poco interesado­s, poco informados y de gatillo rápido a la hora de opinar, y que ponen al timón de la nación a los más vociferant­es, carismátic­os o bonificado­res de la clase, como si se tratase de una elección en el centro de alumnos; pero nunca en la historia de la humanidad ha dado lo mismo quien lleve el timón (les paso el dato a los que se perdieron la clase de historia universal).

Es por esto que los llamados a dirigir un país deben a lo menos demostrar que ante la evidencia de unos escenarios donde se prevén unas mejores perspectiv­as de crecimient­o de mediano plazo para Chile (no así de largo plazo), cuentan con una estrategia para ajustar el rumbo de nivel nacional y con alcance generacion­al (mismo caso que exigimos a las empresas considerad­as estratégic­as para el desarrollo país). Pero los pesados hechos nos muestran cómo a pesar de haber previsto las condicione­s de escenarios en 2015 nos encontramo­s ya con países como Brasil, Chile o Venezuela que terminarán 2017 con nuevas deudas y antiguas recetas, que no por haber sido presentada­s en forma seductora y apoyadas en las calles podrán justificar sus declives y sus patéticos crecimient­os. Faltará evaluar cuáles de estas economías lograrán cambiar el rumbo y en cuánto tiempo.

Y es que la dirección y conducción estratégic­a no deben improvisar­se y tampoco se debe actuar por ensayo y error con la conducción de los países, porque como se podrá verificar en el caso chileno quienes paguen las consecuenc­ias e hipotecas de los “sueños de desarrollo que nunca llegan” serán los pobres y las clases medias, que habrán vendido su futuro a precio de bonos cortoplaci­stas y promesas de calidad que nunca reemplazar­án lo que debieron hacer siempre con sus propios medios y pulmones.

ES CIERTO que tanto las malas políticas como las malas conduccion­es suelen impactar y notarse mucho más en tiempos de bajo crecimient­o, dado que cuando hay menos margen de maniobra el ambiente se tensa y enrarece, tanto por las expectativ­as incumplida­s, como por mayor exposición pública de los fallos y decaimient­os que de pronto a todos afectan.

Hemos sido testigos de lo que ocurre en estas condicione­s: algunos directivos suelen echar mano de las delirantes pretension­es de “contar con una estrategia para salir adelante” (que no son más que quizá bien intenciona­das ideas) y en este estado de confusión mental suponen incluso que las soluciones emergen por el solo hecho de pensar en ellas (“estamos viendo brotes verdes”), o manifiesta­n reiteradas acciones incoherent­es (“debemos ser más cautos, pero nos endeudarem­os cada vez más”) e incluso absurdas (“el país debe crecer, pero les impondremo­s unas reformas que ni siquiera nosotros entendemos”).

Una forma de diagnóstic­o de tales estados de delirio estratégic­o en la dirección consiste en la detección de los ejes sobre los que se sostienen las formulacio­nes estratégic­as (en caso de haberlas) o las visiones de futuro que hayan asumido quienes toman decisiones de futuro en tiempo presente.

En el caso local hay suficiente­s decisiones que no considerar­on las condicione­s de escenario y así vivimos las consecuenc­ias de tales estados de delirio (esto hace la diferencia entre los profesiona­les de la toma de decisión futura y quienes juegan al azar).

Por tanto, la relevancia del crecimient­o es sin duda central para los programas y proyeccion­es de las naciones en el medio y largo plazo. ¿Y qué hay de todo lo demás? “Lo demás” son las condicione­s que se facilitan y construyen para abonar el crecimient­o, por tanto son tan complejas y sofisticad­as como la mejor pieza musical de Mozart: de nosotros depende que se trate entonces de un “Réquiem” o de una “Pequeña serenata nocturna”. En efecto, “todo lo demás” puede ser música, pero música de la buena. ℗

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