Todo lo demás es música,
La dirección y la conducción estratégica no deben improvisarse, así como tampoco se puede actuar por ensayo y error en los países.
LOS PAÍSES sostienen su crecimiento sobre planes bien concebidos y mejor ejecutados. El crecimiento es la base de la estabilidad de las economías contemporáneas, lo que sustenta uno de los pilares fundamentales de lo que llamamos escenarios en nuestras especialidades estratégicas.
Es por tanto afortunada en forma y fondo la alegoría de la que hace uso el ex Presidente Lagos en su intervención en un reciente seminario de Moneda y de la que hacemos uso para titular esta columna (salvo un pequeño detalle al que nos referiremos en breve).
En efecto, no es la falta de ideas lo que inicia el proceso de malos resultados en los países (bajando o subiendo sus calificaciones) y empresas (con caídas en la inversión y alzas en el desempleo), sino el efecto que provocan unos ciudadanos y electores poco interesados, poco informados y de gatillo rápido a la hora de opinar, y que ponen al timón de la nación a los más vociferantes, carismáticos o bonificadores de la clase, como si se tratase de una elección en el centro de alumnos; pero nunca en la historia de la humanidad ha dado lo mismo quien lleve el timón (les paso el dato a los que se perdieron la clase de historia universal).
Es por esto que los llamados a dirigir un país deben a lo menos demostrar que ante la evidencia de unos escenarios donde se prevén unas mejores perspectivas de crecimiento de mediano plazo para Chile (no así de largo plazo), cuentan con una estrategia para ajustar el rumbo de nivel nacional y con alcance generacional (mismo caso que exigimos a las empresas consideradas estratégicas para el desarrollo país). Pero los pesados hechos nos muestran cómo a pesar de haber previsto las condiciones de escenarios en 2015 nos encontramos ya con países como Brasil, Chile o Venezuela que terminarán 2017 con nuevas deudas y antiguas recetas, que no por haber sido presentadas en forma seductora y apoyadas en las calles podrán justificar sus declives y sus patéticos crecimientos. Faltará evaluar cuáles de estas economías lograrán cambiar el rumbo y en cuánto tiempo.
Y es que la dirección y conducción estratégica no deben improvisarse y tampoco se debe actuar por ensayo y error con la conducción de los países, porque como se podrá verificar en el caso chileno quienes paguen las consecuencias e hipotecas de los “sueños de desarrollo que nunca llegan” serán los pobres y las clases medias, que habrán vendido su futuro a precio de bonos cortoplacistas y promesas de calidad que nunca reemplazarán lo que debieron hacer siempre con sus propios medios y pulmones.
ES CIERTO que tanto las malas políticas como las malas conducciones suelen impactar y notarse mucho más en tiempos de bajo crecimiento, dado que cuando hay menos margen de maniobra el ambiente se tensa y enrarece, tanto por las expectativas incumplidas, como por mayor exposición pública de los fallos y decaimientos que de pronto a todos afectan.
Hemos sido testigos de lo que ocurre en estas condiciones: algunos directivos suelen echar mano de las delirantes pretensiones de “contar con una estrategia para salir adelante” (que no son más que quizá bien intencionadas ideas) y en este estado de confusión mental suponen incluso que las soluciones emergen por el solo hecho de pensar en ellas (“estamos viendo brotes verdes”), o manifiestan reiteradas acciones incoherentes (“debemos ser más cautos, pero nos endeudaremos cada vez más”) e incluso absurdas (“el país debe crecer, pero les impondremos unas reformas que ni siquiera nosotros entendemos”).
Una forma de diagnóstico de tales estados de delirio estratégico en la dirección consiste en la detección de los ejes sobre los que se sostienen las formulaciones estratégicas (en caso de haberlas) o las visiones de futuro que hayan asumido quienes toman decisiones de futuro en tiempo presente.
En el caso local hay suficientes decisiones que no consideraron las condiciones de escenario y así vivimos las consecuencias de tales estados de delirio (esto hace la diferencia entre los profesionales de la toma de decisión futura y quienes juegan al azar).
Por tanto, la relevancia del crecimiento es sin duda central para los programas y proyecciones de las naciones en el medio y largo plazo. ¿Y qué hay de todo lo demás? “Lo demás” son las condiciones que se facilitan y construyen para abonar el crecimiento, por tanto son tan complejas y sofisticadas como la mejor pieza musical de Mozart: de nosotros depende que se trate entonces de un “Réquiem” o de una “Pequeña serenata nocturna”. En efecto, “todo lo demás” puede ser música, pero música de la buena. ℗