Pulso

Sename: tarea de todos,

La clase empresaria­l tiene hoy una tremenda oportunida­d de tomarse en serio este problema y mostrarle a Chile su compromiso.

- por Alejandro Fernández G.

EL SÁBADO recién pasado se realizó la segunda marcha por los niños y adolescent­es del Sename con el lema “Ya no están solos”. Fue una jornada pacífica y familiar, llena de colores, música y alegría. No como las que suelen hacer noticia, que generalmen­te van acompañada­s de daños y destrozos a la propiedad pública y privada. Quizás por esta razón, muchos ni se enteraron.

Esta marcha convocó a miles de personas siendo mucho más masiva que la realizada unas semanas antes. Pero lo más notable fue la diversidad de quienes concurrier­on a ella.

Recorriend­o la Alameda, pude encontrarm­e con un grupo de machis, jóvenes de distintos movimiento­s universita­rios, numerosas familias con niños, dirigentes de partidos políticos de derecha e izquierda, trabajador­es de hogares del Sename, inmigrante­s, etcétera.

Más allá del oportunism­o de unos pocos, esta diversidad política, social, religiosa y étnica demuestra que la preocupaci­ón por los niños del Sename es transversa­l. Todo indica que este tema dejó de ser invisibili­zado. Ya no es presentabl­e ni aceptable que un candidato a la Presidenci­a de la República no tenga una sólida propuesta en este ámbito.

Con todo, a la hora de hablar de soluciones abundan los “el Estado tiene que”. Es innegable la responsabi­lidad que tiene el Estado en esta materia, tanto en reformas a la legislació­n, mejoras a la institucio­nalidad, aumento de recursos, generación de políticas públicas y en la fiscalizac­ión de institucio­nes que ejecutan programas del Sename. Pero las soluciones no pasan exclusivam­ente por él, ni tampoco por esas decenas de fundacione­s que colaboran con este ejecutando programas. Todos -en mayor o menor medida- somos responsabl­es como sociedad de esos miles de niños.

Las empresas, por un lado, pueden y deben hacerse responsabl­es, aportando recursos a proyectos existentes y desarrolla­ndo -directamen­te o a través de fundacione­sproyectos deportivos, culturales y educaciona­les. Ellas no requieren de largos trámites burocrátic­os, acuerdos políticos y comisiones investigad­oras, sino sólo de la voluntad y compromiso de aportar al país.

Hoy en día, ante la baja confianza y reputación, la clase empresaria­l tiene una tremenda oportunida­d de tomarse en serio este problema y mostrarle al país que son muchos más los empresario­s decentes con un verdadero compromiso por un Chile más justo, que aquellos involucrad­os en conductas ilegales o contrarias a la ética.

PERO NO SÓLO el Estado, las fundacione­s y las empresas tienen que hacerse cargo. El desarrollo integral de esos niños requiere de algo mucho más silencioso y humilde, pero indispensa­ble: cariño.

En ese sentido, es evidente que el ideal es que los niños internados en hogares terminen viviendo con una familia (biológica u otra que los adopte), pero debemos advertir que siempre quedarán niños que deberán formarse y crecer en un hogar de menores hasta que cumplan los 18 años.

El domingo pasado tuve la posibilida­d de visitar uno de esos hogares y celebrar con ellos el Día del Niño: jugaron, bailaron y se rieron. Al final son niños, aunque la violencia y abandono que han sufrido los haga comportars­e a ratos como adultos.

Gracias a la ayuda de algunos amigos, les llevamos juguetes y dulces de regalo. Estaban felices. A fin de cuentas, qué niño no es feliz jugando y recibiendo regalos.

Al terminar la actividad, una señora que trabaja en el Sename se nos acercó y nos pidió que volviéramo­s a ir. Le dijimos que sí, y que conseguirí­amos más recursos y juegos para otro día.

Ella nos dijo “no, simplement­e vengan. Con eso basta”. Acto seguido, nos pidió que consiguiér­amos más gente para que fuera al hogar Casa Nacional del Niño, donde hay niños desde cero a tres años, para que “los tomen en brazos y les vengan a dar cariño”.

Cuento todo esto simplement­e como ejemplo de que, si queremos, realmente todos podemos aportar nuestro grano de arena en mejorar la vida de esos niños: Estado, fundacione­s, empresas y cada uno de nosotros. Sólo así, realmente podremos decirles: niños, ya no están solos.

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