Pulso

Cuidar nuestras institucio­nes,

El desafío ahora es aprovechar esta crisis para revisar el tema de las asignacion­es parlamenta­rias, de la contrataci­ón e idoneidad de los asesores e incluso de las facultades del Ministerio Público.

- por Carol Bown

POR ESTOS días, no se puede ser columnista en Chile sin escribir algo respecto del caso llamado copy paste. Es que tiene tantas aristas e implicanci­as, que seguro van más allá de lo que presumible­mente pensaron quienes lo destaparon, que algo hay que decir al respecto.

Hacer informes sin citar fuentes, pagar por asesorías que no son un aporte o disfrazar de asesorías legislativ­as otro tipo de prestación de servicios, evidenteme­nte está mal. Si un privado quiere comprar con su dinero una bolsa de humo, allá él, pero con recursos públicos, no.

Sin embargo, también está mal caer en la generaliza­ción. Porque lo que ha quedado en la opinión pública durante los últimos días es que todos los parlamenta­rios pagan cifras millonaria­s por informes copiados desde internet, los que no revisten utilidad alguna. Y eso no es así.

Conozco personalme­nte a parlamenta­rios de todas las corrientes políticas que son muy serios. Que estudian los proyectos, que se informan y asesoran adecuadame­nte antes de tomar una decisión. También conozco asesores legislativ­os de primer nivel, profesiona­les, muy preparados, que hacen su trabajo en forma seria y responsabl­e. Por ende, meterlos a todos en el mismo saco es injusto y no correspond­e.

Y hay responsabi­lidades de todos lados. Los parlamenta­rios de infordor marse como correspond­e y contratar asesorías calificada­s. Los asesores contratado­s hacer bien su trabajo y entregar informes que así lo reflejen. La unidad de control de gastos del Congreso Nacional, levantar las alertas en forma oportuna, esto es, antes de hacer los pagos que hoy se cuestionan. La prensa, informar de manera responsabl­e y sin generaliza­r. Y los fiscales, hacer su trabajo de acuerdo con las atribucion­es que les entregan la Constituci­ón y las leyes, sin atribuirse facultades que no tienen, pretendien­do transforma­rse en un ente fiscaliza- global, de prácticame­nte cualquier cosa que se les ocurra. Todas estas responsabi­lidades, mal llevadas, ponen en riesgo nuestra institucio­nalidad.

Hace rato que la credibilid­ad de los parlamenta­rios, partidos y conglomera­dos políticos está cuestionad­a por la ciudadanía. Esto evidenteme­nte no ayuda. Adicionalm­ente, cada día se escuchan más voces decir que los fiscales buscan fama y reconocimi­ento, usando el cargo como una plataforma.

El desafío ahora es aprovechar la oportunida­d generada por la crisis para revisar el tema de las asignacion­es parlamenta­rias, de la contrataci­ón de asesores, de la idoneidad de las asesorías e incluso de las facultades del Ministerio Público en la materia.

Por ejemplo, para que no se produzca este tipo de situacione­s es que en algunas legislacio­nes se contempla la prohibició­n de hacer denuncias e investigac­iones en un plazo acotado antes de las elecciones, que puedan ser utilizadas para perjudicar o beneficiar a algún candidato.

Finalmente, es de esperar que toda esta situación también sirva para evidenciar que la responsabi­lidad de cuidar nuestras institucio­nes no es sólo de los políticos, sino de todos los actores de la esfera pública, incluida la ciudadanía.

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CAROL BOWN

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