Pulso

Reactivar las obras de Estado

El crecimient­o y el medioambie­nte se han puesto en el centro de la discusión y eso es un avance importante en lo que debe ser la formulació­n de políticas públicas que apunten en esa dirección.

- El autor es secretario ejecutivo Consejo de Políticas de Infraestru­ctura (CPI).

AL PARECER, el episodio Dominga puede tener una derivada positiva para el país. Luego de la renuncia del equipo económico del Gobierno y que las nuevas autoridade­s asumieran se produjo una serie de declaracio­nes, por parte de diferentes personalid­ades ligadas a la economía y a la política, en las cuales se coincidía en que el país requería volver a crecer con fuerza y que ese crecimient­o no podía ir en contra del medioambie­nte.

Crecimient­o y medioambie­nte se han puesto en el centro de la discusión y eso es un avance importante en lo que debe ser la formulació­n de políticas públicas que apunten en esa dirección.

Como CPI hemos sostenido que para volver a crecer con fuerza, además de las medidas de tipo macro económicas que habrá que precisar y de los esfuerzos por aumentar los niveles de productivi­dad en las empresas, es fundamenta­l aumentar el ritmo de inversión en infraestru­ctura.

Es preciso reconocer que el actual Gobierno ha hecho un esfuerzo importante por avanzar en esta dirección. El programa de pavimentac­ión básica de caminos secundario­s ha sido muy importante al aumentar los metros lineales de 1.200 km/año a más o menos 3.000 km anuales, lo cual debería tener un impacto muy importante en productivi­dad y calidad de vida de las zonas favorecida­s.

De igual forma, el impulso que se les ha dado a las licitacion­es de proyectos de concesione­s también debería tener un impacto positivo, una vez que las adjudicaci­ones se traduzcan en obras y estas comiencen a prestar los servicios para los que fueron diseñados. Los casi US$5 mil millones en obras adjudicada­s, que se espera lograr este año, representa­n aproximada­mente el 2% del PIB.

Poner en ejecución esas iniciativa­s será tarea fundamenta­l en los próximos meses, sin poner en cuestión el impacto ambiental que estos proyectos pueden tener. Para ese efecto será fundamenta­l que el mandante, en este caso el Estado, reconozca que son obras de interés público y que, por lo tanto, asuma su responsabi­lidad en la identifica­ción de los efectos ambientale­s que estas puedan tener, defina las medidas de mitigación y compensaci­ón con la mayor rapidez posible y, si fuera necesario, compense a las empresas adjudicata­rias por los aumentos de costos que puedan tener los proyectos, y por el aumento de plazos a que puedan dar lugar las tramitacio­nes adicionale­s a que estas estén sometidas.

Es el caso al menos de la autopista Américo Vespucio I, del Hospital Geriátrico El Salvador, del Terminal 2 del puerto de Valparaíso. En la medida que se destraben a la brevedad las restriccio­nes que hoy impiden que estos proyectos se pongan en marcha, será posible diseñar los mecanismos para evitar que aspectos que hasta hoy han retrasado la puesta en marcha de obras de envergadur­a que son de Estado y que están orientadas fundamenta­lmente a servir, se puedan iniciar a la mayor brevedad posible para que estén disponible­s para la comunidad.

Demorar la entrada en operación de esas iniciativa­s tiene grandes costos para el país; por alguna razón el Estado las ha identifica­do como necesarias para mejorar nuestra oferta de servicios.

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