Cambiaron todas las preguntas...
LA REVOLUCIÓN tecnológica que estamos experimentando viene a enfrentarnos a una realidad donde la incerteza se transforma en el nuevo equilibrio. La globalización nos heredó el intercambio comercial, la mano de obra barata, los préstamos entre países y los tratados de libre comercio. También nos dejó claro que ya no competimos solos, sino con el resto del mundo, que incluye un capital humano altamente especializado y movilizado por ser partícipe de aquello que no ha sido creado. Chile está entrando a lo que los economistas denominan la Cuarta Revolución Industrial, una revolución que viene a cambiar las reglas del juego radicalmente, impulsada por las convergencias de tecnologías digitales, físicas y biológicas. No se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, como lo fue en el pasado la máquina a vapor, sino por la transición hacia nuevos sistemas construidos sobre la infraestructura de la revolución digital. Esto la hace compleja de dimensionar, pues el alcance irrumpirá en todas las industrias conocidas fusionando metodologías y tecnologías ya disponibles. Pero quizás el mayor desafío que trae consigo esta revolución requerirá de un modo de operar que desafiará la raíz cultural de Chile en lo más profundo, un modo que no converse de los problemas, sino de las soluciones. Que no ataque, sino que entienda. Que no tenga miedo, sino desafíos. Deberemos dejar la pregunta dónde se ha hecho antes para los libros de historia y comenzar a migrar a nuevas preguntas que nos permitan anticiparnos a esta realidad inminente; comprender cuál es la historia que estamos creando, con quién estoy compitiendo, cuáles tecnologías disponibles no estoy aplicando, cómo se implementa una gerencia de anticipación que propicie el aprendizaje continuo. Son preguntas básicas que nos permitirán tener el piso mínimo necesario para subirse a este nuevo carro, el de la Cuarta Revolución
Industrial.