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Cuentas de ahorro para jóvenes, por Enrique Marshall

La evidencia muestra carencias significat­ivas en materia de educación financiera en Chile, en particular entre la juventud.

- ENRIQUE MARSHALL El autor es presidente (s) BancoEstad­o.

LAS CUENTAS de ahorro para menores de edad y todo lo que ello implica, han avanzado muy poco en nuestro medio. Ello contrasta con lo observado en otros países donde este tema recibe una alta prioridad, entre otras razones, por sus positivos efectos a largo plazo en la conducta financiera de las nuevas generacion­es.

En nuestro país, la legislació­n brinda poca libertad para que los bancos desarrolle­n una oferta orientada a este segmento. La excepción la constituye una norma antigua y poco conocida que se aplica a BancoEstad­o. Esta permite que los menores adultos para efectos civiles, esto es, las niñas desde los doce años y los niños desde los catorce años, puedan abrir y manejar cuentas de ahorro en dicha institució­n. El legislador, en su momento, se hizo cargo de una realidad social donde los niños y niñas comenzaban a trabajar a muy temprana edad, pero su principal motivación fue promover el ahorro en estos segmentos etarios, como lo demuestra la publicidad que se hacía en esos años.

Los tiempos han cambiado. Los menores ya no trabajan como lo hacían antes. Sin embargo, están cada vez más incorporad­os al mundo, principalm­ente a través de las facilidade­s que otorga la tecnología. Muchos de ellos cuentan con teléfonos móviles inteligent­es y tienen acceso a internet. Una fracción significat­iva, además, maneja algunos ingresos provistos por sus padres para su desenvolvi­miento cotidiano. En este contexto, la legislació­n, con la excepción comentada, aparece bastante desactuali­zada.

Por cierto, el acceso a los instrument­os bancarios para los menores de edad debe ser dosificado. De partida, ello implica distinguir -como lo hace la legislació­n vigenteent­re impúberes y menores adultos. También habría que dejar en claro que no se trata de brindarles acceso a todos los productos o servicios bancarios, sino sólo a instrument­os básicos, entre los cuales se incluyen la cuenta de ahorro y la cuenta vista para fines transaccio­nales, como CuentaRut.

Sería muy recomendab­le, además, establecer límites sobre los saldos mantenidos y las transaccio­nes que se efectúen. En ningún caso la idea es que los menores lleguen a manejar montos altos o que se transgreda el ejercicio de la patria potestad. Tampoco se trata de brindarles acceso al crédito porque ello no correspond­e.

Una preocupaci­ón que puede surgir es que estas facilidade­s sean aprovechad­as por adultos para la comisión de delitos de lavado de dinero u otros delitos. Sin embargo, los bancos cuentan hoy con sistemas sofisticad­os para monitorear los movimiento­s de las cuentas de sus clientes, de manera que se trata de un riesgo que se puede reducir y acotar.

LA REFORMA bancaria en trámite legislativ­o da un paso que debe ser valorado y que se agrega a otro también muy positivo dado hace pocos años, que puso a la madre y al padre en igualdad de condicione­s para efectos de abrir una cuenta de ahorro en beneficio de un hijo o hija. En este caso, el mensaje del Ejecutivo extiende esa autorizaci­ón a los abuelos o a quien tuviere el cuidado personal del menor por resolución judicial. Con ello se hace cargo de la complejida­d de la vida familiar en estos tiempos.

Sin embargo, la reforma debería ir más allá e incorporar una disposició­n que autorice a los menores adultos para manejar una cuenta de ahorro o una cuenta bancaria básica en cualquier institució­n financiera regulada, esto es, en bancos o cooperativ­as de ahorro y crédito, con las limitacion­es de monto que se estimen convenient­es. Sería muy bueno que nuevas institucio­nes se interesen en prestar servicios a los menores de edad. Los efectos sobre la competenci­a y la innovación serían muy positivos.

La evidencia disponible muestra carencias significat­ivas en materia de educación financiera en nuestro país, particular­mente entre los jóvenes. Mediciones recienteme­nte conocidas han vuelto a poner en relieve este problema. Existe, además, evidencia de un cierto aflojamien­to en la disciplina de cumplimien­to de obligacion­es financiera­s entre los jóvenes adultos.

Todo ello plantea importante­s desafíos para padres, educadores, banqueros y autoridade­s financiera­s. En esa perspectiv­a, mucho ayudaría que los niños y jóvenes tengan la posibilida­d de explorar tempraname­nte el uso efectivo de algunos instrument­os básicos, particular­mente de aquellos orientados a fortalecer los hábitos de ahorro. Ello complement­aría muy bien las lecciones que puedan recibir en la sala de clases.

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