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Chile y mediación en Venezuela

Si el conflicto político se dirime en una elección presidenci­al en 2018, el proceso debe estar revestido de las garantías democrátic­as suficiente­s para que se manifieste la voluntad popular.

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LA SEMANA pasada, en el marco de la Asamblea General de la ONU, la Presidenta Bachelet junto con confirmar que Chile ha sido invitado como uno de los países garantes del diálogo entre Gobierno y oposición en Venezuela, señaló que la meta de cualquiera negociació­n debe apuntar a que haya elecciones presidenci­ales en 2018. Se trata sin duda de un objetivo modesto, ya que correspond­e que haya comicios el año próximo y, por tanto, asegurar que suceda sólo equivale a impedir que el Presidente Nicolás Maduro u otro representa­nte del devaluado chavismo den el paso irrevocabl­e hacia un régimen de facto, si bien lo real es que hoy Maduro gobierna en un cuadro de virtual dictadura. La posición de la mandataria converge con la demanda mínima de la oposición nucleada en la Mesa de Unidad Democrátic­a (MUD), que a la realizació­n de elecciones libres y justas -a diferencia del proceso de 2013agrega la apertura de un canal de ayuda humanitari­a y la liberación de presos políticos. No obstante la disposició­n de Bachelet y las otras naciones convocadas, existe una alta incertidum­bre acerca de la voluntad de Maduro de negociar de buena fe. La experienci­a revela que intentos previos de mediación fueron utilizados por el chavismo para ganar tiempo. Por lo mismo, Chile debe ser riguroso en exigir que el régimen garantice su disposició­n a permitir que el conflicto político se dirima en una elección verdaderam­ente democrátic­a. Hasta ahora Maduro no lo ha admitido con claridad.

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