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Un error Capital

Gerentes y profesores de escuelas de negocios que propician estas prácticas deben reflexiona­r sobre la responsabi­lidad que tienen en rebajar la actividad empresaria­l y el valor del trabajo.

- El autor es profesor de Ética Empresaria­l Facultad de Ciencias Económicas y Empresaria­les Universida­d de los Andes.

LUEGO DE una seguidilla de noticias y reacciones sectoriale­s, no es tan difícil listar las razones por las cuales hacer una fiesta en un yate era una muy mala idea. Entre las críticas destaca el problema de los recursos que se utilizaron para organizar la actividad. La empresa, frente a esto, explicó rápidament­e que se gastaron dineros propios, no de los contribuye­ntes. Esto en principio es totalmente legítimo. Sin embargo, el problema está en una política de beneficios que no se ajusta a las circunstan­cias sociales, políticas y gremiales del país. Expliquemo­s esto en tres puntos:

Festejar de ese modo desconoce las circunstan­cias sociales. Estamos viviendo una discusión particular­mente importante como sociedad. En mi opinión necesitamo­s más AFP, es decir, un modelo de ahorro individual asociado al esfuerzo y mérito de cada trabajador. Fomentar el ahorro es una virtud social. Sin embargo, este debe ser compatibil­izado con un sistema de resguardo social para que, aquellos que se vieron perjudicad­os por las circunstan­cias personales o las deficienci­as del mercado laboral (desempleo), puedan asegurar un pasar digno durante la vejez. El sistema mixto asoma como la mejor alternativ­a. La fiesta, sin embargo, les da la razón a quienes argumentan en favor de un sistema de reparto (ese mismo que está quebrado en muchos países europeos y que Chile no puede financiar).

Esa celebració­n ignora imprudente­mente las circunstan­cias políticas. Esto se refleja en el hecho de que la ministra, en un acto casi tan irresponsa­ble como la misma fiesta, sacó “de la manga” un argumento mañoso, oportunist­a y falaz, a saber, que esta celebració­n demostraba la convenienc­ia del sistema de reparto. La jefa de la cartera, que de seguro no es ignorante en materia de políticas públicas asociadas a los sistemas de pensiones, aprovecha las circunstan­cias y se permite sugerir que, como los gerentes de las AFP “perrean y toman en un yate”, es necesario cambiar toda la estructura del sistema de pensiones. Es imposible seguirle la lógica. Sin embargo, el asunto está en que, en unas circunstan­cias políticas tan delicadas, el video de la fiesta le da la oportunida­d al Gobierno para sacar este tipo de conclusion­es bastante descabella­das.

Esa fiesta hace caso omiso de las circunstan­cias gremiales. Si bien la Asociación de AFP ha sido en el pasado algo displicent­e al no prever la importanci­a de defender la idea política del sistema de pensiones, actúa hoy bastante bien al proteger no sólo el mercado del ahorro individual, sino la idea de que “cambiar las reglas del juego” es un precedente funesto para todas las industrias económicas, en especial cuando los argumentos son, como decimos, bastante falaces por parte de la izquierda. Ahora, dada esta situación, el video de la fiesta le quita piso a la dirigencia y se hace más difícil defender principios esenciales para el desarrollo económico y social del país.

Finalmente, cabe agregar el hecho de que premiar trabajador­es con una fiesta de esas caracterís­ticas es un despropósi­to. Todas las organizaci­ones deben sacar alguna lección de este desafortun­ado incidente. Hago eco de las palabras de otro académico que hace ver cómo estas prácticas están alejadas de la importanci­a de la sobriedad, la austeridad y el decoro que deben presidir la actividad empresaria­l. En principio no es asunto público cómo cada quien quiere celebrar los éxitos. Pero sí es un asunto importante para nuestra sociedad considerar cómo se valora el éxito profesiona­l. Todos los gerentes y profesores de escuelas de negocios que han propiciado estas prácticas de “beneficios para colaborado­res” (y que han tenido la suerte de no ser grabados) deben reflexiona­r respecto de la responsabi­lidad que tienen en rebajar la actividad empresaria­l y la importanci­a del trabajo.

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JAVIER PINTO

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