Automatización del Metro
Editoriales
La compañía estatal adoptó una muy buena decisión al incorporar tecnología de punta en la nueva Línea 6, aunque eso haya implicado una menor contratación de personal. Se trata de una evaluación económica correcta del proyecto la que hizo la empresa.
EN los últimos años parte del debate laboral a nivel global se ha trasladado al impacto que las nuevas tecnologías pudiesen tener en los empleos. Se ha abordado profusamente en diversas publicaciones, algunas más optimistas que otras. Incluso ya circulan listas con una serie de oficios o trabajos que serían reemplazados por máquinas cada vez más “inteligentes”.
Pero es una realidad, y las empresas que no inviertan en tecnología tendrán un duro camino por la subsistencia. En este contexto, resulta relevante que la recientemente inaugurada Línea 6 del Metro tiene un elevado nivel de automatización. Por ejemplo, cuenta con carros sin conductor y ausencia de boleterías y, por tanto, hay menos puestos laborales. Así, una empresa estatal asumió un liderazgo en la automatización y la sustitución de trabajadores por máquinas.
Es una muy buena noticia que Metro haya optado por esta alternativa, y que no haya caído en la trampa de dar unos pocos empleos más a costa de la modernización. Haber “socializado” la información para saber qué opinaban los grupos de presión, habría sido caer en ese populismo que si bien puede favorecer a unos pocos por los puestos de trabajo creados, muy probablemente terminará dañando a los usuarios en calidad de servicio o bien podría, eventualmente, afectar la sustentabilidad de la compañía.
Cualquier empresa tomaría esta decisión de avanzar en automatización de los procesos si es que la evaluación económica del proyecto resulta positiva. Y una empresa perteneciente al Estado no puede ni debe ser distinta en estas materias a una privada, debido a que debe velar por el interés social de la empresa y resguardar los recursos de sus accionistas, los que en el caso de una empresa pública, son todos los ciudadanos.
De esta manera, la administración y el directorio de Metro resolvieron de manera correcta la natural -pero también artificial- tensión existente entre el hombre (trabajadores) y la automatización.