Angustias de un hombre endeudado
IMAGINEMOS QUE usted es un hombre de cierta fortuna que además tuvo la suerte de ganarse la lotería. Llegó a tener una buena casa, propiedades y un buen sueldo. Pero, como muchas veces pasa, lo que fácil llega fácil se va, al punto que su matrimonio terminó en tribunales y su banco comenzó a inquietarse por sus recurrentes sobregiros y gastos por arriba de sus ingresos. Como decimos a veces los economistas, apartemos el velo que oculta a este hombre. Usted es el Gobierno de Venezuela y ha acumulado una deuda de US$150 mil millones, a pesar de haber disfrutado del súper ciclo de precios de las materias primas. No es la idea discutir aquí cómo se las arregló para despilfarrar esa bonanza. Simplemente consta- tar las dificultades que está teniendo Venezuela para servir una deuda que contrajo a intereses absurdamente elevados, y que ha llevado a Nicolás Maduro a la reestructuración de la deuda. La ex esposa es la oposición, y la parábola de transferirle a ella la gestión del patrimonio familiar la hago porque parece altamente improbable una reestructuración de la deuda sin un acuerdo con el grueso de los acreedores, y esto no es posible sin un cambio de conducción política y econó- mica. Las opciones que enfrenta el Gobierno son bastante claras y acotadas: seguir sirviendo la deuda pública externa a un costo que ya resulta humanamente insostenible; declarar una moratoria de pagos y arriesgar represalias de los acreedores que intentarán cobrar sus préstamos a través de la liquidación de activos del Estado en el exterior; o lograr un acuerdo de reestructuración de la deuda. Le corresponde al Gobierno decidir cuál camino tomar. Ojalá lo haga pensando en el futuro de Venezuela.