Empresario, ¿lobo que hay que matar?

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ALGUNAS PERSONAS, equivocadamente, asocian a los empresarios con la palabra lucro, estigmatizando este rubro como algo dañino, nefasto, desigual y, peor aún, casi demoniaco, enlodando el verdadero sentido de “hacer empresa”, donde precisamente el lucro inspira el logro de los objetivos, el deseo de arriesgar y poner todo para tener éxito y, como consecuencia, alcanzar beneficios económicos como señal palpable de estar haciendo un buen trabajo. Pero el lucro no es gobierno sólo de las empresas privadas, sino también de empresas públicas como Codelco, que logró utilidades de US$992 millones en 2016, y BancoEstado, que experimentó utilidades de US$421 millones en el mis- mo año. ¿Quién podría decir que este lucro fue malo? Las empresas, al igual que las notas de nuestros hijos en el colegio, deben lograr idealmente buenos rendimientos, y las utilidades son una señal de que se están haciendo bien las cosas. Los hechos aislados de colusión o corrupción no enlodan el coraje, voluntad, perseverancia y visión de muchos empresarios chilenos que arriesgan su patrimonio y prestigio por el sueño de emprender. Como no pocos por las duras fuerzas del mercado terminan perdiéndolo todo, hacer empresa es arriesgar. Los empresarios son motivo de orgullo; no importando su tamaño y riqueza, desde el quiosco de la señora Juanita hasta el grupo económico más grande, todos son héroes sin reconocimientos ni estatuas. Como bien decía Winston Churchill: “Muchos miran al empresario como un lobo que hay que matar, otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar, y muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro”.