Pulso

OPINIÓN: Vota por la gobernanza,

Tribuna Libre

- por Francisca Jünemann

NO SE PREOCUPEN, el título no es otro intento por imponer una versión femenina a todas las palabras, recargando los discursos con “todos y todas, muchos y muchas, patria y matria…” (con esa lógica, por lo demás, para ser justas con los hombres, deberíamos absurdamen­te hablar de personas y personos…). No, nada de eso. La palabra gobernanza fue para mí un descubrimi­ento. Vagando por la Real Academia Española en mi sitio web favorito, www.rae.es, me encontré con que gobernanza es “el arte de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucio­nal duradero, promoviend­o un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. Al leer esta definición me gustaron la precisión y complement­ariedad de los conceptos.

Gobernante, en cambio, es simplement­e aquel “que gobierna”. Y gobernar es conducir un país. Se puede conducir por un buen camino pavimentad­o o por un mal camino lleno de agujeros; se puede conducir hacia adelante o retrocedie­ndo; se puede conducir rápido o muy lento…, por eso me quedo con “gobernanza”: porque lograr el sano equilibrio de un país y con ello de las personas, es un arte infinitame­nte más acertado y requiere de una delicada gestión.

Gobernanza es un concepto relativame­nte nuevo -de la década de los 90- y busca dar legitimida­d al Estado establecie­ndo los elementos de una “nueva forma de gobernar”. Su búsqueda es el sano equilibrio de los diferentes sectores y poderes de un país para lograr la satisfacci­ón de las personas. Porque equilibrio es precisamen­te lo que más necesitamo­s en nuestras vidas: esa difícil armonía entre las exigencias profesiona­les, familiares y la vida personal. Esencial es para ello que las políticas, tanto públicas como privadas, se focalicen según las prioridade­s de las personas. Y en el mundo del trabajo, la prioridad de los chilenos cambió: el salario dejó de ser el principal interés de los trabajador­es, para ocupar la flexibilid­ad su lugar y, con ella, una vida de calidad.

Según un estudio de la Corporació­n Empresa y Sociedad de la CChC recién publicado, esta nueva preferenci­a laboral de los chilenos es transversa­l a hombres y mujeres y a todas las edades. Un 87% está de acuerdo con tener mayor flexibilid­ad en sus lugares de trabajo y sólo 8% está en desacuerdo. Y si bien los jóvenes son quienes más la valoran (92%), la gran mayoría de las personas de 60 o más años también la prefiere a otras condicione­s (85%). Destaca en esta encuesta la percepción sobre los beneficiad­os de una mayor flexibilid­ad laboral: 47% estima que son los trabajador­es; 38% que trabajador­es y empleadore­s, y tan sólo 12% cree que los empleadore­s son los ganadores de esta política.

En la Fundación ChileMujer­es nos gusta hablar de adaptabili­dad en vez de flexibilid­ad, porque adaptabili­dad es flexibilid­ad más formalidad. Los pactos de adaptabili­dad vigentes en nuestro Código del Trabajo desde abril de este año exigen un contrato de trabajo y un anexo del mismo que establezca los acuerdos de distribuci­ón o adecuacion­es a la jornada y del lugar alternativ­o donde prestar los servicios, dando certeza al empleador y al trabajador; creando condicione­s de continuida­d en los acuerdos; y evitando caer en relaciones laborales precarias, como sucede hoy, donde muchos de quienes trabajan con flexibilid­ad lo hacen sin contrato a través de boletas a honorarios.

TENIENDO SOBRE la mesa esta nueva prioridad laboral, debemos elegir este domingo no sólo al nuevo Presidente o Presidenta, sino también a senadores y diputados comprometi­dos con la calidad de vida de las personas. Necesitamo­s con urgencia que en esta elección ganen más mujeres, aprovechan­do la aplicación de la ley de cuotas, medida que ha obligado a fijar la mirada en mujeres muy capaces, antes invisibili­zadas en política. Urge contar en el Congreso con equipos mixtos que logren una visión global, integrador­a, que saquen adelante leyes promotoras de adaptabili­dad laboral y correspons­abilidad parental, para abrir la puerta a esas más de 200 mil mujeres que quieren trabajar remunerada­mente pero que no pueden, al no encontrar trabajos con condicione­s espaciales o temporales que se adapten a sus necesidade­s familiares. Necesitamo­s diputados y senadores que aporten a la construcci­ón de una sociedad con condicione­s de trabajos equilibrad­as, que permitan también a los niños ser criados y educados por sus propios padres y no sólo por institucio­nes.

Requerimos que todos los que determinar­án los caminos del país, dejen de ser meros conductore­s; que comprendan que su mandato requiere un trabajo muchísimo más delicado, mesurado y prudente, para lograr el sano equilibrio que nuestro país anhela, con una mirada de país a largo plazo, abandonand­o la pequeñez que con tanta frecuencia se ve en política y que ha llevado a los chilenos a desvincula­rse de ella. Precisamos, en fin, de nuevas autoridade­s que sepan de gobernanza. Aunque no hayan conocido o usado antes esta palabra, pero sí entendido su contenido y necesidad.

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