Un cambio del régimen de gobierno
EL NIVEL de fraccionamiento del próximo Congreso hace imposible creer que un sistema proporcional con mega distritos, multiplicidad de partidos y sistema de balotaje pueda convivir con un régimen de gobierno hiperpresidencialista. Los dos candidatos que pasaron a segunda vuelta contarían con minorías relativas. Sebastián Piñera y su coalición tendrían 73 parlamentarios en la Cámara de Diputados de 155 y 18 senadores de 43, lo que implica estar por debajo de los votos para aprobar leyes de quórum simple o quórum especiales. Más dramático es el caso de Alejandro Guillier, quien de ganar lo hará en la situación de mayor precariedad política en el Congreso desde el Gobierno de Jorge Alessandri, pues gobernará con una coalición que obtuvo 43 diputados -si logra sumar a los DC llega a 56- y quince senadores, que con los DC pueden llegar a 20. En simple, nadie puede construir mayorías y de hacerlo debe cruzar puentes hacia algún lado: Frente Amplio como tercera fuerza política con 20 diputados o el Frente Regionalista con otros cuatro diputados. Estas pequeñas minorías adquieren un poder de subordinación de las mayorías que puede terminar cooptando el Parlamento y con prebendas para obtener votos uno a uno por el Ejecutivo. Si bien hay evidencias comparadas contradictorias, lo cierto es que al menos debemos asumir que si la supervivencia de nuestro régimen democrático no está en juego después de esta elección, sí lo está la calidad de nuestra democracia y sus instituciones. Eso ya es argumento suficiente para detenernos a pensar si la combinación de factores (régimen presidencial-régimen proporcional-multipartidismo) no debe ser alterada para que al menos no caigamos en el inmovilismo político y el descrédito de nuestras instituciones. Urge que esto se transformen en prioridad del próximo Congreso y que el maximalismo de la discusión sobre una nueva o vieja Constitución se transforme en resolver la emergencia de un sistema político que tiende a decaer.