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Un Gobierno de unidad nacional,

Tribuna Libre Se ha señalado, con razón, que el nuevo equipo ministeria­l y de subsecreta­rios debe combinar en proporcion­es armónicas perfiles técnicos y políticos, así como también experienci­a y juventud. Una primera lectura llevaría a pensar en la prepon

- por Alejandro Fernández G.

EL PRESIDENTE electo, Sebastián Piñera, ha insistido una y otra vez en que desea realizar un Gobierno de unidad nacional. Sin duda el propósito es loable. Después de todo, si algo ha quedado claro luego de la segunda vuelta presidenci­al es que nuestra opinión pública -y para qué decir la internacio­nal- valora el clima de amistad cívica y diálogo republican­o que se ha ido instalando en el país.

Pero llevar a la práctica aquel propósito no es tarea fácil. Es sabido que Chile Vamos tiene profundas diferencia­s con la actual administra­ción, y obviamente el futuro oficialism­o destinará parte importante de sus esfuerzos a “enmendar el rumbo”, como también se ha reiterado una y otra vez. Por otro lado, independie­nte de las palabras de buena crianza de las últimas semanas, es un hecho que la oposición que deberá enfrentar el nuevo mandato de Piñera será muy dura. Basta recordar que las riendas ideológica­s y la renovación de la izquierda vienen por el lado del Frente Amplio, lo que alerta respecto de trabas políticas y legislativ­as que tendrán los sectores de centro y derecha en los años venideros.

En este escenario, ¿cómo hacer para mantener el objetivo de llevar adelante un programa propio y, al mismo tiempo, materializ­ar el anhelo de un Gobierno de unidad nacional? La pregunta no admite una única respuesta, pero cabe suponer que existen ciertos énfasis y estrategia­s cruciales que ayudarán a consolidar dicho anhelo sin naufragar en el intento.

El primero de ellos consiste en la conformaci­ón del gabinete ministeria­l. Se ha señalado, con razón, que el nuevo equipo de ministros y subsecreta­rios debe combinar en proporcion­es armónicas perfiles técnicos y políticos, así como también experienci­a y juventud. Una primera lectura puede llevar a pensar que ese equilibrio debería sostenerse en una prepondera­ncia de nuevos elementos.

Desde luego la renovación no pasa sólo por la edad, pero dar tiraje a la chimenea y poner en la primera línea política a personas entre 35 y 45 años permite no sólo oxigenar la actividad política, sino también disminuir los riesgos de una oposición pertinaz, al menos en el primer período del mandato presidenci­al.

En la medida en que se observe una presencia relevante de nuevos liderazgos se hace más difícil revivir polémicas del pasado, y aún más improbable asociar a estas personas con escándalos y episodios indeseable­s. Por lo demás, los diversos partidos de Chile Vamos cuentan con nombres de este tenor. Esto no debería ser menospreci­ado. Una nueva camada de servidores públicos contribuye a llevar adelante una agenda de unidad nacional.

UN SEGUNDO factor que puede colaborar para avanzar hacia esa finalidad guarda relación con el tipo de prioridade­s políticas que subrayará el nuevo Gobierno en los primeros meses. Chile enfrenta problemas de primer orden que no siempre han recibido la atención necesaria, y respecto de los cuales se ha desarrolla­do una clara conciencia de que deben ser abordados con la urgencia que se requiere.

El ejemplo paradigmát­ico es el drama del Sename y, en general, las dificultad­es y carencias que afectan a nuestra primera infancia. Pero no es el único tema que tiene el potencial de despertar grandes acuerdos nacionales. Algo análogo debería suceder con otras urgencias sociales, como la situación de las personas que viven en campamento­s o ciertos problemas que aquejan a la clase media vulnerable. Enfatizar estos asuntos al inicio del Gobierno también ayudará a dar vida a un Gobierno de unidad. Restarse de ellos será cada vez más complejo, sobre todo si las propuestas respectiva­s vienen antecedida­s de un buen trabajo político prelegisla­tivo que considere a expertos y miembros de la sociedad civil.

Por último, una tercera arista que puede favorecer el proyecto de unidad nacional que propugna Sebastián Piñera remite al plano más simbólico y discursivo: el tono republican­o que posibilita un proyecto de esa índole. En concreto, para dar vida a un Gobierno de estas caracterís­ticas, el Presidente electo debería, por un lado, evitar gestos o discursos que irriten gratuitame­nte a sus adversario­s; y por otro, buscar aquellos momentos e hitos que tiendan a promover este espíritu.

Las últimas semanas han mostrado un Piñera más maduro y reposado, por lo que todo indica que es probable que esta última dimensión esté cada vez más presente en su discurso y en sus acciones. Si así continúa, no hay motivos para dudar de que efectivame­nte es viable consolidar un Gobierno de unidad nacional.

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