Trans- Trib- Stein
y no hay nada más que hacer. Pero hasta el diputado Lorenzini, el más ferviente impulsor de la Reforma, quizás con algún cargo de conciencia, pide flexibilidad en la implementación. Nadie sabe por qué ni cómo llegamos hasta acá. Haciendo memoria, la cosa fue así: había que recaudar más para financiar cosas buenas como Educación. Bastaba con subir las tasas y continuar cerrando los “loopholes”. Pero a algún genio (nadie se acuerda ahora quién) se le ocurrió una muy mala idea: había que “eliminar el FUT”. En Chile transformar una idea mala en una muy buena es fácil: recuerde que tiene un “origen dictatorial”. Agréguele que se hace abuso del sistema (se hacía, aunque en forma limitada y decreciente, había que continuar fiscalizándolo) y resúmalo en una cuña: “Se financiaban casas en Cachagua con el FUT” (como me dijo el Ministro Valdés). Operará así la magia: la idea mala será ahora excelente. Eliminar el FUT significaba, en castellano antiguo, dinamitar la lógica del sistema y reemplazarlo por una genialidad de laboratorio: Un sistema de Renta Atribuida. En él, la base imponible del empresario está compuesta no sólo por sus ingresos personales, sino también por todas las utilidades de su empresa (descontando los impues- tos pagados por la compañía). De esta forma, sin importar si el empresario retiraba o reinvertía, pagaba por toda la utilidad en sus impuestos personales. Un error conceptual de infinitas proporciones que cualquier empresario que ha decidido reinvertir en vez de pagar dividendos entiende. Finalmente el 83% de las empresas quedaría en este régimen. Algunos menos irresponsables fueron capaces de entender la profunda injusticia de la Renta Atribuida y el daño que haría a la inversión. Así, se decide entrar a “La Cocina” y se inventa el Sistema Parcialmente Integrado. Se transa en mantener la lógica antigua de gravar a nivel personal sólo los dividendos (y no la reinversión), castigando en 35% el crédito del impuesto pagado por la empresa. Así llegamos hasta estos preocupantes días. Se viene la tormenta. Como siempre, los más perjudicados serán la inmensa mayoría de empresarios chicos y medianos, que no tienen un ejército de contadores y asesores para navegar en el mundo lleno de incertidumbre de Trans-Trib-Stein. Es urgente resolver este tema a fondo. El doctor Victor Frankenstein jamás pudo aniquilar a su propia creación. Nosotros debemos juntar fuerzas y hacerlo: Trans-TribStein debe morir. Y debe morir rápido.