Regulación de la industria salmonera
Tribuna Libre
Pero para poder aplicar la ley, se requería que no se otorgaran nuevas concesiones. Por ello, tanto en la Región de Los Lagos como en la de Aysén se suspendió por un período de dos años la tramitación de todas las concesiones de “peces” -no la de otras especies hidrobiológicas como algas o moluscos-, salvo aquellas que estuvieran en un estado avanzado. Además, en Los Lagos, todas las concesiones serían denegadas.
EN ESTAS condiciones, era posible iniciar el proceso de reubicación de las concesiones a lugares más aptos o fusionar concesiones, respetándose las superficies originalmente otorgadas. El objetivo era que todas fueran efectivamente útiles para producir salmonídeos. Sin embargo, dicha relocalización se volvió inviable, dado que durante esos dos años, empresas del sector solicitaron en toda la Región de Aysén concesiones de algas y choritos, ocupando todos los espacios.
De esta forma, en 2012 el Gobierno realizó nuevas modificaciones para facilitar y dar curso al proceso de relocalización, postergando de nuevo el plazo autoimpuesto e incluyendo a la Región de Magallanes, de forma de no cometer los mismos errores.
En 2015 se amplió el plazo de cierre para otorgar nuevas concesiones de acuicultura en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes y se volvieron a regular las condiciones para la relocalización de centros de cultivo: no podían sobreponerse con Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos, parques y reservas marinas, parques nacionales, áreas marinas reclamadas por pueblos originarios, áreas donde hubiera presencia de banco natural o caladero de pesca o con sectores de interés turístico definidos en la zonificación respectiva. Las nuevas condiciones territoriales aún no se terminan de definir.
Así, durante más de siete años, la industria ha permanecido expectante. Esperando que el Estado regulador le dé la importancia que le corresponde como fuente de ingreso y trabajo. Se perdió la posibilidad de tener más y mejor producción, con efectos predecibles y controlables sobre el medioambiente, porque no hubo voluntad política ni capacidades técnicas apropiadas para iniciar y terminar adecuadamente el proceso de relocalización de concesiones.
Aparentemente, y no obstante los buenos resultados económicos, el tiempo se nos acaba para llegar a ser actores relevantes en la industria agroalimenticia mundial. Chile merece una industria salmonera moderna, que cuente con la información técnica apropiada para regularizar las concesiones existentes y empezar finalmente con el proceso de relocalización. La industria cruza los dedos para que esto finalmente se cumpla dentro de los cuatro años de Gobierno.