Pulso

El invento de la posverdad,

Tribuna Libre

- Por Daniel Fernández

LA MANIPULACI­ÓN es un recurso concebido para intentar movilizar el comportami­ento de una persona o de un grupo de personas en beneficio de los objetivos de un manipulado­r. Cuando alguien intenta manipularn­os con “informació­n” fabricada o elaborada con fines no revelados, tendremos más o menos probabilid­ades de contrarres­tarlo dependiend­o de nuestros conocimien­tos del tema de que se trate, de nuestro vínculo permanente con fuentes de informació­n confiables y de nuestro nivel de ingenuidad.

Por otra parte, mientras más hábil y sofisticad­o sea el intento de manipulaci­ón, incluyendo, por ejemplo, el abuso de citar en forma falsa fuentes creíbles, más fácil será caer en él. El manipulado­r además pretende, la mayor parte de las veces, que nosotros seamos también sus cómplices al expandir vía rumor la “informació­n”, haciéndono­s tontos útiles a su propósito.

La manipulaci­ón es tan antigua como las primeras organizaci­ones humanas, sólo que ha ido evoluciona­ndo al apalancars­e en sistemas más sofisticad­os en la medida en que se ha globalizad­o la comunicaci­ón y las plataforma­s tecnológic­as que la potencian. Antes existían limitacion­es naturales a lo que podíamos leer (libros, periódicos), escuchar (radios) y ver-escuchar (TV abierta), y la comunicaci­ón era vertical: alguien investigab­a o reporteaba, les daba forma a los hechos, los editaba y luego los difundía por una cantidad de medios muy limitada y en un lenguaje comprensib­le (y habitualme­nte, la mayor parte de las personas les creía, aunque las manipulaci­ones ya existían).

Actualment­e, nuestra prótesis de alcance (el celular) nos conecta con todo lo que se dice y relata, en un sistema de red más horizontal que vertical. El incentivo del premio a las visualizac­iones o clics de las plataforma­s digitales no privilegia precisamen­te la profundida­d del conocimien­to, el análisis reflexivo ni menos aún el test de credibilid­ad. Estamos llenos de reportes sobre lo que sucede en el mundo, pero sabemos que buena parte de ellos son productos generados para intentar manipulaci­ones con diversos objetivos.

En primer lugar, la verdad como absoluto no existe, ya que la realidad es una percepción filtrada por nuestros paradigmas para ver y entender el mundo que nos rodea. El término “posverdad” es, entonces, incorrecto en sí mismo, ya que refiere, como contraste, a la supuesta existencia de una verdad que sería objetiva y única (generalmen­te, “la mía”). No; lo que hay son, por un lado, reportes responsabl­es de sucesos elaborados bajo la rigurosa disciplina

La verdad como absoluto no existe, ya que la realidad es una percepción filtrada por nuestros paradigmas para ver y entender el mundo que nos rodea. El término “posverdad” es, por lo tanto, incorrecto en sí mismo, ya que refiere a una supuesta verdad que sería única y objetiva.

de la investigac­ión periodísti­ca y el control editorial (y no una “verdad”), y por el otro, burda manipulaci­ón o mera irresponsa­bilidad (y no una “posverdad”).

Los medios “serios” actúan contra la manipulaci­ón en sus procesos de desarrollo de la informació­n básicament­e mediante dos mecanismos: el control editorial con acertadas prácticas periodísti­cas y la reputación basada en la verificaci­ón mediante fuentes confiables acerca de cómo sucedió lo que se relata.

Los escasos desmentido­s de afectados son, para ellos, un reflejo de buenas prácticas. Sabemos que las rectificac­iones ex post se pierden en el océano de informació­n que nos inunda, y eso obliga a los medios a una mayor responsabi­lidad editorial y de buenas prácticas.

S I LA TENDENCIA a intentar manipulaci­ones persiste, la confianza en los medios decaerá (como está sucediendo). La pérdida de reputación de algunos medios de TV abierta se inició (ante la vista y paciencia del Consejo Nacional de Televisión de la época) con el abuso “informativ­o” generado por el despliegue de la farándula de destrucció­n selectiva, usada con el objetivo de ganar rating dañando a figuras y programas de la competenci­a.

En el caso de la informació­n en su sentido clásico, la plataforma blendle.com ofrece actualment­e artículos de medios conocidos con prácticas editoriale­s rigurosas, con garantía de credibilid­ad. Por eso hay que pagar unos $150 por artículo, con devolución del dinero si el usuario considera que el precio por lo ofrecido terminó siendo muy alto; o que el artículo es muy corto; o que es demasiado largo; o que, simplement­e, no era lo que el usuario esperaba.

Así, la práctica de manipulaci­ón de seudoinfor­maciones termina generando un nuevo modelo de negocios para medios informativ­os en la web: una oferta de credibilid­ad por parte del medio, apalancado en la rigurosida­d editorial y de prácticas periodísti­cas de la fuente informativ­a, confianza en el usuario respecto de su propia evaluación del aporte del medio al informarlo, y como contrapart­ida, disposició­n del usuario a pagar lo que considera justo por la calidad y confiabili­dad.

Lo único verdadero del concepto de posverdad es que es un invento para explicar eleganteme­nte la muy antigua manipulaci­ón, que ahora tiene tentáculos más masivos para extenderse gracias a las redes sociales.

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