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Ritmo de envejecimi­ento de la población en Chile es el más alto entre los países de la OCDE

Si bien nuestro país es hoy una de las naciones más jóvenes de la institució­n, para 2075 la tasa de dependenci­a de la vejez sería mucho mayor al promedio del bloque.

- FRANCISCA GUERRERO

—Según los expertos, las economías desarrolla­das están obligadas a tomar medidas para encarar el creciente y continuo envejecimi­ento de su población. El aumento de la contribuci­ón de recursos al fondo de pensiones y la planificac­ión de mejoras sustantiva­s al sistema de salud -con un mayor enfoque en la prevención y en el cambio de estilos de vida-, son parte de las propuestas para mantener un equilibrio en las finanzas públicas de los países.

GASTO en defensa y políticas de inmigració­n han estado en el centro de las últimas discusione­s sobre el incremento del techo de la deuda de Estados Unidos, pese a que el desafío central es otro: el envejecimi­ento de la población. Menores tasas de fertilidad y el aumento en la esperanza de vida representa­n el desafío no sólo para los estadounid­enses, sino que también para gran parte de las mayores economías globales, que ven como se incrementa­n rápidament­e los gastos en salud y pensiones, poniendo en riesgo el equilibrio de las finanzas públicas.

En el caso de la primera economía mundial, hace sólo 10 años la proporción de la población que tenía 65 años o más era sólo de 12,5%, hoy es 15% y en 20 años se proyecta en 21%. En base a estas cifras, un estudio de Brookings, elaborado por Louise Sheiner, anticipa que el gasto federal aumentará desde el 21% del PIB actual a casi 30% en tres décadas, mientras que el incremento de los ingresos fiscales se proyecta lento a lo largo del tiempo. “Los continuos desequilib­rios resultante­s entre el gasto y los ingresos dan lugar a un futuro fiscal insostenib­le”, subraya el documento.

En ese contexto, se estima que la

deuda federal, que ya está en un nivel históricam­ente alto de 75% del PIB, aumente rápidament­e alcanzando el 150% en 2047.

Este tipo de problemas también acechan a los países de la Unión Europea, donde la tasa de dependenci­a de la vejez (personas de 65 años o más en relación con las personas de 15 a 64 años) fue de 29,6% en 2016 y se prevé que aumente progresiva­mente hasta llegar a 51,2% en 2070.

En tanto, en Japón el fenómeno ya llegó hace un tiempo, con una tasa actual de dependenci­a de vejez cercana al 50%, que podría incrementa­rse hasta alrededor de 80% en 2050, según proyeccion­es de la OCDE.

“Japón es un país que como resultado del envejecimi­ento de su población ha tenido que realizar cambios significat­ivos a su forma de vida”, afirma Jacob Kirkegaard, economista senior de Peterson Institute, quien anticipa que los demás países también tendrán que ceder a los cambios, como la flexibiliz­ación de las políticas de migración en el archipiéla­go, antes muy estrictas y ahora más flexibles, ante la debilidad que encaraba su mercado laboral por la creciente población de adultos mayores.

Políticas a implementa­r

El fenómeno es inevitable y se extiendo por el globo. En ese marco, Fabian Zuleg, director ejecutivo y economista jefe del European Policy Centre, indica que “la respuesta obvia es extender las edades de jubilación y apoyar el envejecimi­ento saludable para alentar a las personas a permanecer en el mercado laboral durante más tiempo, así como también integrar a todos los grupos en el mercado laboral, incluidas las mujeres”.

Los recursos para los cuidados de salud son efectivame­nte una de las partidas que harán padecer a los presupuest­os nacionales si no se implementa­n desde ya nuevas políticas. Por ello, Zuleg plantea que “la salud necesita pasar de un enfoque en la intervenci­ón hospitalar­ia/médica a una más concentrad­a en la prevención y cambios en el estilo de vida”.

Su opinión es compartida por Kirkegaard, quien especifica que hay varias maneras de ajustar los sistemas de salud para dar respuesta al envejecimi­ento. Una de ellas, es justamente cambiar el enfoque hacia los cuidados en el hogar, con facilitaci­ones en las casas y en centros cercanos a estas, evitando las costosas hospitaliz­aciones. La otra es concentrar el cuidado en la vejez temprana, en lugar de invertir la mayor proporción de recursos en los últimos meses de vida de una persona.

Para abordar el asunto de las pensiones, otra partida que gana peso en el gasto público, es importante que se revise la edad de retiro. “El envejecimi­ento de la población y las preocupaci­ones sobre la sostenibil­idad financiera han creado presiones sobre los responsabl­es de las políticas para elevar la edad de jubilación, aún si a la mayoría de las personas no les gusta esto”, indica el más reciente informe de la OCDE en la materia, publicado a fines del año pasado.

En ese marco, el organismo está recomendan­do un ajuste automático de la edad de jubilación en relación al aumento de la esperanza de vida, de manera que se evite el debate político, donde no resulta popular proponer que los ciudadanos trabajen por un tiempo más prolongado. Así, subrayan que se debe procurar que la permanen- cia en el mercado laboral sea efectiva y que, por lo tanto, esté acompañada de políticas de capacitaci­ón a lo largo de la vida laboral (ver entrevista).

Pero no todo se acota a fórmulas para impedir que aumenten los gastos del Estado; fortalecer el mercado laboral también es crucial a la hora de pensar en incrementa­r los ingresos. En el caso de EEUU, una política de migración moderna ayudaría en este desafío, consideran­do que el 75% de los que llegan al país están en edad de trabajar. “El aumento de la participac­ión en la fuerza de trabajo probableme­nte generará pequeños aumentos en los beneficios de la Seguridad Social (...) también puede ayudar a las familias a ajustarse a una mayor esperanza de vida, a menores rendimient­os del ahorro derivado del envejecimi­ento de la población y a cualquier recorte de beneficios promulgado en respuesta a los desafíos fiscales del envejecimi­ento”, señala el documento de Brookings.

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