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El Legado de Bachelet

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perada, pero no ha sido el peor precio que ha enfrentado el país, ya que en los primeros tres períodos de gobiernos de la Concertaci­ón el promedio del valor del metal rojo osciló en torno a US$1, y los niveles de crecimient­o fueron muy superiores al 1,8% con el que estaría cerrando esta administra­ción con un promedio para el cobre de US$2,7 la libra.

De hecho, durante el mandato de Patricio Aylwin el PIB se elevó a 7,2%, seguido por un 5,4% en el período de Eduardo Frei y por un 4,8% en el de Ricardo Lagos.

Lo que sí distinguió este escenario es que la autoridad atendiendo el promedio del cobre en US$3,6 que experiment­ó el gobierno de Sebastián Piñera, realizó una proyección de ingresos mucho más optimista para el cuatrienio. A tal punto que para ir cumpliendo con los ambiciosos compromiso­s adquiridos durante la campaña dio paso a una espiral de endeudamie­nto que según se estima terminará en 2017 con un pasivo equivalent­e a 25% del PIB.

Al recibir el gobierno, la deuda pública equivalía a 12,73% del PIB, la cual subió a 14,93% el primer año, a 17,37% el segundo y a 21,3% el tercero.

Esta combinació­n de bajo crecimient­o e incremento de la deuda fiscal asestó un fuerte golpe a La Moneda cuando a mediados del año pasado, la agencia clasificad­ora de riesgo S&P redujo la nota de Chile, la que en 25 años sólo había subido de peldaños.

“La rebaja refleja un prolongado crecimient­o económico bajo que ha perjudicad­o los ingresos fiscales, la contribuci­ón del aumento de la deuda del Gobierno y la erosión del perfil macroeconó­mico del país. Esto ha dado lugar a un modesto aumento de la vulnerabil­idad de Chile a los shocks externos”, argumentó la agencia anticipand­o un movimiento que luego replicaría­n Moody’s y Fitch.

La ralentizac­ión de la economía tuvo efectos colaterale­s evidentes, como es el deterioro del mercado laboral que si bien no mostró un salto fuerte en la tasa de desempleo como muchos analistas advirtiero­n –promedió un 6,5% entre 2014 y 2017 con un peak de 7% en junio de 2017-, significó un cambio en la conformaci­ón con un aumento sustancial de los cuenta propia y una reducción igual de evidente de los asalariado­s.

Obviamente esta combinació­n tuvo su correlato en los niveles de inversión, los que fueron descendien­do a medida que avanzaba el gobierno. Así, mientras en 2013 la Formación Bruta de Capital Fijo era de 24,8% del PIB, en 2014 se redujo a 23,2% hasta llegar a 21,9% en 2016. En su última proyección, el Banco Central anticipó que esta variable terminaría en 21,1% en 2017. Esta constante caída en un factor vital del crecimient­o preocupaba a las autoridade­s y así lo hacía ver el ministro de Hacienda de la época, Rodrigo Valdés, en octubre de 2016: “Me gustaría que tuviésemos más inversión y más ahorro en Chile, sin duda. Sí me preocupa que la inversión no tome vuelo”. Por primera vez en la historia, Chile encadenó cuatro años de decrecimie­nto en la inversión.

Más allá de las razones objetivas de la contracció­n de la minería, cuyo PIB cayó un 0,2% entre 2014 y 2016, hubo causas que enturbiaro­n el panorama, y así lo admitió el titular del Central, Rodrigo Vergara (en 2016): “La menor confianza hoy en el país, más allá de sus causas específica­s, es un freno a la inversión”.

Esta caída en la confianza que se mantuvo siempre en niveles deprimidos durante la época II de Bachelet respondió a la primera medida que impulsó: la reforma tributaria que subió los impuestos de las empresas y creó nuevos regímenes tributario­s, que en el caso de las compañías más grandes las obliga a pagar un tributo independie­nte de si sus utilidades van a financiar nuevas inversione­s o son retiradas.

Este diagnóstic­o que responsabi­lizaba a las reformas fue verificado por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), en octubre de 2016: “La nueva carga tributaria a las empresas que se impulsó para financiarl­a (reforma educaciona­l), aunque necesaria, ha golpeado la inversión”.

Debacle en Teatinos 120

La discusión de esta reforma junto a los cambios al código laboral y a la educación produjeron una serie de tensiones y roces que no sólo se reflejaron en la convivenci­a dentro de la coalición gobernante, sino que también hirieron la supremacía que desde 1990 había mostrado el Ministerio de Hacienda.

Y a poco más de un año de instalarse en Palacio, Bachelet decidió cambiar el foco de su agenda hacia un eje más moderado según los análisis de la época, implicando la salida del arquitecto de la tan despreciad­a reforma tributaria, Alberto Arenas, quien fuera considerad­o su mano derecha durante los tiempos de campaña. Esta decisión también fue gatillada por las astillas que en ese momento estaba lanzando la investigac­ión del Servicio de Impuestos Internos sobre facturas y boletas falsas, evidencian­do la niebla existente entre algunas empresas y los políticos de varios colores.

La medida fue aplaudida por el mundo privado que vio en su sucesor, Rodrigo Valdés, un cumplimien­to a sus plegarias atendido no sólo su perfil más técnico, sino que también su mayor espíritu colaborati­vo, de sintonía y de diálogo.

Pero la gestión de Valdés no fue fácil, porque lejos de la moderación que se especuló, la Presidenta siguió adelante con su programa de reformas manteniend­o el nivel de incertidum­bre en el sector privado. Vox populi fueron los entredicho­s entre la hoy senadora electa y ministra de Trabajo de la época, Ximena Rincón, y el ministro de Hacienda, que terminaron inclinando la balanza a su favor sellando una reforma laboral que ha provocado más de un dolor de cabeza en el empresaria­do.

Tanto fue el cántaro al agua, que Valdés terminó abandonand­o el gabinete tras un nuevo episodio -de muchos en los que no se sintió respaldado- cuando el Consejo de Ministros decidió no aprobar la mega inversión del proyecto Dominga. Mientras Valdés creía que era necesario enviar una señal de certidumbr­e a los privados, la Presidenta optó por el camino más “verde” desatando la renuncia masiva del equipo económico.

En definitiva, Bachelet desafió y generó nuevos récords desde 1990, no todos para romperlos nuevamente.P

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FOTO: AGENCIAUNO “Una serie de considerac­iones impiden que pueda continuar cumpliendo mi rol como ministro de Hacienda”, dijo Rodrigo Valdés, quien fue reemplazad­o por Nicolás Eyzaguirre.

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