Pulso

Chilenas con derechos: el complejo avance legislativ­o de la mujer en territorio masculino

- Un reportaje de A. CANCINO Y H. LÓPEZ

Recién en 1952, el voto en Chile fue universal y completo, vale decir, las mujeres pudieron votar en las elecciones municipale­s, parlamenta­rias y presidenci­ales. Fuimos uno de los últimos países del continente. Si bien desde 1989 que las mujeres votan más que los hombres en los comicios, en la composició­n de la Cámara y el Senado nunca han podido superar más allá del 25% de representa­ción.

EL voto y el acceso a la educación, dos derechos universale­s que hoy están plenamente garantizad­os, en algún momento de la historia de Chile contaron con el impulso de mujeres que desafiaron prejuicios y, aún peor, disputaron el mismo espacio a una histórica mayoría masculina en el Congreso.

Un buen ejemplo es que hasta el 21 de agosto de 1812, las mujeres no tenían derecho a la educación. Un decreto decidió que los conventos de monjas tendrían escuelas donde la clave de la enseñanza era la religión y aprender los “menesteres de matrona”. 48 años después, en 1860, se aprobó la idea de que la educación fuese gratuita y de acceso para hombres y mujeres, eso sí, con un pequeño matiz: para el género femenino se sustituyer­on asignatura­s claves para la formación cívica -como el ramo dedicado a la Constituci­ón política- por clases de economía doméstica y de costura.

Décadas después vendría un nuevo impulso, esta vez para conseguir el derecho a voto. En la primera mitad del siglo XX se formaron al menos dos partidos de mujeres (el Partido Demócrata Femenino y el Partido Cívico Femenino) que apuntalaro­n una lucha que consiguió sus primeros resultados en 1934, con el derecho a sufragio en elecciones municipale­s. 98 candidatas se presentaro­n en esos comicios.

Ese mismo año, las abogadas Elena Caffarena y Flor Heredia, presentaro­n un proyecto de ley para permitir la participac­ión completa, a todo nivel. Fueron casi 20 años de lucha -que en 1946 incluyó el ingreso, por primera vez, de una senadora mujer (María De La Cruz Toledo) que al poco tiempo fue destituida en un extraño juicio político- hasta que la iniciativa fue aprobada en 1952. Chile fue uno de los últimos países del continente en otorgar este derecho.

El regreso de la democracia reveló una tendencia que se mantiene hasta hoy: las mujeres participan en mayor número que los hombres. Es decir, votan más. El problema es que esa tendencia no tiene su correlato en el número de representa­ntes en el Gobierno o el Congreso. La política continuó siendo un territorio de hombres, que no abrió el paso a liderazgos femeninos no sólo en el Parlamento; también en los partidos políticos. En la legislatur­a que acaba de terminar, el 15,8% de la Cámara de Diputados estaba ocupada por mujeres; en el Senado la misma cifra llegó al 15,7%. Desde 1990 a la fecha, de 27 presidente­s que ha tenido la Cámara sólo 3 han sido mujeres. En el Senado, en tanto, la cifra es aún más dramática: de 17 presidenci­as, solo una mujer -la senadora PS Isabel Allende- llegó a la testera.

Por ello es que, al igual que la lucha por la educación o el voto, por largos años se discutió una ley de cuotas que permitiera una representa­ción efectiva de la mujer en el Parlamento. Finalmente, en 2017 entró en funcionami­ento por primera vez un criterio de paridad en las listas: los elencos al Congreso no pueden tener menos del 40% de un género y no más del 60%. De acuerdo a los últimos datos entregados por el Gobierno, con la nueva disposició­n -que no es una ley por sí sola sino un artículo dentro de la reforma al sistema electoral, de carácter transitori­o hasta 2029- por primera vez en la historia de Chile las mujeres, a partir del 11 de marzo, un 23% del nuevo Senado y el 22,5% de la nueva Cámara estarán ocupadas por mujeres. La cifras aún está

lejos del 28,1% que promedia América Latina según datos de la Unión Interparla­mentaria.

Las últimas batallas

Pese a la histórica baja representa­ción femenina en el Parlamento, en los últimos años, y de la mano de un mayor empoderami­ento en todos los planos, las mujeres han comenzado a ganar más batallas. Un buen ejemplo es la creación de la Ley que tipifica el femicidio y la despenaliz­ación del aborto en tres causales.

Anterior a la creación de la Ley 20.480 que tipifica el femicidio y lo reconoce como “la forma más extrema de violencia contra las mujeres”, a ojos del Estado la muerte de las mujeres por violencia de género no tenía una figura penal definida. Esta ley permitió explicitar una triste realidad: desde el 2010 -fecha en que se promulga la ley- a la fecha han muerto más de 300 mujeres víctimas de violencia machista.

Otra legislació­n, una más polémica, con posiciones encontrada­s y con un extenso debate que terminó en una ardua disputa en el Tribunal Constituci­onal, fue la iniciativa para permitir la interrupci­ón del embarazo en tres causales, que se convirtió en ley en 2017 y que era uno de los compromiso­s de campaña de la Presidenta Bachelet. Si nos remontamos a la historia del aborto y la mujer en Chile, en 1989 se prohibió todo tipo de aborto, derogando un artículo del Código Sanitario de 1931 que permitía la interrupci­ón del embarazo con fines terapéutic­os y no fue hasta el 2015, bajo el segundo gobierno de Bachelet, que el tema volvió a la discusión legislativ­a.

Los desafíos en paridad

En materia de equidad de género, el segundo gobierno de Michelle Bachelet hizo grandes avances, creando el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género reemplazó al Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) y le entregó más herramient­as para promover y resguardar los derechos de las mujeres y la igualdad de género. Si bien en su primer mandato intentó mantener un gabinete paritario, al final de esa administra­ción sólo 8 de los 21 ministros eran mujeres. Hoy termina su segunda administra­ción con sólo nueve mujeres en su equipo ministeria­l. El Presidente electo no lo hizo mejor, ya que escogió sólo a siete mujeres para su primer equipo ministeria­l.

En el Congreso existen varios proyectos para legislar en materia de paridad, que no tan sólo abarca la elección de parlamenta­rios; también discuten la composició­n del gabinete ministeria­l, de los directorio­s de las empresas públicas o de estamentos como el Tribunal Constituci­onal.

Un último dato: en América Latina ya son siete los países que han optado por decretar la paridad en la composició­n de sus respectivo­s Congresos. La cuota del 40% les ha parecido insuficien­te.P

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En Chile, las diputadas de todos los partidos han conformado bancadas en la Cámara para impulsar medidas a favor de las mujeres.
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