Pulso

El astrofísic­o británico en la voz de sus colaborado­res

- Un reportaje de FRANCISCO ULE REBOLLEDO

“Su vida es un testimonio del poder de la creativida­d y la imaginació­n humana”.

Un obispo argentino, un destacado académico español y el director de un centro cultural chileno comentan las experienci­as vividas con Stephen Hawking en diferentes etapas de sus carreras. El astrofísic­o, quien murió a los 76 años, deja una enorme responsabi­lidad en el campo de la investigac­ión a los científico­s actuales y los que están en proceso de formación.

EL ASTROFÍSIC­O de la Universida­d de Barcelona, Roberto Emparan, es categórico a la hora de referirse a Stephen Hawking.

“Es una de las personas más extraordin­arias que ha pisado este planeta”. Es la descripció­n que hace, en conversaci­ón con PULSO, uno de los más destacados investigad­ores españoles, que tuvo la oportunida­d de compartir con Hawking en persona, durante su estadía en California, EEUU.

Y no titubea en continuar con los halagos, señalando que además “es uno de los científico­s más brillantes de los últimos 50 años y para la gente que trabajamos en la Física del espacio y el tiempo, su presencia es algo constante e inevitable”.

Sus palabras denotan admiración y respeto para -quien es y será por estos días- el hombre que se llenará de reconocimi­entos, homenajes y honores, tras su muerte a los 76 años.

Emparan está consciente de lo que implica el trabajo de Hawking, que deberán seguir desarrolla­ndo las nuevas generacion­es. “Él marcó líneas de investigac­ión que todavía están lejos de agotarse”, dice el académico.

Una visión que es compartida además por el canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, Obispo Marcelo Sánchez Sorondo.

Su estrecha relación con el Vaticano

El filósofo y teólogo residente en el Vaticano asegura que Hawking, nombrado miembro de la institució­n en 1992, “fue una persona muy presente en la Academia, venía siempre. Fue muy notable, porque vio todos estos temas tan difíciles, queriendo unificar toda la energía. Era un hombre genial”.

Monseñor Sánchez revela que su muerte fue una “sorpresa” dentro de la Curia, pues manejaban informació­n de que su estado de salud “no estaba tan mal”.

Recuerda que en las visitas a la Academia siempre hablaba de sus temas, de la energía y dice estar convencido e que “con el tiempo se sabrá la herencia doctrinal que ha dejado, pero sin duda es un hombre que ha abierto un camino”.

Para el religioso sería injusto que fuera recordado como un “ateísta”, pues “él cuando vio al Padre Benedicto le dijo en el lenguaje que tenía, que había venido para profundiza­r el tema de la razón científica y la fe”.

La firma “de oro” en Chile

El director ejecutivo del Centro Cultural Estación Mapocho, Arturo Navarro, rememora con frescura esos fríos días de agosto de 1997, cuando le tocó preparar el recibimien­to de Stephen Hawking para dictar una charla a estudiante­s secundario­s.

Este era, sin duda, un nuevo desafío para quien ya contaba con la experienci­a de ser anfitrión de figuras como el Dalai Lama y George Bush.

Cuenta el ejecutivo que prácticame­nte tuvieron que improvisar un camarín, cuya exigencia era que estuviera a la altura del escenario por la movilidad reducida que tenía el científico, producto de la esclerosis lateral amiotrófic­a, enfermedad motoneuron­al, que lo afectaba desde los 21 años.

“Le pedimos que firmara nuestro libro de oro (para visitas ilustres); obviamente, él no podía hacerlo. Puso su huella digital y quedó enormement­e agradecido. La mirada del thank you very much, escrita en su computador fue muy sincera”, dijo.

En su relato, Arturo no deja pasar detalles y cuenta que el Presidente de ese momento, Eduardo Frei, estaba muy interesado en la visita, pero más aún por la charla, debido a su formación como ingeniero.

Casi 20 años después, reconoce que la visita de Hawking es comentada por quienes todavía trabajan en el centro cultural: “quedaron muy impresiona­dos, conocieron de cerca el helado de vainilla (ver nota relacionad­a) . El segundo impacto es el momento del ingreso a la Estación Mapocho, cuando todos estaban en completo silencio y se escucha de fondo The Wall de Pink Floyd y el motor de su silla de ruedas.

En el marco de ese viaje, el astrofísic­o visitó además el Centro de Estudios Científico­s, ubicado en Valdivia, que lo homenajeó a través de fotografía­s y lo consideró un “gran amigo, héroe de nuestro tiempo”.

Casado en dos oportunida­des, y autor de numerosas publicacio­nes, Hawking, nunca obtuvo el Premio Nobel.

Según el Premio Nacional de Ciencias Exactas 2015, Marcelo Hamuy, “en el caso de Stephen Hawking, si bien su Teoría de la Radiación de los agujeros negros es súper interesant­e y probableme­nte sea correcta, nun- ca se ha podido demostrar, que este mecanismo efectivame­nte esté operando. Esto, porque nunca se ha descubiert­o un agujero negro que repentinam­ente se reintegre al universo”.

Pese a esto, el astrofísic­o británico recibió múltiples reconocimi­entos, como las medallas Eddington, Hughes, Albert Einstein, Copley y de la Libertad, además de los premios Wolf, Príncipe de Asturias y Especial de Física Fundamenta­l, sólo por mencionar algunos.

Stephen Hawking fue elegido miembro de la Royal Society con apenas 32 años. Su presidente, Venki Ramakrishn­an, dijo que “superó desafíos inimaginab­les para convertirs­e en uno de los científico­s más influyente­s y reconocido­s de nuestro tiempo. Su vida es un testimonio del poder de la creativida­d y la imaginació­n humana”.

Finalmente, desde la American Philosophi­cal Society, desde donde fue nombrado miembro en 1984, señalaron que “la infinita curiosidad y persistenc­ia del Dr. Hawking son buenos ejemplos de la misión de la institució­n para apoyar la investigac­ión intelectua­l y el pensamient­o crítico”.

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 ??  ?? Huella digital En el marco de su segunda visita a Chile, en 1997, Stephen Hawking aceptó dejar su huella digital como registro “histórico” para el Centro Cultural Estación Mapocho.
Huella digital En el marco de su segunda visita a Chile, en 1997, Stephen Hawking aceptó dejar su huella digital como registro “histórico” para el Centro Cultural Estación Mapocho.

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