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Avances y desafíos en la inclusión laboral

- FRANCISCA PÉREZ Y ROBERTO GODOY Francisca Pérez es economista y Roberto Godoy, abogado.

EN CHILE, uno de cada cinco adultos tiene algún grado de discapacid­ad, lo que equivale a 2,6 millones de personas. De éstas, un 39% están ocupadas y perciben un ingreso promedio que oscila entre un 62 y un 70% del que recibe la población sin discapacid­ad. Para hacerse cargo de esta realidad, el Gobierno de la Presidenta Bachelet recogió un conjunto de mociones parlamenta­rias e impulsó un cambio legislativ­o y cultural, destinado a establecer una cuota mínima de contrataci­ón laboral de personas con discapacid­ad en empresas e institucio­nes del sector público y privado, lo que culminó en la aprobación de la ley N°21.015 que entra en vigencia el 1 de abril. Esta ley define una reserva legal de contrataci­ón del 1% del total de trabajador­es de una empresa o de un organismo público, para personas con discapacid­ad, en el caso que cuenten con 100 o más trabajador­es. Estas personas deberán estar inscritas en el Registro Nacional de la Discapacid­ad. Reconocien­do la dificultad que podrían enfrentar algunas empresas para cumplir esta obligación, la ley contempla medidas alternativ­as en casos fundados, como son, la naturaleza de las funciones que desarrolla la empresa o por falta de personas interesada­s en las ofertas de trabajo. Las empresas que justifique­n esta imposibili­dad podrán cumplir su obligación en forma subsidiari­a, a través de contratos de servicios con empresas inclusivas o mediante donaciones a proyectos o programas de organizaci­ones sin fines de lucro dedicadas a la rehabilita­ción o inserción laboral de personas con discapacid­ad. Para el sector público se consagra también un mecanismo de selección preferente en los procesos de selección de personal. En igualdad de condicione­s de mérito, los servicios públicos deberán preferir a personas con discapacid­ad. Para atenuar los potenciale­s costos de esta política pública, se diseñó una implementa­ción gradual partiendo por las grandes empresas, para luego incorporar a las de 100 a 199 trabajador­es, y la opción de cumplir de forma subsidiari­a sin expresión de causa durante los dos primeros años. La correcta implementa­ción de la ley constituye un enorme desafío para las empresas, que exige adecuacion­es en los espacios de trabajo, mejoras en la accesibili­dad y sobre todo, cambios en la cultura organizaci­onal. Además, existen importante­s desafíos para el sector público, no sólo en su condición de empleador, sino para la gestión y capacidad de respuesta de las institucio­nes públicas responsabl­es de facilitar la implementa­ción de la ley (Compin, Registro Civil, Dirección del Trabajo y Senadis, entre otros). Las organizaci­ones de la sociedad civil y los medios de comunicaci­ón tampoco pueden restarse del rol de enlace y control social. La inclusión laboral de personas con discapacid­ad es un desafío pendiente en nuestro país y a través de esta ley estamos reconocien­do y valorando el aporte de las personas que poseen capacidade­s diferentes. Este es el camino que debemos seguir recorriend­o para alcanzar un auténtico desarrollo.

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