Taxantiago, por Gonzalo Restini
— “Cuando ya no quede sitio en el infierno, los muertos caminarán por la tierra” (The Walking Dead). Como zombies. Así están los contadores en el Santiago del 2018. Casi no salen de sus oficinas. Si lo hacen, toman micros o andan en metro a horas inusuales. Se les distingue fácilmente: las ojeras los delatan. Cuales mapaches, se levantan al alba y se acuestan tarde. Ya casi no ven a sus familias. Toman café a raudales. Comen mal y a deshora. Consumen ansiolíticos con receta retenida. Publican inserciones en el diario diciendo que no se hacen responsables por los resultados de la Operación Renta y amenazan con demandar al Estado. Piden cambio de fecha, como los alumnos que quieren correr la prueba. Reciben mails de sus proveedores de software: tampoco se hacen responsables por los errores. Luchan con el sitio de un SII, que ya reventado, no funciona. Millones de contribuyentes contienen la respiración como esperando un choque de frente o un penal decisivo. Parece una mala película de terror. Pero es verdad. Es el estado calamitoso de las cosas en lo tributario en el Chile del siglo XXI, país OCDE. Qué lejanos parecen esos días de apuro y cuentas alegres de hace justo cuatro años. Los tiempos de avanzar sin pensar, cuando se fraguaba la era de los zombies. Qué callados están los ilustres académicos, que con la idea de eliminar el FUT, terminaron, sin entender muy bien por qué, se dinamitó el sistema tributario. Bastaba con subir las tasas… Pero nadie estaba para defender ideas tan simples y sensatas. 48 meses después estamos frente al abismo. El ex Ministro Eyzaguirre dice que arreglar esto vía la re-integración del sistema es “una rebaja de impuestos para los súper ricos“(Ignoramos si su definición incluye a los socios de las oficinas de asesoría tributaria, que se forraron con este enredo). La frasecilla es un remake, versión light, del video huérfano de “los poderosos de siempre“. Se trata de un arresto de viveza criolla: Un comentario tautológico ( la distribución de los impuestos es por definición muchísimo más desigual que la de los ingresos y la de la riqueza), pero torcido en sus intenciones. El mensaje es: “No estoy disponible para arreglar el entuerto. Por el contrario, voy a meter el palo en la rueda”. En el juego de defender “El Legado” todo vale. Deberíamos esperar más de gente como usted, don Nico. Frente a los grandes problemas, incluso en las malas películas de terror, aparecen los héroes. Los que tienen un corazón que se eleva por sobre la escoria de la política de alfombra gastada y taza chorreada. La Reforma Tributaria hay que re-re-reformarla urgentemente. No sólo perdieron los ricos (que simplemente hacen el cheque), los sufridos contadores y el reventado SII. Perdieron, ante todo, los miles de empresarios chicos, sin ejércitos de asesores para sortear las 74 declaraciones juradas ni los 5 registros, ni los dos sistemas tributarios encadenados. Sobretodo, perdió el país. Al parecer, en ausencia de otras alternativas, la estrategia del Gobierno para convencer a los don Nicos de este país será mostrar la cruda evidencia del fracaso: el desastre de las ideas malas puestas en acción. O júzguenme por los resultados, como dijo un exultante Ministro Arenas, con una sonrisa triunfal. Una lira de Nerón también habría servido contemplar el humeante resultado de su obra: El Transantiago Tributario. Taxantiago, here we are. De las ruinas de la tierra de los zombies surgirá, ojalá, algo mejor.P