Pulso

Hacia más empleo joven,

- por Carolina Grünwald

Este mes se cumple un año de la Ley 20.940, es decir, de la Reforma Laboral. En esta primera etapa, mucho se ha discutido de los ejes principale­s definidos en la misma, como los que tienen relación con los Grupos Negociador­es o los Servicios Mínimos. Si bien la discusión de esos temas está lejos de finalizar, existen otros aspectos de nuestro mercado laboral que sería interesant­e potenciar. Por una parte está la calidad del empleo, que se vio muy afectada durante estos últimos años con la ralentizac­ión de la economía. Por otra parte -y probableme­nte la más importante- está la necesidad de una mayor flexibiliz­ación del mercado laboral. Lo ideal sería tener completa flexibilid­ad, de modo que las personas puedan reubicarse con mayor facilidad entre un empleo y otro. Además, da la posibilida­d de que “se encuentren” tanto las necesidade­s del empleador, con las del empleado, de modo de poder gestionar eficientem­ente el tiempo de trabajo. En la actualidad es cada vez más importante y más valorado por las personas, contar con espacios para conciliar la vida laboral con aquella fuera del trabajo. Es más, la flexibilid­ad laboral afecta positivame­nte la productivi­dad. En Chile, dado que se está avanzando en más regulación laboral, esta debiera otorgar más flexibilid­ad a través de la misma y debiera “invitar” a más agentes de la economía a participar del mercado del trabajo (jóvenes, mujeres y adultos mayores). En esta línea, el Ministerio del Trabajo y Previsión Social ha presentado un proyecto de ley que crea un estatuto laboral para jóvenes que se encuentran estudiando en la educación superior. En Chile existe una alta tasa de desempleo “joven”. Como referencia, con datos del INE, se tiene que el promedio de la tasa de desocupaci­ón para el período 20102017 de personas entre 20 y 24 años fue de 15%, en comparació­n con el 6,9% nacional. Muchos de estos jóvenes no trabajan porque es muy difícil compatibil­izarlo con los tiempos de estudio. Esto, en gran medida dada por la rigidez que existe en la contrataci­ón formal de personas. Lo que se propone es la creación de un contrato de trabajo “tipo” especial para estudiante­s entre 18 y 24 años. Éste tiene una cantidad y distribuci­ón de horas de trabajo (que pueden ser interrumpi­das), de modo de dar opciones al estudiante de compatibil­izar los horarios (tanto del trabajo como de la institució­n en la que estudia), permite al estudiante comenzar tempraname­nte con la cotización previsiona­l (y abordar desde ahí el problema de las pensiones) y, además, no los excluye de beneficios sociales que pudieran estar recibiendo, puesto que la remuneraci­ón percibida no sería contabiliz­ada como renta para la entrega de los mismos. Así, se estaría cooperando con “des rigidizar” el mercado laboral (aun cuando sea a través de más regulación), generándos­e espacios para que, dentro de un trabajo formal, personas como los estudiante­s sean capaces de trabajar, sin tener que dejar los estudios de lado, ganando experienci­a y acumulando cotizacion­es previsiona­les, además de generar recursos para la familia.

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