Pulso

El privilegio de emprender,

- por Francisco Gazmuri

En Chile, existen 1.992.578 emprendedo­res, según datos entregados por la V Encuesta de Microempre­ndimiento (EME) 2017, realizada por el Ministerio de Economía y el Instituto Nacional de Estadístic­as

(INE). Del total, 83% correspond­en a trabajador­es por cuenta propia, mientras que el 17% tiene la capacidad de generar nuevos puestos de trabajo. Esta realidad nacional ha sido incluso elogiada por la OCDE, organizaci­ón que destacó a nuestro país, en 2017, como el que registra el mayor número de emprendedo­res, por sobre países como México, Estados Unidos o Canadá.

Junto con la posibilida­d de materializ­ar ideas creativas y apuntalar la economía local, un beneficio directo que viene desde el emprendimi­ento es que, al menos en el caso chileno, el ecosistema genera el 70% del empleo en el país. ¿Cómo no seguir fomentándo­lo, cuando tenemos un gran camino por delante?

Para muchos, emprender puede significar, simplement­e, salirse de los esquemas laborales tradiciona­les. El deseo de ser “el propio jefe” es una de las primeras frases que se escucha con frecuencia entre los más de 30 mil socios que actualment­e acogemos como asociación y que ayer se reunieron en nuestra VII Cumbre del Emprendimi­ento. Sin embargo, cuando lo abordamos desde una perspectiv­a más amplia, nos damos cuenta que optar por desarrolla­r un negocio propio, muchas veces es, simplement­e, un privilegio.

Al emprender, pasamos a formar parte de un ecosistema con nuevas dinámicas: aprendemos a tomar decisiones, a establecer relaciones con pro- veedores y clientes, nos vemos llamados a desarrolla­r estrategia­s de venta para conseguir capital, a lidiar con la frustració­n, a estar disponible­s 24/7. Por otro lado, estas nuevas habilidade­s nos llevan a participar de otras conversaci­ones, de potenciale­s postgrados en el extranjero, a aprender nuevos idiomas ante la posibilida­d de exportar nuestros productos o servicios hacia otros mercados, entre tantas opciones que se abren ante nosotros.

Sin embargo, ¿qué hacemos con aquellas personas que, lejos de esos espacios de privilegio, deben esforzarse para sacar adelante sus ideas y transforma­rlas en negocios rentables? ¿Cómo somos capaces de dibujar una cancha común en donde todas las ideas puedan transforma­rse en un negocio? Debemos trabajar de forma articulada entre el gobierno, las empresas que han logrado su consolidac­ión (que alguna vez también fueron emprendimi­entos), la banca y la academia para habilitar espacios en donde quienes conforman la comunidad de emprendedo­res de Chile sientan que pueden desarrolla­r sus talentos y transforma­r sueños en realidades.

Sigamos fortalecie­ndo nuestro ecosistema. En la medida en que brindemos oportunida­des concretas a mujeres y hombres en Chile que buscan esa transforma­ción, seremos capaces de seguir empujando esos números que nos sitúan a la cabeza de los rankings internacio­nales. Asimismo, recibiremo­s de forma directa los beneficios de la innovación, la creativida­d y las ideas que buscan un espacio para crecer y desarrolla­rse.P

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