Pulso

Ante notario: blocked and chained,

- por Gonzalo Restini

—“Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre. Sin embargo sería delicioso asustar a un notario con un lirio cortado” Pablo Neruda, Walking Around

Un mesón atestado de clientes esperando respuestas que nadie da. Gente parada en los pasillos, en colas que salen hasta la calle, que arde en el calor de febrero. Personas sentadas en el suelo que miran sus teléfonos. Un coche y una guagua que llora sofocada. La mamá que se preocupa y busca la sombra de un árbol. La pantalla infame que dice “espere su turno” y faltan horas. Una funcionari­a que contesta mal. Un horario imposible para los que trabajan y no quieren perder el tiempo: 9.30 a 14.00 y 15.30 a 18.30.

Estas son las desesperan­zadoras imágenes, reales y documentad­as, de mi última visita a una notaría en la comuna más pudiente del Chile del siglo XXI. Una tortura digna de terminal de buses en fin de semana largo.

No todas las notarías son tan malas como esa. Pero en general, su servicio es muy deficiente. Caras, incómodas, con horarios insólitos. Con cero orientació­n a los clientes. Y no es de sorprender­se: es un mercado bloqueado y encadenado. Bloqueado, porque se ingresa a él mediante designacio­nes arbitraria­s, teñidas de sospechas de favores y amiguismos. Encadenado, porque los servicios que prestan son definidos por leyes y reglamento­s muy difíciles de cambiar.

En muchos países, como en EEUU, no existen. Pero en Chile son cientos los trámites que deben hacerse “ante notario” (frase pronunciad­a con tono burlesco, como un obstáculo odioso que hay que remontar). Desde comprar una casa hasta cambiar un celular: todo requiere de sus colas, de sus “espere su turno”, de sus tim- bres, de sus duplicados y de sus “pase a la caja” donde, obviamente, no reciben tarjeta de crédito.

Pero además del servicio, hay un tema de fondo. En la era de la identifica­ción digital, la nube y el blockchain, las notarías están absolutame­nte obsoletas. Su rol de verificaci­ón de identidad y testigo de fe para celebració­n de contratos será arrasado por la tecnología. La capacidad de registrar operacione­s en forma descentral­izada y segura, aplicada a procesos en que interviene­n múltiples partes, será devastador­a. Si compitiera­n en forma justa y abierta, su negocio no duraría años, sino meses. Algo similar ocurriría con los Conservado­res.

En estos días de Agenda de Productivi­dad la revolución de notarías y conservado­res debiese estar muy alto en la lista de prioridade­s. Son cientos de miles de horas y cientos de millones de dólares al año gastados innecesari­amente. Urge minimizar los trámites “ante notario” y exigir un estándar de servicio digno para los clientes. Ante todo, es necesario replantear su rol en el futuro inmediato.

Los mismos notarios y conservado­res debiesen abordar el desafío de reinventar­se. Modernizar­se y hacer más eficientes sus procesos. Sacarse el olor a naftalina y a huellero. Dejar el block and chain y pasarse al Blockchain. Si no lo hacen, encajaran mejor en el Rangoon de Neruda, de hace ya casi 100 años, que en el mundo digitaliza­do. Ya es así de hecho. Compruébel­o usted mismo : Inserte “Notarios” o “Conservado­res” en cualquier verso. El poema seguirá funcionand­o a la perfección.

“Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncill­os, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias”.

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