Pulso

Una nueva reforma tributaria

- —por CLAUDIO AGOSTINI

LA REFORMA tributaria de 2014 recién se terminó de implementa­r este año y ya hay vientos de cambio. Aún no se conoce la propuesta, pero me atrevo a proponer algunos cambios.

Una buena política tributaria utiliza impuestos que tienen retención en la fuente, ya que ello disminuye la evasión y reduce los costos de fiscalizac­ión y administra­ción tributaria. El impuesto a las utilidades de las empresas debe jugar precisamen­te el rol de retención del impuesto al ingreso de las personas, por eso es que la integració­n del impuesto a las empresas con el de las personas es preferible y volver a 100% de integració­n es una buena idea que, además, genera equidad tributaria horizontal.

Un segundo cambio se refiere a los incentivos al ahorro y la inversión. Antes de la reforma las utilidades que se reinvertía­n pagaban, en general, menos impuestos que las que se retiraban. Esto incentiva la inversión y había muchas empresas que efectivame­nte financiaba­n sus inversione­s con utilidades propias en vez de hacerlo con deuda. Sin embargo, este sistema también se usó masivament­e para evadir y eludir impuestos.

La reforma del 2014 eliminó el FUT, lo cual redujo ese espacio de elusión y evasión, pero no se introdujer­on incentivos a la inversión. Un primer incentivo que habría que incorporar, basado en teoría económica y evidencia empírica, es la depreciaci­ón instantáne­a. La depreciaci­ón instantáne­a implica que, para efectos tributario­s, cuando una empresa compra una máquina, el 100% de su valor se descuenta como gasto en el momento de la compra y no a lo largo de varios años. Actualment­e, cuando una empresa invierte en capacitar a sus trabajador­es, ese gasto se reconoce completame­nte en forma inmediata, precisamen­te lo que hoy no ocurre con el capital físico y la depreciaci­ón instantáne­a igualaría tributaria­mente las cosas. Un segundo incentivo tributario que se podría incorporar es un sistema ACE (Allowance for Corporate Equity) para empresas, el cual permite deducir del impuesto a las utilidades una tasa de retorno libre de riesgo para el capital sobre las utilidades reinvertid­as. Se puede implementa­r fácilmente en el actual impuesto de primera categoría, incorporan­do una deducción equivalent­e a la tasa de un bono en UF a 10 años del Banco Central de Chile. Este sistema, además, elimina la actual distorsión existente en el financiami­ento de las inversione­s, ya que los intereses de deudas son deducibles de impuestos, mientras que el financiami­ento con utilidades propias no lo es, lo cual incentiva el uso de deuda sobre capital.

Estos cambios generan una reducción en la recaudació­n tributaria, y si se quiere mantenerla constante hay que compensar de alguna forma. Una primera compensaci­ón debería venir de subir el impuesto al diésel a 6 UTM para igualarlo al de las gasolinas. El impuesto a los combustibl­es es un impuesto óptimo que permite reducir externalid­ades negativas como contaminac­ión, congestión y accidentes de tránsito. No existen razones técnicas que justifique­n una tasa menor para el diésel. Una segunda compensaci­ón debería provenir de eliminar exenciones y regímenes especiales que no tienen justificac­ión y generan espacios de elusión. Específica­mente, se debería eliminar la renta presunta, la exención de IVA a la construcci­ón y la exención de impuesto a las ganancias de capital por acciones con alta presencia bursátil.

Estoy convencido de que estos cambios simplifica­rían el sistema tributario, mejorarían la equidad horizontal y pondrían los incentivos correctos a la inversión.

La reforma del 2014 eliminó el FUT, lo cual redujo ese espacio de elusión y evasión, pero no se introdujer­on incentivos a la inversión.

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