Pulso

Comienza la discusión por el salario mínimo,

- Por Carolina Grünwald

LA ECONOMÍA chilena viene saliendo de un período de estancamie­nto donde, durante cuatro años consecutiv­os

-y de manera inédita- se contrajo la inversión. Como resultado, se registró una tasa de crecimient­o de la economía promedio para el período 2014-2017 de sólo 1,7%, muy por debajo de la tasa de crecimient­o del mundo, y, sin duda, por debajo de las capacidade­s de Chile. Naturalmen­te, esta situación incidió directamen­te en el mercado laboral, el que sufrió una precarizac­ión significat­iva. Durante el segundo mandato de Michelle Bachelet se crearon sólo 484.000 empleos, casi la mitad que en el primer gobierno de Sebastián Piñera (969.200). Dentro de esta menor generación de empleos, se observa también que el “gran perdedor” fue el empleo asalariado privado: sólo se crearon 280 mil empleos asalariado­s, de los cuales más de la mitad fueron empleos públicos.

Este es el contexto en el cual se comienza a discutir una nueva alza del salario mínimo.

En general, los reajustes de salario debieran realizarse principalm­ente por dos factores: productivi­dad e inflación. Respecto de la productivi­dad, claramente en Chile hay un retraso en la materia. Tal como ha planteado la Comisión Nacional de Productivi­dad en su último Informe Anual, durante 2017 se estima que la Productivi­dad Total de Factores (PTF) agregada para la economía chilena cayó y mantiene una preocupant­e reducción en su tasa de crecimient­o desde el año 2000. Por tanto, no estamos siendo más productivo­s, de forma que no se justificar­ía un incre- mento de sueldo por este motivo.

Además, dado el delicado momento que enfrenta el mercado laboral, se debe recordar que un incremento importante de este salario protege a aquellos que gozan de un empleo de calidad, manteniend­o fuera, y con más dificultad­es para acceder a él, a quienes se encuentran haciendo trabajos precarios (sin contrato y sin cotizacion­es) además de aquellos que producto del aumento del salario mínimo pudieran caer de un trabajo formal a uno informal. Con todo, no debiera esperarse un reajuste mayor al incremento de precios registrado el 2017 (2,3%).

Actualment­e en Chile el salario mínimo es de $ 276.000 y ha venido subiendo de manera persistent­e, y en términos reales de $ 205.031 en 2008 a $ 276.000 en 2018, es decir, un 35% de incremento. En este contexto, es bueno recordar que “salario mínimo” no es lo mismo que “salario ético”, si definimos este último como aquel que permite cubrir todas las necesidade­s de un hogar. La persona que contrata a un trabajador, sea una empresa pequeña o grande o una persona natural, no es el responsabl­e de asegurar los recursos mínimos necesarios para un hogar, sino que contratará a las personas en relación al trabajo que desarrolla­rán. Si los ingresos totales obtenidos por los trabajador­es no son suficiente­s para poder solventar los gastos necesarios del hogar, es el Estado a través de las políticas sociales, el llamado a proveer ello (y ese es el sentido, por ejemplo, del programa “Ingreso Ético Familiar”). ℗

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