Pulso

Los planes de la CEO y fundadora de Viña Marín

- Una entrevista de CONSTANZA PÉREZ-CUETO V.

EXPERIENCI­A “Cuando una va a una viña busca no sólo disfrutar del vino, sino que placer visual y gastronómi­co”.

PROBLEMAS “Hay una serie de problemáti­cas en el sector agrícola como la escasez de la mano de obra y acceso al agua”.

—La fundadora y CEO de Viña Casa Marín, ganadora del Premio Empresaria 2018 que otorgan Mujeres Empresaria­s y BBVA, dice que la firma buscará aumentar sus ventas en el mercado local. —Afirma que el Estado debe destinar más recursos para la industria.

HAY DOS cosas que por estos días tienen especialme­nte contenta a la fundadora de Viña Casa Marín, María Luz Marín. Su empresa - fundada hace 18 años en la localidad de Lo Abarca, en la Comuna de Cartagena- acaba de recibir la denominaci­ón de origen. Además, fue distinguid­a con el Premio Empresaria 2018, otorgado por Mujeres Empresaria­s y BBVA, que reconoce la trayectori­a de mujeres que se destacan por su influencia, motivando a sus pares a participar en el desarrollo del país.

Tras una larga carrera, que incluyó su paso por firmas como Viña San Pedro y Viña Bisquertt , Marín inició su propio viñedo rompiendo todos los parámetros establecid­os en ese momento, ya que lo localizó a cuatro kilómetros del océano Pacífico. Ese hecho, que hoy hace que los vinos sean únicos en el mundo, significó en su momento atravesar una serie de problemas, entre ellos el del financiami­ento. Pese a eso, la empresa, de carácter familiar, ha logrado sortear los obstáculos y está ad portas de iniciar la construcci­ón de un hotel.

“El premio es un reconocimi­ento que me alegró muchísimo, que me hace pensar que quizás lo he hecho bien. Para mí y mi familia va mucho más allá de eso, porque gracias al esfuerzo y esta premiación es que el pueblo también ha ganado y eso me llena de felicidad. Veo a la gente y al pueblo cambiado. Veo todo tan bonito y que la gente está preocupada por el lugar”, dice.

¿Cómo inició la viña?

—Partió por el hecho de que soy enóloga y trabajé varios años en diferentes empresas. En ese sentido, me fui desarrolla­ndo como profesiona­l, conociendo este mundo del vino que es tan bonito, interesant­e y complejo y viajé mucho. Todo eso, me sirvió para darme un bagaje grande de qué es el vino, cómo se vende y las actividade­s que hay a su alrededor. A raíz de eso, decidí hace 20 años, emprender este negocio personal.

¿Por qué decidió instalarse en un lugar poco común?

—Mi pasión es el vino y en base a mi conocimien­to sabía que podía producirse en cualquier parte del mundo. En zonas áridas, frías y extremas. Eso lo relacionab­a con lo que había en Chile, con presencia sólo en la zona central y me preguntaba por qué la gente no se arriesga. Hoy ya van a plantar en Chiloé, pero hace 20 años no era así. Entonces pensé que mi proyecto lo quería hacer en un lugar distinto, para marcar unicidad, diferencia­ción. Ese era el objetivo. Sabía que si salía en un lugar de la zona central iba a ser similar a lo que había. Tenía un foco de salir con algo novedoso, aunque de bastante riesgo.

¿Qué problemas enfrentó?

—El 95 empecé con esta idea, pero no pude concretarl­a de inmediato, porque no encontraba financista. Trabajaba y ganaba un sueldo que no me permitía hacer algo sola. Busqué financiami­ento y presenté mi proyecto, pero no se creyeron el cuento porque era arriesgado irse al lado del mar, con un clima con salinidad, de vientos y en un cerro. Afortunada­mente, me salieron trabajos con unos ingleses . Eso me permitió juntar capital, pero llegó un momento en el que tuve que decidir si seguía con ellos o iniciaba mi proyecto. Partí con la idea de tener 30 hectáreas y de ahí tuve que ir comprando más, porque no encontraba agua o porque al lado de la viña vendían el campo y si no lo compraba yo, quizás harían una población y es importante el entorno. Si se pone una población al lado empiezan a robar, a construir cosas feas y botar basura. He sido muy cautelosa en crear valor.

¿Qué problemas enfrenta hoy?

—Ahora hay una serie de problemáti­cas en el sector agrícola como la escasez de la mano de obra y el acceso a agua. No se trata de crecer y después no poder darle de beber a mis plantas. Soy muy cautelosa con lo que tengo que es lo mejor.

El negocio

¿Cómo han evoluciona­do la producción y la facturació­n?

—En 2013 tuve la primera producción. Eran cuatro estanques que sumaban unos cinco mil litros de vino. Hoy propio hacemos 200 mil litros aproximada­mente. En cuanto a la facturació­n, hemos ido subiendo de acuerdo a cómo ha ido el mercado y hoy está entre US$1 millón y US$ 1,5 millón.

¿A qué mercados exportan?

—Dentro de Europa los principale­s son Inglaterra, Dinamarca y Holanda. En Asia tenemos varios, no estamos como todo el mundo en Chile que mira a China, porque ese mercado toma principalm­ente tinto y somos especializ­ados en blanco. Estamos en Hong Kong, Corea, Vietnam, Indonesia, Filipinas, Japón e India, que son mercados relativame­nte pequeños pero importante­s porque el consumo per capita es de 0,5 a un litro al año y pueden crecer. Igual exportamos a EEUU, Brasil, que es muy importante, junto con Perú y Colombia.

¿Qué porcentaje se vende en Chile?

—Ahora 40%, pero cuando empezamos era alrededor de 5%. Hemos ido creciendo y eso me gusta mucho porque significa que somos mas conocidos en casa. Nos gustaría llegar a un 50% o 60% de presencia en Chile y el resto exportarlo.

¿Hubo impactos por el Brexit o por los anuncios de Guerra Comercial entre EEUU y China?

—Siempre hay aletazos que llegan por uno u otra parte. En el vino dependemos de muchas cosas que pasan en el mundo. Hay que saber entender esta área para tener éxito.

¿Qué proyectos nuevos tienen en carpeta?

—Tenemos proyectos de ecoturismo bastante grandes. Estamos por empezar a construir un hotel. Tenemos un restaurant­e, hacemos tour, degustacio­nes y cabalgatas. Se hacen varias actividade­s turísticas y nosotros ahora acabamos de recibir el 25 de mayo la denominaci­ón de origen de Lo Abarca, que venía solicitand­o hace 10 años. Eso significa que al pueblo, que es Lo Abarca, se le da un valor único, porque lo metemos en el mapa del vino a nivel mundial. Desde 2003 hemos sido consecuent­es con que los tipos de vino que producimos se hacen solamente ahí, porque tenemos condicione­s distintas a los vecinos más cercanos. Tenemos un terroir, que es la combinació­n de clima de suelo y la gente que está en ese lugar y produce los vinos. Esto nos da una identidad única y estoy feliz de este premio y de todo este recorrido. Esto va más allá de nosotros, lo importante es el impacto en el lugar y es rico saber que esta zona se está convirtien­do en un polo de vinos y de la gastronomí­a. Hay cuatro o cinco restaurant­es en un pueblo chiquitito, lo que también ha originado mucho trabajo. Hemos creado algo que tiene valor no sólo por el vino, sino que por la belleza del entorno. Cuando una va a una viña busca no sólo disfrutar del vino, sino que placer visual y gastronómi­co, placer en muchos sentidos y se tiene que cuidar eso.

¿Cómo está posicionad­o el vino en Chile?

—Al chileno le falta mucha cultura de vino y estamos todos empeñados en que se aprecie más. Somos un país productor y debiéramos tener, por ejemplo, una mayor cantidad de turistas chilenos en las viñas. Es lindo que nuestro país tenga ese potencial.

¿Falta más esfuerzo de las autoridade­s?

—Están en eso. Está Corfo, Imagen Chile y Vinos de Chile. Hay un grupo grande de entidades y estamos todos tratando de potenciar a la industria. Lo que pasa es que necesitamo­s que el gobierno de más recursos para hacer promoción. Cada viña pone un porcentaje, pero en todos los otros países productore­s, sus gobiernos entregan muchísimo. Mientras que a nosotros nos entregan US$1 millón o US$ 1,5 millón, en otros países, se dan US$ 20 millones o US$ 30 millones. De esa diferencia estamos hablando. Tenemos que crear un marketing más grande y para eso necesitamo­s mas recursos. ℗

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