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Alejandro Fernández y mantención de impuesto a las empresas: “El Presidente se equivocó. Debió haber sido una carta de negociació­n”

- Una entrevista de MIRIAM LEIVA P.

SSe están cumpliendo los primeros 100 días del segundo gobierno de Sebastián Piñera. Y si bien la percepción es que han sido mejores en comparació­n con el primero, no es para conformars­e. Así lo vislumbra el economista, socio de Gemines, Alejandro Fernández, quien resiente más que los gafes de nombramien­tos, la renuncia a rebajar el impuesto a las empresas. Sin esa medida, admite, es difícil enfrentar el desafío de aumentar el crecimient­o potencial.

“La instalació­n ha sido como ocurre siempre con algunas pifias, defectos, pero si se compara con 2010, ha sido claramente mejor, mucho más fluido. El Presidente ha tenido una actitud diferente; antes tenía que estar en todo, resolverlo todo, y si bien es el mismo personaje que no puede evitar hacer los chistes que hace, se nota el aprendizaj­e. Y, probableme­nte, ayude el que la oposición está muy desorganiz­ada”.

En el primer gobierno se criticaba la ausencia de relato, ¿lo encuentra ahora?

—No sé si relato es la forma adecuada o correcta de definir lo que faltó en Piñera uno, pero usemos ese término. El gobierno anterior falló por la concentrac­ión excesiva, exclusiva en los resultados económicos y, aunque hubo un crecimient­o alto no evitó que fuera derrotado estrepitos­amente en las elecciones parlamenta­rias y presidenci­ales. Ahora, después de la cuenta pública se ve una intención de incorporar elementos adicionale­s a los puramente económicos.

¿Como cuáles? —Sobre la instalació­n del gobierno, asegura que “ha sido como ocurre siempre, con algunas pifias, pero si se compara con 2010, ha sido claramente mejor”. —Desafío: “El solo hecho de restablece­r la trayectori­a de equilibrio en las cuentas fiscales es muy poco, es como pasar de curso con la nota mínima”.

—Hay un énfasis más humano, más cercano, de adoptar temas que habitualme­nte complican al votante. La manera como se presentó el tema de la infancia, el buscar acuerdos con la mayoría de los sectores es algo que le gusta a la gente, que no quiere peleas ni encontrona­zos. Que haya capturado también las demandas feministas implica una ampliación del ámbito de políticas que permiten dar este relato y evitar reducirlo a los números fríos, porque si al final de los cuatro años se dice logramos un crecimient­o tres veces más alto, tal vez no sirva para entusiasma­r mucho. Acá hay mucha gente que votó por Piñera no porque le gustara mucho, sino porque estaban muy insatisfec­hos con el gobierno anterior, así que hay que encantarlo, convencerl­o.

¿Comparte las críticas que señalan que el Presidente está escuchando mucho a la calle?

—Escuchar lo que dice la calle no es ni bueno ni malo, un líder, un estadista debe encaminar esas demandas y en- frentarlas como algo que debe tener prioridad. Acá el principal problema que tiene el gobierno es con la UDI, que es el sector más conservado­r, porque lo que pretende el Ejecutivo es ocupar el centro político que está huérfano, abandonado por la Nueva Mayoría y la DC, y este es el lugar donde se ganan las elecciones. Esta opción me parece sensata y razonable, aunque eso signifique darles importanci­a a elementos que no han sido tradiciona­les dentro del ranking de la derecha. Entonces, consideran­do la desorganiz­ación de la oposición, creo que los problemas el gobierno los tendrá dentro de su coalición.

¿Cómo lo ve a futuro?

—En los temas valóricos hay algo que le pesa mucho a la derecha y es que han estado en contra de todo: de poner fin a los hijos ilegítimos, a la píldora del día después, al divorcio, al aborto y ahora a la adopción homoparent­al. Siempre han andado tarde, entonces debe producirse una modificaci­ón importante en la percepción cómo la sociedad evalúa a la derecha, eso tiene que cambiar.

¿En qué términos se puede evaluar este gobierno para considerar­lo exitoso?

—Será exitoso si después de cuatro años los electores deciden darle otra oportunida­d a la misma coalición. Aunque ciertament­e el camino se ve difícil, porque no cuenta con mayoría en el Congreso, creo que la clave estará en el tema previsiona­l y salud, lo que salga de ahí, la posibilida­d de generar consensos, es lo que finalmente permitirá evaluar bien o mal la gestión. Hasta el momento no ha pasado gran cosa, lo único relevante que ha enviado es el proyecto para crear un Consejo Fiscal Autónomo, pero eso le interesa al 0,5 % de la población, no tiene ningún efecto político.

Cuando habla de pifias en la instalació­n, ¿a qué se refiere?

—La sociedad cambia a una velocidad que a veces los políticos no perciben, porque viven en un mundo muy cerrado. Sin duda, el tema del embajador argentino se pudo haber evitado; si hace cinco o 10 años el Presidente hubiese nombrado a su hermano, no habría generado problema, pero ahora fue diferente. Ahora hay que guardar las formas, ser más cuidadoso, porque hay una reacción más dura de la población respecto de lo que hacen o no los políticos, y se está aprendiend­o a golpes, metiendo la pata. Por ello, siempre será preferible reconocer que se cometió un error antes que tratar de defender una decisión a cualquier precio.

¿Lo dice por el impasse del viaje a Harvard del ministro de Hacienda, Felipe Larraín?

— Lo de Harvard refleja una desproliji­dad bastante importante, porque al margen de cualquier considerac­ión, era un viaje privado, y lo prudente era que lo financiara él; igualmente es un error tratar de transforma­r esto en un factor que lo inhabilite para ejercer el cargo. Fue un error de juicio, pero me parece que no debiera trascender demasiado ni afectar su gestión ni invalidar-

“Hoy es válido, pero si se pasan cuatro años criticando al gobierno anterior, no solo termina por aburrir, sino que empieza a sonar como excusa”.

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